CARTA ABIERTA A UN LECTOR CONOCIDO
El barco del club de los lectores no se hunde, como temes, solo está a la deriva, al igual que sus tripulantes. Imitadores sin desmayo de la vida que queda bajo la influencia imperiosa del Imperio del Reloj. El capitán siempre está en el barco haciendo trabajos de mantenimiento del alma. A veces baja a tierra para observar la realidad material y le da miedo cómo está el patio. El día que entrega a los tripulantes el libro de bitácora para hacer juntos la nueva travesía, tiene la sensación que siguen inmersos en el trajín del tiempo del reloj y que les cuesta pararlo del todo. De hecho nunca lo paran, y cuando lo consiguen se sienten desnudos y llenos de miedos, complejos y prejuicios, pierden el control sobre sí mismos tan apreciado, se enfadan, y lo ponen de nuevo en marcha. Para volver a las apariencias. Tic tac tic tac, uff uff que gustito, de nuevo en casa y no en el puto barco. La farmacopea inherente al tiempo del reloj. De ese bucle no salen. No salimos. Pero el capitán, el barco, el rumbo y el destino del libro de bitácora siempre están en el tiempo del alma. Y no pueden estar en otro sitio, pues la literatura y las artes en general forman parte del alma del mundo por derecho propio.
Por eso la propuesta que te hago: renovar el club de lectores, a partir de la recuperación de la idea del alma en nuestras vidas y en nuestras lecturas. Dicho ahora de manera abierta y sin tapujos, para ligar la importancia de la literatura a la seriedad de la vida. Subiremos al barco a eso. Lo cual supondrá adentrarnos en los saberes del alma. Es decir, alcanzar un común acuerdo de la verdad que habita y sostiene cada libro a partir de los distintos enfoques del alma de cada uno de los lectores. Un club de lectura es un encuentro de almas distintas a la busca de una verdad común.
Aquí vamos a disentir. Tu perteneces a la generación de la post verdad: cada lector tiene una verdad irrefutable, auto referente y auto complaciente, legitimada únicamente por su aparición en las múltiples pantallas a las que es adicto. El adanismo es tu ideología preferida. Niego esa visión unilateral y ensimismada, más propia de un ser no humano (sea dios o animal) que de un ser humano dueño de la conciencia, la razón, la palabra y el lenguaje que definen sus límites. Pienso que todas esas verdades individuales remiten en su intimidad a una verdad común de donde procedemos, que es la que acoge el alma de cada lector. Solo sabremos de nuestra verdad particular si pensamos sobre la verdad común que nos une como humanidad. Ahí se concentran los saberes del alma y cuya búsqueda es la verdadera salida a las limitaciones de nuestra materialidad corporal: mortalidad, finitud, imperfección, etc., al consumo de datos que nos afligen y nos obsesionan. Es un religare sin necesidad de iglesias ni predicadores. Es la consecuencia inevitable de nuestro pensar intuitivo, no demostrativo, propio de nuestra propia humanidad.
Internet y las redes sociales no puede sustituir al Alma del mundo, pues son el patio de corralas de la sociedad actual de consumo. Como el vuelo del avión sobre el océano o los continentes no puede sustituir al del águila imperial sobre la eternidad del mundo. Ni la vida ni la lectura en el barco pueden ser un intercambio de datos. Todas las personas tienen los mis derechos ante la ley, pero su verdad no tiene el mismo alcance en el Alma del mundo. Unas ven y sienten mas que otras. Incluso los hay que no ven nada, solo vomitan datos. Depende de la relación que tengan con su intimidad, con su alma. Esta es la deriva contemporánea que el capitán observa cuando abandona el barco, y en esas estamos también dentro del barco.
Será necesario, por tanto, adquirir el compromiso de estudiar y pensar sobre esos saberes del alma, que dan forma y aliento a los cuentos que leamos y a las pelis que veamos. Pensar es el alimento del alma, no un estorbo. Hay ejemplos de lectores entre nosotros que han mostrado la diferencia que hay entre hablar o escribir después de haber pensado o hacerlo de forma improvisada, acobardada o para salir del paso. Entre tantos datos. Y la experiencia lectora de aquellos lectores es suficiente para mantener la esperanza a bordo