martes, 12 de noviembre de 2024

ESTELA PUYUELO

 SOL

Me gusta ver el sol cuando se cae
y se corta en el cuchillo de nubes
de sangre naranja
y mata al día
en ese precipitarse lento
hacia algún lugar
que enterrará también
la última luz de hoy.

Volverá mañana a rajarse,
dramático, el mismo
círculo de fuego
que revela su pantomima,
entre algodón de azúcar,
al amanecer.

NOSTALGIA

 LA DESCONFIANZA DE LA FICCIÓN 

Proponer en un cine forum la película Nostalgia, de Andrei Tarkovsky, me parece una de las audacias mentales actuales que merece la pena mantener viva, como no, en la mente del mundo, el único tiempo que permanece al margen de la dictadura del espacio hedonista y consumista que ha impuesto el nuevo capitalismo anímico.


Decirles que la tertulia del domingo me interesó mucho por lo que no entendí. Es decir, por lo que me queda por saber, respecto al tema de la película, el sentimiento humano de la Nostalgia, que ha pasado a engrosar así el pasado, valga la redundancia, de nuestras vidas. A eso me refería cuando dije que no todos los pasados están agotados. Por lo que hay que volver a ellos, una y otra vez. Sin embargo, el propio espíritu mandón y sabelotodo del capitalismo anímico donde vivimos los espectadores que me acompaña a en esta tertulia, lo impide una y otra vez. A saber:


1 La tertulia tiene una virtud, sacarnos a todos contra nuestra voluntad, de la zona de confort. Lo cual no es suficiente para que prevalezca entre los contertulios la desconfianza, más, si cabe, si hay que hablar de la Nostalgia. La desconfianza no se aviene con cualquier sentimiento que provenga del alma. La desconfianza mata cualquier tipo de compromiso con la película y con los otros espectadores. Vale lo mismo para el club de lectura. ¿Cómo se puede comprometer uno con alguien o con algo si no tiene confianza?


2 Siendo la tertulia el lugar y tiempo del Saber del No saber, prevalece, sin embargo, la idea del experto del laboratorio, no la del que entra en un templo sagrado como nos propone Tarkovsky en su película.


3 Siendo Nostalgia una obra de arte prevaleció en nuestras intervenciones la razón medidora o analítica y no la razón poética, a la que se confundió con irracionalidad.


4 Siendo Nostalgia una película fuera de la actualidad, prevaleció el tono del cotilleo de la actualidad en las palabras de los contertulios.


5 Siendo la tertulia un lugar y un tiempo para hablar de lo que no se sabía de Nostalgia, prevaleció el yo no tengo nada que decir. ¿Cuántas veces en nuestro pasado esa fuerza auto censurante nos ha callado, no tanto para decir lo que sabemos sino para decir lo que no entendemos o lo que no sabemos. Lo que quiere decir que tenemos días y días en nuestro pasado en los que no hemos entendido nada. De eso, sobre todo de esa colosal ignorancia, también está preñado nuestro presente sabiondo.


6 Entonces, habiendo quedado en la tertulia para hablar sobre la peli, ¿cual es esa fuerza interior que nos impide, fuera de la zona de confort, hablar de lo que no sabemos. Hablar de nuestra colosal ignorancia?


Al mirar la peli de Tarkovsky, o cualquier cuadro de la galería principal del Museo del Prado nos cuesta (a mi el primero) desprendernos de nuestro presente lleno de imágenes de todo tipo y de nuestra mochila cultural, no hecha de estudios y aprendizajes meritorios, sino de restos o retales fuertemente identitarios, dominados por el Yo soy. Sin darnos cuenta que en el ámbito identitario se está con el cuerpo, solo se es en el ámbito creativo del arte, que es el ámbito del alma.


Mirar un cuadro o una peli, como Leer un cuento o una novela es una llamada desde el fondo de la obra al fondo eterno o lo que sucede siempre en nuestra Alma, no a la superficie coyuntural en que se encuentre metido nuestro cuerpo, ya esté jubilado o embarazado. En Tombuctú o en Aldea del Fresno.


Una llamada que viene de lo que es más grande que nosotros, de lo que no entendemos y no entenderemos nunca. Ayer con la presencia de Dios hoy con su desaparición, ayer con la tecnología de la sociedad agraria y el primer capitalismo del esfuerzo y lleno humos, hoy con la tecnología de ciudad digital y su hedonismo profiláctico.

viernes, 8 de noviembre de 2024

VICTORIA OCAMPO

 SONETO

Me gusta, triste, soñar por la tarde, cuando tañe la hora,
Sea con el céfiro perfumado de la primavera
o de un invierno helado la brisa monótona
que de las campanas me trae un sonido claro y vibrante.

Me gusta imaginarme en una playa bretona
Con su arena de oro y el océano inmenso
Y la queja sin fin de las olas que resuena,
Esas olas de tono glauco y espaldas de espuma.

Amo esos días de verano donde el sol cálido brilla,
el pájaro vuela borracho de luz y gorjea,
las flores perfumadas lo embalsaman todo y el prado es tan verde!

Pero lo que llega más a mi alma sensitiva,
lo que la hace llorar y la cautiva
es escuchar, oh Rostand, cantar su alma en verso.

QUEDARSE EN CASA

 Ir a comprar al híper de las afueras de la ciudad es a la vida urbana y cosmopolita, lo que las tiendas de ultramarinos o colmados fueron a la vida campesina, tercer principio legal de su razón de existencia. La propiedad de la hacienda familiar campesina, donde vive Gonzalo Trías es el primer principio y se organiza y define en torno al trabajo, el segundo principio legal campesino. Viajar, que también forma parte de lo que da relumbrón y prestigio a la gente que vive en la ciudad, junto con el BMW, los rayos UVA y hacerse fotos con el Partenón a la espalda, es para Gonzalo Trías uno de los placeres más tristes de la vida o el paraíso de los necios, como afirmó en su día Ralf Waldo Emerson, cuyas obras ha ido leyendo a lo largo de los últimos años. El caso es que lo que Gonzalo Trías llama hacienda familiar es una parcela de poco más de mil metros cuadrados, que compró a un arquitecto en una subasta de dudosa legalidad, en una urbanización de la sierra norte de la ciudad. Allí lleva viviendo cerca ya de treinta años, imaginado que es lo mismo que haber dado siete veces la vuelta al mundo, lo que convierte en un justo merecedor de quedarse en casa.


miércoles, 6 de noviembre de 2024

JOSÉ ZORRILLA

 TARDE DE OTOÑO (fragmento)

Ya viene el revuelto otoño
Recogiendo frasco y flores;
Pasó el sol con sus calores,
Y alumbra al fin otro sol;
Pasaron las alboradas
Deliciosas de la aurora,
Que el horizonte colora
De purpurino arrebol.
Pasaron las noches claras
De la luna y los jardines;
Las noches de los festines
Tras el otoño vendrán.
Pasó el tiempo de las citas
A deshora entre las rejas,
Los cuidados de las viejas,
De las niñas el afán.
Pasaron las serenatas
Debajo de los balcones,
Las rondas y las canciones
Del mancebo emprendedor.

JURADO Nº2

LA BOLSA O LA VIDA, COLEGA

Antes de iniciarse el juicio contra James Sythe, acusado de haber matado a su novia Kendall Carter mediante atropello tras una discusión en un bar, a la jueza no le interesa lo que piensan sobre “Su Ser” cada uno de los miembros del jurado, solo si están limpios de polvo y paja respecto a su “Deber Ser” como ciudadanos. La ontología se oculta así tras la ley. Esta praxis que impone la jueza, dueña y señora de la sala donde se celebra el juicio, promueve una visión dualista del mundo allí dentro con fundamento moral: a un lado, los miembros del jurado que juzgan, intachables como han confesado a la jueza; al otro, el acusado de la muerte de su novia, con cara de malote y tal. Una visión del mundo que es a la que el espectador se tiene que enfrentar desde el primer plano. Resumiendo, después de los trámites pertinentes según el protocolo del derecho positivo: la explícita denuncia por parte de la jueza de aquel crimen en la persona del acusado, proclama implícitamente la decencia de todos y cada uno de los miembros del jurado.¿También la del espectador? Comenzamos. 

No pasará mucho tiempo para que el espectador se dé cuenta que puede que se encuentra ante una nueva versión de la peli “Doce hombres sin piedad”. Pero también se dará cuenta, casi al mismo tiempo, que las motivaciones que impulsan a Davis, Jurado nº 8 (Henry Fonda) a dudar razonablemente de la culpabilidad del acusado en el juicio de la peli de Sidney Lumet, no son las mismas que las que tiene Justin Kemp, Jurado nº 2 (Nicholas Hoult) en el juicio de la peli de Clint Eastwood. Lo cual le lleva a sospechar que como no cambie de lentes como espectador de la peli de Lumet no podrá ver la peli de Eastwood. O la verá borrosa. La peli de Eastwood no es un remake, ni tan siquiera una versión como he dicho antes de la de Lumet. Lo que Eastwood hace es otra cosa bien distinta. A saber, dentro de la filmografía judicial en la película de Eastwood la justicia no la representa ya el equilibrio de la balanza en la conversación que vemos en la escena final o la firmeza de la jueza en las escenas del principio para que el jurado sea burocráticamente indiscutible, sino el paulatino y silencioso desequilibrio que muestra el Jurado nº 2, representado en la persona de Justin Kemp. Un joven adicto en recuperación que lidia con el trauma del aborto espontáneo de su esposa Ally y que está a punto de ser padre nuevamente, es llamado para ser jurado en un juicio muy mediático. Todo podría parecer bastante claro, si no fuera porque la misma noche de los hechos, Justin conducía por esa misma carretera y creyó golpear algo, un ciervo pensó, pero la noche cerrada y la lluvia le impidió ver si realmente había pasado algo y a qué podría haber dado con su coche. Kemp rápidamente se verá enfrentado a un grave dilema moral cuando llega a la conclusión de que pudo haber sido el responsable de la muerte violenta de la víctima. Lo que precipita ante el espectador una nueva expectativa narrativa que conduce a un dilema moral que, no por sabido en la intimidad de cada cual, se resiste a aparecer explícitamente en la pantalla. Eastwood ha decidido que basta ya de los cinismos e hipocresías que llenan en privado  las vidas relumbronas de los miembros de la clase media que retrata en su película: la justicia no es ese concepto abstracto y absoluto que reivindica Henry Fonda en “Doce hombres sin piedad”, muy al contrario. Que la justicia falle de forma consciente puede ser la única solución para que siga la vida (aunque se joda la justicia), nos viene a decir el director californiano en su posible testamento fílmico. No siempre, claro está, pues tratándose de la justicia humana y entre humanos, no podemos olvidar que toda obra humana es por definición defectible y debe corregirse si se llega mentalmente a tiempo, nos viene también a sugerir irónicamente Eastwood. No parece que eso haya sido así para el violento novio de la mujer muerta por atropello, que siendo inocente de tal crimen se tendrá que pasar el resto de su vida entre rejas. Todo para que la niña que ha tenido el cobarde Jurado n º 2 no sea “huérfana” desde el primer día de su nacimiento. Así es la vida, a pesar de las ensoñaciones de nuestra imaginación.


La Justicia como la Paz son dos ideales que la imaginación humana produce debido a sus ansias de perfección divina, pero es conveniente no olvidar que no son realizables fuera de aquella imaginación humana. Aunque también es verdad que si no estuvieran ahí, tampoco sería posible la corrección adecuada a lo que por definición, como he dicho es defectible. A saber, evitar la guerra, la mayor de todas injusticias que los humanos podemos cometer, y que nuestro creciente descontento existencial - lo que diferencia a la época de Lumet de la de Eastwood - no exaspere sin control la culpabilización de los demás o la víctima convertida en verdugo, para evitar el pernicioso y cínico “yo no he sido”, santo y seña global de esta época nuestra, junto con el “y tu más”.


Es la ambigüedad con que trata Eastwood los conceptos absolutos universales: justicia, lealtad, amor, vida - que no es tan acusada en Lumet, por ejemplo, su jurado nº 8 Henry Fonda, es de una pieza desde el principio de sus dudas, nunca duda que dude - lo que puede permite al espectador, si quiere, mantener la distancia suficiente para que sigan vivos sus ideales a sabiendas de que no se cumplirán nunca, y no sentirse mal por ello, al contrario orgulloso de ser así no como otros. Esa ambigüedad, digo, es la portadora de la lucidez que le falta al espectador, metido con ésta en la caverna de la vida cotidiana actual. Eso solo se pude hace, si se quiere, cuando se han cumplido 94 años. Es decir, cuando uno ha alcanzado la sabiduría humana: “solo sé que no sé nada”. La vida no es un valor absoluto, la niña de Justin Kemp nació pero podía no haberlo hecho, como él bien sabe al haber perdido las dos gemelas en el aborto espontáneo de su mujer. La bolsa del violento acusado pudo quedarse con ella si le hubiera dicho en el bar a su novia muerta que la quería con locura, como así confesó después. Pero no lo hizo, y perdió la bolsa de la mano de un fallo consciente de la justicia, que podía haber sido más justa o menos consciente, pero no lo fue porque iba a nacer la niña de Justin Kemp, etc etc.


viernes, 1 de noviembre de 2024

CIRCE MAIA

Por detrás de mi voz

Por detrás de mi voz
-escucha, escucha-
otra voz canta.
Viene de atrás, de lejos;
viene de sepultadas
bocas y canta.
Dicen que no están muertos
-escúchalos, escucha-
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.
Dicen que ahora viven
en tu mirada
(sostenlos con tus ojos,
con tus palabras,
sostenlos con tu vida,
que no se pierdan
que no se caigan)