La autoconciencia de todo ser humano, a diferencia de los otros seres vivos, de que somos pero que algún día dejaremos de ser, nos lleva a preguntarnos por el lugar que ocupamos en ese tránsito, para desde ahí poder preguntarnos a su vez qué hacemos ahí. Los seres humanos somos, por tanto, productores de sentido. ¿Plenitud o felicidad?
Es por ello que Yo no quedo contigo para ver tu cara bonita, sino para oír las palabras que salen de tu voz elocuente y persuasiva.
Pareciera que hay un correlato entre la pobreza y la libertad individual de expresión. Y ambas relacionadas con la escasez endémica, y el miedo y la desconfianza que le acompaña, de prácticas democráticas sostenidas en el tiempo y en el espacio.
En su empeño único y excluyente de auto conservarse a toda costa como figura media con tendencias mediocres en la polis dice: Así que me quiten lo bailao.
No siendo que mañana venga una crisis o un sátrapa y nos devuelva a las tinieblas de la caverna, donde no tenga que llevarme a la boca y donde, tampoco, no pueda decir ni pio.
Ningún tiempo puede estar, por tanto, vacío de consumo ni de la palabrería propia del cotilleo mediático.