LOS COMIENZOS
Cuando
me quedaba parado, observando desde las orillas al gran río alemán, me venía
una extraña sensación de difícil explicación lógica, Mi madre la calificaba
como destino. Es el destino, respondía siempre ante cualquier acontecimiento
que, sin haberlo presentido, o sospechado antes, se nos echaba encima. El Rin
es un río que tiene destino. Y no me refiero al geográfico, el mar del Norte,
sino en la unión del continente europeo. Sus orillas son testigos silenciosos
de los acontecimientos mas sangrantes de la historia moderna europea. El Rin
es, tal vez, la mayor cicatriz de aquellas enormes heridas, que todavía supura
calladamente bajo el discurrir constante de sus aguas. Cualquiera lo diría,
convertido hoy en un vergel para disfrute de caminantes, ciclistas y amantes de
los cruceros.
Salimos
de Karlsruhe, ciudad que pertenece al estado de Baden Württemberg. Allí lo
habíamos dejado el viaje anterior, procedentes de Schaffhausen, ciudad suiza
fronteriza con Alemania. El tramo, digamos, del curso alto, corre desde las
montañas escarpadas de Los Grisones
(Suiza) hasta desaguar, de forma tan estrepitosa como espectacular, en el lago
Constanza. Un tramo abrumadoramente hermoso desde el punto de vista paisajístico,
pero menor, desde lo que me interesa contar respecto a su significación
histórica y cultural.