viernes, 23 de agosto de 2024

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 4

 LA CASA DE GOETHE QUE ILUMINA LA HUMANIDAD

Una vez concluido el paseo por las calles y barrios residenciales de Frankfurt, dedicamos la tarde noche de este último día en la capital del dinero europeo a aspectos más temáticos, por decirlo así. Me gusta llamar a la ciudad alemana la capital del dinero, porque pienso que la moneda única es algo más que un instrumento económico financiero. Es un símbolo de nuestro destino común como europeos. Aunque los más escépticos no lo vean o no lo quieran ver, el euro es una evidencia material de que existe ese horizonte común ideal e inmaterial. Y esta imagen es importante que esté presente entre nosotros cada vez que salimos de nuestro terruño provincial y compramos un kilo de patatas al otro lado de la frontera. Es como la relación indudable que hay entre la belleza del mundo y la existencia de Dios, que diría Tomas de Aquino.


Siendo la cuarta vez que visitábamos Frankfurt, las visitas temáticas a la ciudad en esta ocasión tenían la intención de apreciar el detalle más que lo propiamente panorámico y turístico  del lugar, que ya comenté en otras crónicas. Así la primera visita fue al museo del cine. Queríamos ver si había habido alguna incorporación respecto al nuevo cine alemán, digna de formar parte del museo. Solo detectamos, y con dudas de su novedad, un traje de la actriz Franka Potente en la película “Corre loca corre” y el uniforme rojo del protagonista de “Good bye Lenin.” Lo demás ya estaba ahí en anteriores vistas: fotos antiguas y modernas, aparatos de fotos, caleidoscopios, y aparatos de cine, antiguos y modernos,  y algunas fotos de artistas, antiguos y modernos. Sigue sin estar en este museo una muestra del mejor cine alemán de la época de entreguerras y de la época nazi con Leni Riefenstahl al frente.


Si la plaza de Römerberg representa lo que fue la ciudad medieval de Frankfurt, el núcleo conocido como el pequeño Manhattan nos apabulla con su voluntad de mirar hacia futuro. Lo que te impide pensar que todas esa moles de acero y cristal se levantan sobre los escombros de la ciudad medieval que, repito una vez más, desapareció tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión, después de la foto de rigor, también una.vez más, ante la escultura del euro, nos dirigíamos andando poco a poco entre rascacielos de alturas diversas y un significado común monetario hacia la casa de Goethe, a ver si era posible imaginar el barrio donde nació y vivió hasta la primera juventud el bardo alemán. Reconozco que es difícil, muy difícil, a pesar de haber visitado recientemente la plaza Römerberg. El barrio donde el abuelo de Goethe compró la casa, en la que éste nació en 1749, estaba formado por casas del estilo arquitectónico que se ha recuperado en esa plaza. Aunque la casa ha sido restaurada sugiriendo el estilo de entramado de madera del siglo XVIII, el entorno de cristal y acero del siglo XXI que la rodea se acaba imponiendo. Cabe consolarse pensado que en su interior se encuentra el escritorio donde escribió obras como Werther y Fausto , y que el espíritu de estos personajes universales, ahora si, cuesta menos imaginarlos entre los viandantes que te encuentras según caminas por este barrio. No en balde el hiper individualismo narcisista contemporáneo, que se encarna de manera indiscutible en los millones de selfies que produce la turistización en las ciudades del mundo, tiene una matriz romántica cuyo primer autor es sin duda Goethe. La última manifestación de este tardo romanticismo se encuentra en el puente de los candados, donde los enamorados de hoy dejan constancia de sus sentimientos mediante su encadenamiento al puente con sus respectivos candados, bendecidos, eso sí, por la línea del cielo del pequeño Manhathan en frente.


Una ultima escena de estirpe romántica en el medio del puente de los candados, ahora vacío, cerca de la media noche, con la línea del cielo luminosa de Frankfurt y la torre gótica cubista a una orilla del río, y la torre de ladrillo expresionista al otro albergando al lujoso Hotel Plaza. Es cuando te viene a la cabeza algo que Goethe sugiere de alguna manera en su ensayo sobre los colores. La luz es velada oscura y opaca, como la vida misma. Más bien es el rayo oscuro que sale de la tiniebla y brilla, si merece la pena, en la oscuridad de la noche. Un resplandor negro. No es de extrañar que el Dios bíblico sacara la luz de la oscuridad para crear el orden del Génesis. No le quedaba otra si lo que quería era inventar el mundo y no un anuncio de cruceros surcando las aguas del Meno.