martes, 4 de noviembre de 2025

MARÍA FERNÁNDEZ

 CASABLANCA (fragmento)

Me imagino a Ilsa furiosa con Rick,
triste, confundida, decepcionada,
sobrevolando a oscuras el Atlántico.
El muy cobarde decidió por ella
y, engañada, la subió en un avión
con Víctor, miembro de la Resistencia,
para desvanecerse entre la niebla
con la única promesa de recordar París.
Te pareció el acto de amor más grande
y yo te rebatí: si la quisiera,
habría acatado su decisión
de quedarse y, terminada la guerra,
la habría hecho feliz en Casablanca
bajo todas las lunas de Marruecos.

Pero comprendo a Rick en ocasiones.
Supo que alguna vez discutirían,
temió que acabara por añorar
a su esposo, por evocar su vida
de haber aceptado su pasaporte,
por verse prisionera y arrepentida
junto al piano y no pudo soportar
ser la razón de verla desgraciada.

CIUDADANO BERLINÉS 6

 Para ir al aeropuerto de Tempelhof de Berlín alquilamos una bici, que sería también nuestro medio de transporte en el viaje que haríamos días después por la Alemania Luterana. Tempelhof tiene una doble significado para el transporte de la época alemana de entreguerras y de la época dominada por el régimen del nacional socialismo. Por un lado para la aviación civil: de allí salió la compañía aérea alemána Lutfansa; y de Tempelhof también salió la razón de ser de la Luftwaffe, la empresa militar nazi que le permitió controlar en los inicios de la Segunda Guerra Mundial los cielos europeos, hasta que los aliados, norteamericanos incluidos, dijeron basta y le dieron la vuelta a la tortilla en estos asuntos tan vitales en la guerra contemporánea de volar y bombardear a mansalva.

La historia de este primitivo campo de aviación - así se conocía la nueva infraestructura que iba apareciendo en las afueras de las grandes ciudades. Era, como no, un campo enorme en el que antes habían pastado las vacas, donde aterrizaban unos trastos con hélices que se llamaban aviones, que no pastaban sino que se elevaban como los pájaros. Más o menos así lo cuentan las crónicas locales de la época, en las que señalaban que las vacas de la época no daban crédito a lo que veían sus ojos bovinos mientras se realizaron las obras de la nueva infraestructura - se remonta a 1909, cuando el francés Armand Zipfel realizó la primera demostración de vuelo en Tempelhof seguido más tarde por el estadounidense Orville Wright. El 6 de enero de 1923, Tempelhof fue declarado oficialmente aeropuerto y el 6 de enero de 1926 se fundó en Tempelhof la aerolínea Deutsche Luft Hansa AG precursora de la compañía Lufthansa. En 1934, como parte del plan de Albert Speer para la reconstrucción de Berlín durante el periodo nazi, el Ministerio de Aviación del Reich bajo el mando de Hermann Goring, encargó al arquitecto Ernst  Sagebiel la edificación de una nueva terminal de pasajeros, que substituyese a la primitiva, de 1927. Las obras se iniciaron en 1936 y finalizaron en 1941. El complejo de salas del aeropuerto y los edificios adyacentes forma una estructura monumental de un cuarto de circunferencia de más de un kilómetro de longitud. Hasta la construcción del Pentágono, la terminal de Tempelhof fue el mayor edificio del mundo. Norman Foster lo describió como "la madre de todos los aeropuertos".

Allí llegaron un día caluroso de julio de 1945 Harry Truman y Winston Churchill - presidente de EE UU aquel  y primer ministro de su majestad del Reino Unido el del puro - para inspeccionar en la ciudad de Berlín los efectos de su política de destrucción masiva. El del bigote gordo, de apodo Koba y georgiano de nacimiento por más señas, dicen que llegó a Berlín en coche, para reunirse con sus colegas vencedores y repartirse las ruinas del pastel berlinés, en la reunión que habían organizado para tales propósitos en la ciudad de Postdam, cercana a la destruida capital del destruido Tercer Reich. El que Koba no coincidiera con sus colegas en Tempelhof hace suponer que se debiera a que sus colegas ya eran sus enemigos. Había que hacer el paripé de firmar La Paz que habían traído los vencedores, aunque en verdad lo que luego los herederos recibimos en herencia fue una nueva guerra, la guerra fría. El que primero se dio cuenta de esto fue Winston Churchill, el pispas, que desde las islas británicas veía todo lo que se echaba encima en el continente. Lo primero que vio fueron las intenciones de Koba en el frente del este. Como su colega, el cabo furriel del bigotito, quería apoderarse del continente, por lo menos hasta la cuenca del Rin. No en balde acordaron el pacto de no agresión pocos días antes de empezar la Segunda Guerra Mundial. Por eso el del puro dijo, cuando el del bigote chiquito quedó atascado en el fango del invierno ruso, que el enemigo a partir de ese momento era el del bigote gordo. Dicho y profetizado. A lo que vino después del tratado de Postdam a tres, el del puro le puso un nombre y registró el copywriter: el telón de acero. Es todo esa tierra que queda al este de Europa, bajo la firme tutela de la bota de acero de Koba. Chimpun. Winston hubiera preferido a Delano Roosewelt. Espera a Truman a pie de la escalerilla del avión donde llega Truman a Tempelhof. Nada más aparecer por la puerta le parece un trilero del medio oeste que lo mismo trafica con whisky que con la energía atómica, como así fue. Estuvo encantado de anunciar a sus colegas y al mundo que tenía preparado un par de pepinos para doblegar a los japoneses y acabar de una vez por todas con esa maldita guerra. Koba es Koba, no pareció inmutarse. Él inventó  el cálculo súper decimal. Para Koba un muerto es una tragedia humana, pero tres millones de muertos es una estadística. Y en este plan. Ahora que lo tenía delante de sus narices, el del puro se dio cuenta lo corto que se había quedado en sus apreciaciones respecto a Truman. Lo que más desconfianza le produce a Churchill en la corta distancia es su sonrisa. Le parece la de un vendedor de ovejas de Oklahoma. Antes de ira a Postdam para encontrarse con Koba, Churchill quiso visitar lo que quedara del búnker donde había vivido el cabo furriel del bigotito pequeño. Truman decide ir hasta la puerta de Brandeburgo para pasar por debajo de sus arcadas, como hizo Napoleón en 1806. Ya se ve que El Corso tiene predicamento todavía en la otra orilla del Atlántico.


viernes, 31 de octubre de 2025

ARCIPRESTE DE HITA

 LIBRO DEL BUEN AMOR (fragmento)


Pasando yo una mañana
el puerto de Malangosto
asaltóme una serrana
tan pronto asomé mi rostro.
-“Desgraciado, ¿dónde andas?
¿Qué buscas o qué demandas
por aqueste puerto angosto?”

Contesté yo a sus preguntas:
-“Me voy para Sotos Albos”
Dijo: -“¡El pecado barruntas
con esos aires tan bravos!
Por aquesta encrucijada
que yo tengo bien guardada,
no pasan los hombres salvos.”

Plantóseme en el sendero
la sarnosa, ruin y fea,
dijo: -“¡Por mi fe, escudero!
aquí me estaré yo queda;
hasta que algo me prometas,
por mucho que tú arremetas,
no pasarás la vereda.”

CLUB DE LECTORES ADULTOS 44

 La falta de compromiso con la lectura propia del texto y con las lecturas de los otros lectores en los club de lectores adultos, no solo banaliza el encuentro sino que como toda banalizacion impide imaginar algún tipo de esperanza, que con la práctica lectora en compañía pueda hacer surgir ese compromiso anhelado. Esto es lo que hay, si quieres bien y sino quédate en casa contemplando lo que da de si tu libertad de expresión individual. Es decir, no hace falta exhibir con tanta autocomplacencia ante los demás lectores, justo aquello  que tiene voluntad de ser comunicado con humildad y duda, la propia lectura, por más que la escritura del texto busque lo segundo antes que la primera. Al final, lo que se impone sobre todo lo demás y los demás es que cada lector diga lo que le pete. El texto como pretexto es el lema para la cháchara y el cotilleo, que se desprende de lo anterior de forma inevitable.

Tres puntos de origen para que estas conductas proliferen así en estos encuentros de lectores y entre lectores. Uno, el miedo como refugio identitario de nuestros prejuicios y complejos. Dos, la ignorancia, pues nadie quiere que se sepa en la conversación pública que no sabemos tanto como aparentamos saber. El club de lectores adultos debe ser el espacio y el tiempo del “saber del no saber”, pues para eso hemos llegado a la edad adulta. Tres la pereza a la hora de pensar sobre lo que leemos, que está adherida, como una lapa a la roca, a la colosal cobardía que al final paraliza al lector que la padece, convirtiéndolo en la más tóxica de las víctimas y, al unísono, en el más vengativo de los verdugos.  “Sapere aude”, de nuevo el precepto de Kant cobra toda su vigencia más de doscientos años después, en este mundo nuestro donde todo vale y todo vale mismo.


Por tanto, a la luz de estos motivos el compromiso con la lectura del club de lectores adultos no es solo una cuestión de modales y cortesía, sino también de valentía y coraje, para vencer ese miedo a reconocer ante los otros lectores que no hemos entendido muchas cosas de la lectura y que venimos al club de lectura apasionados con un puñado preguntas que nos han conquistado sin vuelta atrás. 

miércoles, 29 de octubre de 2025

CARMEN BERASATEGUI

 LAS MIMOSAS

Me gusta mucho el mes de febrero
porque comienza la época de mimosas.
Este invierno viene templado y florecen
un poco antes, me ha dicho la floristera.
Me regalo un ramo de mimosas
todas las semanas y las contemplo, hermosas,
en la mesa de madera frente a la tímida ventana.
Irradian una luz dorada, un no sé qué tierno
que embellece la estancia.
Mira qué tontorrona,
pero las mimosas me hacen feliz la jornada.

Me pregunto si los que no tienen para comer
advierten este prodigio.

CIUDADANO BERLINÉS 5

Dejé al Corso bajando las escaleras de la catedral sin obispo de Berlín que lo conducían a la cripta donde estaban enterrados los miembros de la Haus Hohenzollern, dinastía alemana de rancio abolengo cuyos miembros fueron príncipes, electores, y reyes, emperadores de Hohenzollern, Brandeburgo, Prusia, alemán y. Rumanía. Es de suponer que lo que quiere - así me lo confesó su asistente antes de despedirme de la comitiva victoriosa que seguía al Corso - es tomar medidas de cómo y dónde van a colocar su posteridad una vez que deje el Imperio de los mil años que quiere construir. Ese Imperio no era el suyo, sino del cabo furriel con bigotito cien años después, pero no me cuesta imaginar que ya rondaba por la imaginación debajo del tricornio del Corso.


Al salir de nuevo a la avenida de Under den Linden la normalidad del ambiente volvía a recuperar sus hechuras, después del paso del huracán victorioso del Corso. Dirigí de nuevo mis pasos hacia la puerta de Brandeburgo para desde allí acercarme a la Nueva Galería Nacional de Berlín, la primera y la única obra que queda en la capital alemana de mi admirado Ludwig Mies van der Rohe. Exteriormente el edificio se constituye como un gran zócalo de piedra sobre el que se eleva una enorme cubierta metálica cuadrada sustentada por ocho pilares perimetrales. Retranqueado de la cubierta, se dispone un cerramiento enteramente de vidrio, por lo que visualmente, el espacio del museo es prácticamente un trozo de explanada cubierto, solo interrumpido por dos pastillas de comunicación vertical y aseos. Sin embargo, en condiciones normales, el espacio de museo contiene elementos de tabiquería que varían con las distintas exposiciones y que limitan esa continuidad visual. Este edificio es una de las muestras más representativas y refinadas de la búsqueda de la elegancia mediante la simplicidad conceptual y constructiva: un reflejo de la famosa frase "menos es más" que popularizara este mismo arquitecto. Este espacio a nivel de superficie es solo una parte del museo, que hace las veces de atrio, mientras que las salas de exposición principales se sitúan bajo tierra. El museo forma parte del complejo de edificios culturales de Berlín (Kulturforum) y está principalmente dedicado al arte del siglo xx, con particular énfasis en expresionismo, cubismo y Bauhaus. Contiene obras de Klee, Munch, Kandinsky y Pablo Picasso, entre otros importantes artistas.


Menos es más y Dios esta en los detalles, resume una ética de Mies van der Rohe contraria a la del Corso, que sigue metido en la cripta de la catedral de Berlín buscando inspiración para su posteridad. Dos frases que resumen una forma de mirar un mundo que no se dejaba mirar. Como pasa ahora mismo. Mies tiene una obsesión rigurosa por la función y por la técnica de la obra que realiza. Solo sabe de una cosa pero persigue durante toda su vida con total ahínco y tenacidad. Lo cual lo encarna muy bien, otra vez, el eslogan: menos es más y dios está en los detalles. Hace arquitectura moderna pero enraizada en la convención prusiana. Lo que no se entiende, visto desde hoy, es la catalogación de la obra de Mies por parte del cabo furriel con bigotito como arte degenerado, que lo obligó a abandonar Berlin y emigrar hacia Chicago. El Corso habría sido más indulgente y le habría pedido a Mies algún encargo para albergar las glorias imperiales de su posteridad.


lunes, 27 de octubre de 2025

RAFAEL CAMARASA

 TRANSEÚNTE

De visita en esta ciudad vieja
sé muy bien que el tiempo de gracia es limitado,
así que gozo de sus cafés y sus museos,
de la catedral que levantó un genio antiguo.

Como siempre, me iré unos segundos antes
de que un ángel rompa una estatua
a martillazos.

Hay un momento en que todo se endurece:
hasta el rictus de las madonas de los lienzos.
He estado en muchas ciudades y he aprendido
que solo son hermosas las de paso.