SOBRE CORAZAS Y ALMAS
Cualquier espectador que mire esta película lo primero que le vendrá a su memoria, sin demasiado esfuerzo, es el lado canalla de su vida familiar. Entendiendo por lado canalla el cuarto trastero, donde se amontonan todas las maledicencias e inquinas aderezadas con su buena dosis de bilis de cianuro, que acumulan las relaciones familiares. O como dijo Lev Tolstoi “todas las familias son igualmente felices, las desgraciadas lo son cada una a su manera”. Y luego se lanzó en tromba a escribir Anna Karenina. Así, talmente, hizo Mike Leigh al dirigir la película “Secretos y mentiras”.
Si cualquiera tiene al alcance ese repertorio memorístico, no cualquier está en condiciones de saber administrarlo. Podrá hacerlo, como es lo habitual en los clubs de lectura, diciendo lo que piensa creyendo que eso es equivalente a pensar lo que dice. Y creerá mal. Y es que lo primero que detecta el espectador, desde el primer fotograma, es una extraña perfección, diría que no humana, en la forma de moverse y de conversar que tienen conjunta e individualmente unos personajes tan vulgares y poco interesantes. Es como si dijeran, así somos y así nos manifestamos, de adentro afuera y viceversa, uno a uno y todos a la vez con nuestras máscaras a cuestas, entre lo universal y nuestra mezquina historia familiar. Eso sí, sin servidumbre ideológica alguna, o identidad de género a la moda. Una extraña perfección, por decirlo así, hecha de una perfección extraña a base de melodrama, comedia, humor, drama, en los momentos mas imperfectos de la condición humana: léase la manifestación de sus pasiones y emociones primarias. Una extraña perfección que conjuga el alma y el cuerpo de los personajes sin la habitual dicotomía criminal. Justo en esos momentos en que más nos parecemos al animal que llevamos dentro. Al final, los personajes saben dónde están y como tienen que seguir con los parientes de su vida al lado. Han encontrado una salida, por decirlo con el mono Kafkiano de “informe para una academia”, a sus continuados encontronazos o desencuentros familiares. Y es que el arte narrativo acaba hallando su forma, el sentir del sentido también llamado sentimiento, nunca es una simple manifestación de las emociones básicas de la vida. Es a este milagroso acontecimiento a lo que asistimos, cuando vemos esta película.
Y con esa contradicción a las espaldas, las propias del espectador y las de los protagonistas de la peli, realmente cuesta hallar las palabras para describir la intensidad emocional y racional de esta película. Por ponerle un titular, sin que sirva de precedente: Creo que en ninguna otra película he derramado tantas lagrimas. Ni me enfadado tanto, ni todo lo que se decían los personajes por momentos me ha importado una higa, a medida que subía el suflé de la peli. A mi juicio ese es su mayor mérito: la formidable pericia de la puesta en escena donde la potencia comunicativa que pone en marcha la complicidad entre director y personajes llega a emocionarnos en lo más profundo de nuestras almas, cuando todo lo que vemos parece apuntar al mayor de los desbordamientos y fiascos narrativos. Y todo ello sin más armas, como he dicho más arriba, que una historia transmitida por unos personajes espantosamente humanos aunque bendecidos por su estado de gracia divino. Unos personajes, que como casi todos nosotros, viven escondiendo en su intimidad unas profundas heridas, cuyo último destino - como no podría ser de otra manera - es remontar el pozo de la vergüenza y la culpa, y finalmente salir a la luz. Es en esta exteriorización cuando la peli adquiere la forma que vemos, donde se encuentra la llave de la curación de las heridas de los personajes. Y, a la postre, también del perdón recíproco entre ellos.
Quedémonos, como dice Ángel Fernández Santos en su critica a estos secretos con sus mentiras, con la escena en que la madre y su hija negra olvidada se encuentran en una parada de metro, después de varias conversaciones telefónicas, para conocerse. Una escena que muestra al espectador quienes nos están contando la historia. Pues aunque, hasta ese momento, nos haya parecido increíble por su turbulencia y desasosiego, esta historia de ficción, como todas las historias de ficción, se asienta en algún lugar de alguna alma humana a la busca de sentido, no flota ingrávida como los nubarrones de la tormenta antes de descargar toda su furia con lo que lleva dentro, sin piedad ni contención.