NOTICIAS DE ESMÉ: VIGILIA, SUEÑO y RECUERDO
Algunos meses después de desembarcar en las playas doradas de la jubilación, la sindicalista MC ha contado a sus colegas lectores en sede tertuliana - con el amor que ella siempre pone a favor de la justicia laboral - la sordidez con que han actuado sus camaradas del sindicato en el último episodio de su lucha fraternal. Sin embargo, aun temiendo por su frágil salud, está dispuesta a dar la última batalla antes de retirarse definitivamente a sus aposentos de permanentes vacaciones merecidamente ganadas. Por decirlo así, ha lanzado la moneda al aire a sabiendas que las posibilidades de la cara y la cruz están agotadas. Pero ha intuido narrativamente que es en el caer de canto donde se encuentra el milagro del acontecimiento vital y poético. El milagro para que la vida de la sindicalista MC y la del sargento X - un personaje literario que se ha cruzado sin previo aviso en su camino - coincidan y se reconozcan en ese ámbito que solo puede construirse de forma edificante y disciplinada, gracias al entendimiento entre la vida y la literatura. Y viceversa. Sus colegas lectores así lo deseamos, a beneficio de su última batalla sindical y de los futuros encuentros en nuestra querida tertulia.
En el uso común la lengua parece como si tendiese a no significar. El que habla parece no ser consciente de que habla. Precisamente porque el hablar es un hecho natural. Uno habla y el interlocutor responde. El funcionamiento normal del lenguaje hace que interioricemos la impresión de que el lenguaje funciona porque si. Solo cuando en la comunicación aparece un problema reconocemos la complejidad del hablar, del mismo modo que la enfermedad nos hace recordar que la salud no es natural sino que también es un estado. O del mismo modo que la espera de una llamada urgente de teléfono nos hace ver que el silencio del teléfono también es una señal, que hasta puede ser angustiosa. Estos ejemplos que se refieren al hablar también sirven de alguna manera para el escribir.
La capacidad de escribir en un mundo desarrollado parece ser una capacidad natural. Todo el mundo puede escribir. El mecanismo de escribir solo se hace evidente cuando uno se enfrenta a un problema expresivo semejante al que representaban los supuestos dichos anteriormente, es entonces cuando la conciencia de la complejidad se hace evidente. La lengua normal, la hablada y la escrita, es la lengua predecible. Y por ser predecible es por lo que parece que no se atiende a su funcionamiento. A mayor esperabilidad menor expresividad.
A mi entender, seis son los momentos en el cuento de Salinger donde el lector se enfrenta a problemas expresivos no esperables y por tanto muy expresivos y significados. Seis momentos donde el lector debe pararse y prestar toda su atención a lo inesperado y a la expresividad o significación que le acompaña.
1 final del primer párrafo de cuento, la he llamado zona de vigilia, Pag 89: “Aquí nadie intenta complacer a nadie, sino más bien edificar e instruir” (en el sentido de disciplinar)
2 la escena que llamo zona de sueño Pag 90 a Pag 104 en la que conocemos a Esmé
3 vuelta a la zona de vigilia para entrar a la zona que llamó de recuerdo, Pag 104
4 final zona de recuerdo Pag 112: “Unos pocos y angustiosos minutos más tarde, cuando volvió a abrirlos, …
5 En la conversación en la cafetería con Esmé, no le dijo el nombre, más tarde en la carta que le envía si lo menciona.
estimado sargento X:
Espero me disculpe haber tardado 38 días en India nuestras correspondencia,…
6 Al final de 5, Pag 113: “Y de pronto, casi en éxtasis, sintió sueño.
“Coge a un hombre verdaderamente soñoliento, Esmé, y siempre tendrá una posibilidad de volver a ser un hombre con todas su fac… con todas sus fa-cul-ta-des intactas.
Me decidí a poner el cuento de Salinger para conversar en la tertulia porque está enmarcado en una época muy similar a la nuestra. Hay guerras de las de siempre y guerras culturales tecnológicas de ahora, hay invasiones de las de siempre e invasiones tecnológicas de ahora. Véase la experiencia de MG antes mencionada. Como consecuencia nadie cree en nada ni en nadie, nadie confía en nadie, nadie confía en nada, como el individualista sargento X de entonces, los soldados digitales de ahora somos insociables, herméticos, narcisistas, etc. Y lo más importante, puse el cuento de Salinger porque el narrador se pone a escribir, al recibir una carta de Esmé, para entender lo que le pasa con lo que le pasa y para ofrecerlo al otro. Ese otro son dos en este caso: la propia Esmé y el lector, que escuchan las palabras del narrador en un mismo tiempo narrativo. Lo que los hace cómplices necesarios de esta aventura lecto-escritora. En fin, puse el cuento de Salinger porque estamos dentro de una realidad que le cuesta ocultar la guerra permanente que es vivir. Pero no deja de disimular, al unísono, una adoración por los niños y los animales, como única forma de esperanza. Por lo que, pensé, vale pena conversar sobre las industrias y andanzas del soldado X, para así poder vernos a nosotros mismos como soldados digitales que se encuentran perdidos en esa vorágine que es la vida actual.
Cada vez que los tertulianos abrieron la boca para hablar sobre Esmé y el soldado X, se notó que deseaban ser entendidos en la marco de la comunicación no distorsionada por la otra cara del lenguaje, que es el autoengaño personal o la ideología social. Las famosas mochilas que llevamos a la espalda y que no somos capaces o no queremos dejar en nuestra casa el día que nos hemos comprometido asistir a la tertulia. Una comunicación que tiene una presupuestos de validez que toda persona que hace uso del lenguaje (sintaxis, campos semánticos, …) para la comunicación no distorsionada, que acaban en la situación ideal de diálogo: Comprensibilidad, Verdad! Rectitud moral! Veracidad, donde no hay intención de engañar al hablar.
Nada de esto es posible sin una participación común en una realidad compartida. Sin embargo, fue esa otra cara del autoengaño y la ideología social la que se acabó imponiendo, como casi siempre. Por expresarlo en términos existenciales, el ego de cada tertuliano se acabó imponiendo a su ser, que una vez más quedó ocultado y, por tanto, sumergido en el olvido, por las cuitas y pendencias del temperamento de aquel. No se enfrentaron, por nombrarlo así, a la medida y la intensidad que su temperamento acepta, o no, oír y ver lo que hacía y decía el soldado X. Y sobre lo que decía y hacía con amor y sordidez su amantísima Esmé. Y, menos aún, a lo que expresaban con autosuficiencia y auntocomplacencia los colegas lectores que nos acompañaban. Menos mal que la lectora MC nos contó la anécdota laboral mencionada al principio, lo que dio pie a enfocar la conversación en el sentido que he mencionado.