viernes, 6 de noviembre de 2020

ANTIDISTURBIOS 2

 Hay por parte del director Sorogoyen una ruptura deliberada de la unidad de espacio, tiempo y acción, que deriva la narración hacia eso que se conoce en arte contemporáneo como un artefacto conceptual al que se accede, según los entendidos, con el cerebro y nunca con el corazón. Como no hay encuentro posible en el alma (me parece que la narración no está concebida desde ahí por su autor), ese lugar común donde director y espectador pueden conversar en el mismo nivel creativo, al espectador solo le queda tratar con lo que ve como algo ajeno a su íntima experiencia, a la espera de furtivas coincidencias visuales que la genialidad (voluntad de poder) del director haya construido y que el cerebro del espectador así las acepte.

Vale decir que el director si pretende contar lo de siempre de otra manera, dentro de este género narrativo que ha elegido, lo que el espectador percibe, sin embargo, es que la nueva claridad que debería  acompañar a aquella nueva manera de contar no acaba de aparecer. Lo que si aparece es, más bien, un tipo de oscuridad ya conocida desde hace más de cien años que, al fin y a la postre, se acaba apoderando de todo el relato. Más intensa, si cabe, al servir de telón de fondo de esas escenas estelares, como la primera del desahucio, ya mencionada, y la carga contra los ultras del futbol, que aparece en el capítulo quinto.