martes, 29 de marzo de 2022

LOS QUE NO IMAGINAN

Los que trabajan, los que están en paro, los que luchan, los que están de brazos caídos, los que rezan, los que solo balbucean, los que emigran, los que no emigran nunca y se encuentran solos en su ciudad de nacimiento rodeados de multitudes, los que no emigran nunca y se encuentran solos en su pueblo de nacimiento rodeados de cabras y extensas planicies, a todos, aquí y ahora, cuando nos sentimos amenazados por la crisis nos une e iguala la falta de imaginación. Es la deriva, ni prevista ni deseada, en que se encuentra inmersa la cultura occidental, aunque, claro está, esta deriva sea más evidente o con menos capacidad de disimulo, en unos lugares que en otros del continente europeo. 

Sin embargo, antes de que el cristianismo se apoderara del imaginario del mundo occidental, que es el que hemos heredado los modernos de maneara secularizada, crisis significaba en griego toma de decisión. En dos direcciones complementarias, nunca opuestas: una, desplegando nuevas energías en al ámbito político y sociológico de la polis, lo que daba forma a la actualidad deliberativa e informativa, lo posible. Dos, lo que es propio de la creación artística, desplegando todas las energías para construir y hacer visible aquello que puede ser pero que no llegará a ser nunca, lo imaginativo como forma de conocimiento distinta a la forma de conocer de lo posible .


El drama de la falta de imaginación con que nos levantamos cada mañana, gracias a la herencia cultural recibida, afecta por igual al ciudadano que al espectador o al lector o a quien consume la cultura sin comprometerse con ella. (Ramón Andrés dixit). Nuestros drama es que vivimos en un laberinto en el cual la puerta de salida también es la de entrada porque, siendo honestos, no somos capaces de imaginar una alternativa real fuera de él. Somos incapaces de imaginarnos fuera de la fortaleza de la realidad autodenominaba moderna, donde somos individualmente principio y fin de todas las cosas. La única solución, a fin de cuentas, parece ser zambullirse en la acción sin preguntas, acallar los escrúpulos y seguir acumulando bienes, permitiendo que la comodidad de los nuestros bloquee las crisis y minimice los interrogantes incómodos. En fin.