YO ES EL OTRO 2
No hay comprensión sin emoción y sin el otro
Escribe Rafael Narbona en su Entreclasicos:
“Hasta el Romanticismo, la poesía y la filosofía cultivaban la transparencia, la claridad y la elegancia, quizás porque la subjetividad no se consideraba un absoluto, sino una perspectiva que solo adquiría sentido cuando se contrastaba con otras miradas. La experiencia personal no podía prescindir del otro, salvo que se atribuyera una ficticia omnisciencia. La exaltación del yo realizada por el Romanticismo impulsó la presunción de que la alteridad solo era un estorbo.
El genio del poeta y el filósofo podía prescindir del diálogo intersubjetivo, pues lo esencial se hallaba en su interior y, por tanto, la introspección era el único camino hacia la verdad, una verdad que solía revelarse como intuiciones o visiones difíciles de expresar y comunicar. De ahí que la filosofía y la poesía se sumieran en la oscuridad y el hermetismo, una tendencia que se acentuó en los albores del siglo XX, cuando el surrealismo lanzó un feroz ataque contra la razón, repudiando cualquier propósito de inteligibilidad.
Este giro alejó a muchos lectores de la filosofía y la poesía. La perplejidad acabó menoscabando la capacidad de emocionar, una reacción inherente al fenómeno de la comprensión. Afortunadamente, algunos filósofos y poetas aún observan las virtudes clásicas de la transparencia, la claridad y la elegancia. Ignacio Elguero (Madrid, 1964) es uno de ellos. Después de un largo silencio de más de una década, ha publicado Humano (Hiperion).”