viernes, 13 de mayo de 2022

HERMANA GEORGE

Comentario a la película “El asesinato de la hermana George”, de Robert Aldrich.

Dice el pensamiento griego antiguo que hay que morir en vida para conocer lo bueno y lo bello, para distinguirlo de las meras apariencias de lo bueno y lo bello. Así lo hicieron Orfeo, Teseo, Heracles, Odiseo,…. El pensamiento cristiano dio un giro a esta herencia y diagnosticó que hay que morir para resucitar el día del juicio final y vivir eternamente a la vera del Dios Creador. Así lo hicieron todos lo santos que hoy están en el cielo. El pensamiento laico ilustrado simplemente sentenció que morimos, y ya está. ¿Que hemos perdido en el camino? El sentido de la heroicidad. Todo ser mortal se convierte en un héroe si sabe morir en vida y resucitar en algún otro sitio. El drama de la hermana George es que muere en vida (caída de la audiencia) pero Jude Buckridge, el ser mortal moderno que la encarna, no tiene donde resucitar, es decir, no puede llegar a ser una heroína. Se convierte así en un paria, aunque tenga una indemnización millonaria.


Es el drama, visto así, que tenemos todos los seres humanos mortales que hemos nacido bajo la influencia de la cosmovisión moderna. Sin anclajes en ninguna tradición, nuestra visión del mundo es inhumanamente volátil. ¿Es lo que hemos ganado? No podemos morir en vida, es decir, no podemos resucitar o reinventarnos a nosotros mismos como clama cada día la propaganda oficial y oficiosa, porque no hay sitio donde hacerlo, ni camino que recorrer para llegar hasta allí, ni cómplices que te acompañen. Al final, a estas alturas todos lo sabemos, te acabarán culpando de que, por ejemplo, tú eres el único responsable de que no encuentres un nuevo trabajo (por seguir la estela de la corrosión del carácter de Richard Sennet), único lugar y único camino que tiene habilitado el pensamiento moderno para hacer un simulacro de lo que hicieron los antiguos griegos y los antiguos cristianos. El tiempo de ocio es un simulacro de ese primer simulacro. Aunque como todo simulacro, también lo sabemos de antemano, eso no tiene nada que ver con la vida, ni, por tanto, con la muerte en vida, ni con la reinvención o la resurrección en algún lugar donde podamos distinguir, al fin, lo bello y lo bueno, de las meras apariencias de lo bueno y lo bello. Todo lo más vale para conseguir un sueldo y un tiempo de evasión que te de fuerzas para volver a ganarte el sueldo. Y es que quien hoy manda es la Audiencia (diosa voluble y volátil, epítome de esta modernidad sin tradiciones) que, a su vez nada tiene que ver con el conocimiento universal, ni con los muchos dioses griegos, ni con el único Dios cristiano. Solo tiene que ver con los intereses de la productora de la serie de la hermana George y con el ego del ser humano June Buckridge (por volver al caso que nos ocupa), que, muerto el dulce personaje George, se ha convertido en principio y fin salvador de sus violentos desvaríos (tal y como diagnostican los funcionarios psíquicos del presente). O dicho con palabras más de actualidad, perdido su trabajo de George, June Buckridge no sabe o no puede (la productora de la serie donde actúa la hermana George le da la espalda, pues es demasiado viejuna para los cánones vigentes) resucitar o reinventarse así misma y encontrar trabajo en otro escenario. Al final está “muerta”, es decir, es la única culpable de su inmediato y funesto destino. Pero muere como cualquier ser vivo, sola y en la calle, no con la dignidad de morir en vida para poder resucitar o reinventarse en otro sitio, como debería “morir” cualquier ser humano, antes de la muerte definitiva.