martes, 5 de abril de 2022

EL CIUDADANO ILUSTRE 1

 En el uso común del lenguaje parece como si tendiese a no significar. Quien habla y mira parece no ser consciente de que hable o mire. Precisamente porque el hablar y el mirar son hechos naturales. El funcionamiento normal del lenguaje hace que interioricemos la impresión de que el lenguaje funciona porque sí. Solo cuando en la comunicación aparece un problema reconocemos la complejidad del hablar y del mirar, del mismo modo que la enfermedad nos hace recordar que la salud también es un estado o que la espera de una llamada urgente de teléfono nos hace ver que el silencio del teléfono también es una señal. Una señal que hasta puede ser angustiosa. La capacidad de hablar y de mirar, en un mundo desarrollado tecnológicamente como el nuestro, parece ser una capacidad natural. Todo el mundo puede producir palabras e imágenes. El mecanismo de hablar y de mirar sólo se hace evidente cuando uno se enfrenta a un problema expresivo semejante al que representaban los supuestos anteriores, es entonces cuando la conciencia mecánica desaparece y la conciencia de la complejidad se hace presente.

A esa conciencia apela Daniel Mantovani, el protagonista principal de la película El ciudadano ilustre, al dirigirse a los espectadores primero, y a los periodistas en el epílogo. Queda claro que estos últimos no le hacen caso y continúan a lo suyo. Sin embargo, antes de ese epílogo, ninguno de los argumentos que vierten los protagonistas de “El ciudadano ilustre” resultaría extraño y podrían pasar por lugares comunes de las preocupaciones habituales de los espectadores que miran. Lo que cambia es la posición del observador o narrador de la película y el comportamiento del lenguaje verbal y visual que despliega, atentos a las zonas ciegas que pasan desapercibidas en los discursos generalizadores y en el pensamiento que procede mecánicamente, talmente como hacen los periodistas del epílogo que luego informarán a los mismos espectadores en las páginas culturales de sus respectivos diarios. Explicando así lo que dije al principio: “En el uso común del lenguaje parece como si tendiese a no significar. Quien habla o mira parece no ser consciente de que habla o mira. Precisamente porque el hablar y el mirar son hechos naturales.”