viernes, 30 de agosto de 2024

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 6

 EL CANON DE BAYREUTH

Bajamos en la estación de la DB de Bayreuth al atardecer. El hotel no queda lejos, lo cual es de agradecer dado el ajetreo que hemos tenido, transbordo y aluvión de pasajeros incluidos. Es algo antiguo sobre todo la entrada que tiene una escalera empinada. Subimos a la habitación tirando literalmente de las alforjas, pasando por el comedor que parece de una antigua Gasthof, en madera. Según se entra a la derecha, el rey campechano y su señora en una foto saludando a un señor, que resulta ser un pintor amigo de la dueña. Al parecer la escena es en una exposición en Dresden. Hay varios cuadros del pintor en todas las estancias, un autorretrato bastante atrayente, entre Chagal, y Toulouse L.  Pasillos y puertas de madera, hasta tiene tele. Todo el conjunto hace que estemos como en casa. Lo cual me anima a tumbarme en la cama y leer de nuevo a Chamberlain, para poner un contrapunto a este ambiente hispano con que nos ha recibido esta ciudad de barítonos y sopranos. Dice así en el inicio del capítulo que he elegido, “Bayreuth como patria del alma”: “He permanecido largamente en Bayreuth. Más aún nunca lo he abandonado. Llegó a ser una patria para mi alma de apátrida. Y no solo relaté mis años como asistente a los festivales, de una temporada a otra, sino que mi existencia espiritual arraigó en ellos. Es el único lugar del mundo del cual dependo gracias a los dones que recibí del genio, los fines que conducen mi vida hasta en sus detalles prácticos y los ideales impulsos que en él he hallado. En el dominio de las producciones dramáticas, Bayreuth es señero por sus actos, no solo por ser el lugar de los anhelos sino también el lugar de las realidades. Aquí a diferencia de otros lugares, la nobleza se sueña y se quiere, se reconoce y se puede cumplir. Por eso fue Bayreuth, para quienes conocen su esencia, una escuela de la acción.” 

No hace falta insistir demasiado que es mejor recordar las palabras del filósofo inglés Chamberlain, que irnos a la oficina de turismo de Bayreuth para que el funcionario o funcionaria de turno nos informe sobre que es lo más interesante de visitar en la ciudad. Nos extendería un plano de la ciudad sobre el mostrador, nos indicaría con un rotulador rojo donde estamos, nos preguntaría cuando tiempo vamos a estar en la ciudad y nos señalaría un itinerario adaptado a ese tiempo, indicando sobre el mapa cuál es el sentido más adecuado a nuestra visita. No faltaría en su amable atención interesarse por nuestro lugar de procedencia, concluyendo todo ello con el repliegue del mapa, su entrega a quienes le hemos escuchado acompañado con la mejor de sus sonrisas, y desearnos, al fin, de forma simultanea una feliz estancia en la ciudad.

De acuerdo con el espíritu que Chamberlain deja de manifiesto en su libro, la ciudad de Bayreuth se puede visitar, como no podía ser de otra manera, siguiendo los tres lados de un triángulo irregular imaginario. Si puede ser a la manera romántica mejor que al estilo turístico imperante. Los vértices de la base serían la Ópera del Margrave: es uno de los pocos teatros barrocos que han persistido intactos en Europa y junto al Teatro de Cuvilliés de Múnich, el Teatro del Castillo de Český Krumlov y el de Drottningholm en Suecia son considerados joyas del género, y Wahnfried: formado por el palacete que se encuentra dentro de un inmenso jardín, lugar en el que se oye uno de los mejores silencios de la naturaleza que hayan captado mis oídos, conjunto señorial en el que residía el compositor Richard Wagner y su familia. El vértice de la altura sería el Teatro de los Festivales de Bayreuth. Wagner supervisó personalmente el diseño y la construcción del teatro, que albergaba numerosas innovaciones arquitectónicas con el fin de dar cabida a las inmensas orquestas para las que el músico alemán escribió su visión particular de lo que debería ser el montaje. Es este triángulo irregular imaginario es donde suena sin parar desde hace casi 150 años el Canon de Bayreuth. Tal es el nombre de un catálogo de óperas del compositor alemán Richard Wagner que han sido representadas en el Festival de Bayreuth. El festival fue inaugurado por el compositor alemán el 13 de agosto de 1876 en el municipio bávaro del mismo nombre bajo el mecenazgo de Luis II de Baviera, y ha continuado bajo la dirección de su familia desde su muerte.

En esta Meca de la Ópera, es donde peregrinan cada año miles y miles de devotos feligreses a la llamada del Festival Wagneriano, sepan de ópera o solo sepan de adicciones y exhibicionismo - en esto nada ha cambiado desde entonces. Allí mismo, bici al lado, ante la puerta del Teatro, no cuesta nada imaginar la presencia del más excelso de esos peregrinos, andando como oso enjaulado hasta que se alzase el telón, eludiendo cualquier contacto con sus semejantes, huraño humano demasiado huraño, me refiero, como no, a Friedrich Nietzsche. Cuentan las crónicas de la época, y el filósofo en su cuarta consideración intempestiva, que fue a partir de la inauguración del festival cuando éste empezó a criticar la música de aquel por haber vuelto al redil cristiano burgués, del que tanto abominaba el autor de así habló Zaratustra. Nada dice el filósofo de la condición antisemita del músico. No me queda muy claro después de leer al superhombre nietzcheano y escuchar la música del ego wagneriano, si ambos coincidían en ese asunto reflejados en el mismo espejo. Lo que sí me parece apreciar es que algo de la sombra de cada uno de estos gigantes está presente, de forma vulgar y zafia si se quiere, en el narcisismo ególatra de la sociedad de masas actual. Y es que no en balde, como dice el dicho, en esta época nuestra todos somos enanos caminando a hombros de gigantes. Será por algo, digo yo.

Paseando entre las calles llegamos a la plaza del mercado. Entramos por la parte superior, toda entera estaba llena de terrazas: hora del helado y algunos ya cenando. Nos aposentamos en una heladería Buonissimo: unos vinos con patatas chips. Ricas y haciendo tiempo. Luego fuimos al final de la plaza donde había  una braueri. Las camareras estaban en las últimas, pero aún pudimos pedir: dos snitchel wienner art, y su complemento. Día logrado.