SIEMPRE COMPARECEN NUESTROS SENTIMIENTOS
No hay escapatoria posible para nuestros sentimientos, han de comparecer - si o si, mejor pronto que tarde - después de asistir a la primera escena de la película “Yo, El Vaquillla”, de José Antonio de la Loma. Valga recordarla para situarnos. Estamos en 1985 dentro del penal de Ocaña. La cámara está situada al otro lado de una puerta enrejada que separa el ámbito donde viven los reclusos del que, por decirlo así, los visitan, en este caso el espectador que está detrás de la cámara. De pronto, de una puerta situada a la mitad del pasillo que enfoca la cámara, surge un individuo que se acerca andando seguro y con cautela hacia la puerta enrejada, que es lo mismo que decir que se acerca hacia el otro lado de la ley (o Ante la Ley, si sigo el cuento de Kafka, que leí después de ver la película) que es donde el espectador lo espera. Al llegar a la puerta el individuo se presenta: me llamo Juan José Moreno Cuenca, y me conocen por Vaca o Vaquilla. Después continúa diciendo, más o menos, que se encuentra a este otro lado de la sociedad porque no he sabido o no he podido hacer otra cosa para poder estar donde usted está que es desde donde me está viendo y escuchando. Hoy me han propuesto que cuente mi vida, a ver si así puedo dejar de estar Ante la ley, como dice Kafka en su cuento, para que definitivamente el guardián, que usted espectador mantiene con sus impuestos, me deja pasar al otro lado. Al lado que me convierta en un ser humano legal. Espero persuadirme, querido espectador, de lo que voy a contarle. Y a continuación, mediante un flash Black, que nos lleva a finales de los años sesenta, asistimos a los inicios de la vida de “El Vaquilla” cuando tiene ocho o nueve años. Como espectadores lo acompañaremos hasta que cumpla trece años, en los primeros años setenta. Entre medias, el periodista Xavier Vinader vuelve de forma intermitente a 1985, y entrevista a Juan José Moreno Cuenca dentro del penal de Ocaña - es decir, al otro lado de la ley - preguntándole sobre distintos aspectos de esos inicios de el Vaquilla, a los que retornamos una y otra vez.
Lo primero que me vino a la cabeza, después de lo que acabo de escribir como espectador, es que lo que Jose Antonio de la Loma quiere contar - teniendo en cuenta el cuento “Ante la ley” de Franz Kafka, que colé de rondón en mi experiencia como lector - no coincide exactamente con lo que he visto. Me explico. Después de la primera vez que vi la película me di cuenta que entre lo que me cuenta el preso adulto Moreno Cuenca en la primera escena y las correrías que veo después del niño Moreno Cuenca no hay ni siquiera una sociología de baratillo que justifique la relación apresurada de causa efecto entre ambas. Dicho con otras palabras, Moreno Cuenca adulto habla como habla ante el espectador en la primera escena porque tuvo una infancia como el mismo espectador ve en el resto de la película, a lo que hay añadir la entrevista de Xavier Vinader que refuerza esa ausencia que he mencionado. Sin embargo lo que percibo es que Moreno Cuenca es un niño travieso que esta jugando todo el rato con su pandilla a ser un Robin Hood en los arrabales de Barcelona. Hoy ocupados por las oleadas indiscriminadas de inmigrantes. Sin que comparezcan en ningún momento ni la familia ni la escuela, instituciones donde se aprende de ética y moral. Lo que es el bien de lo que es el mal. Solo comparecen la policía y los funcionarios de los reformatorios, instituciones que aplican con rigor la ley y el orden imperante. Moreno Cuenca adulto se siente así como el campesino del cuento de Kafka.
Es justamente aquí, cuando la película parece que se va despeñar por el abismo de la incoherencia cuando el cuento Ante la ley, de Franz Kafka, y la película de De la Loma se dan la mano, por decirlo así, se hacen universales: el extranjero o el extraño, el judío o el gitano, el negro o el del turbante, etc., siempre están ante la ley, o de “el otro lado de la sociedad” como dice Moreno Cuenca, que no leyó nunca el cuento de Kafka escrito setenta años antes de la peli, pero que ayuda al espectador lector a colocar las cosas en su sitio. Por decirlo de otra manera, es como si Jose Antonio de la Loma hubiera hecho una adaptación del cuento de Kafka. A saber, nos muestra elípticamente el muro infranqueable de la Burocracia, como el quinto poder de las sociedades de masas, que opera en competencia feroz con los otros poderes heredados del siglo XIX. Una burocracia que anula la capacidad de discernimiento en el ser humano entre que lo que está bien y lo que está mal. Ética y moral como conceptos, entran así a cubrir la ausencia concreta de familia y escuela en el escenario de los hechos filmados. Y eso es lo que me parece que nos quiere confesar Moreno Cuenca, de manera elíptica, en la primera escena de la película: no puede pasar al otro lado de la sociedad porque no sabe discernir lo que esta bien de lo que esta mal, que es lo que me haría ser verdaderamente adulto. Solo le han enseñado lo que es legal y lo que no, lo que no deja de ser un embriagador juego de niños. Que es lo que me pareció que nunca dejó de ser El Vaquilla. Un niño grande y travieso.
Así comienza el cuento de Kafka:
“Ante la ley hay un guardián que protege la puerta de entrada. Un hombre procedente del campo se acerca a él y le pide permiso para accederá la Ley. Pero el guardián dice que en ese momento no le puede permitir la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si podrá entrar más tarde. Es posible - responde el guardián -, pero no ahora.”
¿Hay relación entre este inicio del cuento con la primera escena de la película? ¿Imaginó Kafka que escenas como ésta poblarían el futuro de su cuento? ¿Se inspiró José Antonio de la Loma en este cuento para rodar su película? Contestó afirmativamente a las tres preguntas.