martes, 27 de agosto de 2024

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 5

 CAMINO HACIA BAYREUTH

Recoger las bicis, las que serán nuestras compañeras inseparables durante los próximos 13 días, es otro de los rituales de estos viajes ciclistas. Previamente las habíamos alquilado vía on line en la central de alquiler de Frankfurt, lo que no te quita la expectación de quien va a conocer a alguien que no por conocido como objeto mecánico - una bici en una bici en cualquier latitud del mundo - no deja de ser en cada viaje el inicio de una buena amistad entre un humano y una máquina. Esta es la relación híbrida que caracteriza a todo el viaje. El acto de presentación por parte de la dependienta de la central de alquiler no difiere mucho del de una persona en un  grupo social, aquí una bici, y me indica todas sus prestaciones y complementos, aquí un ciclista, compañero tuyo de ruta en los próximos días. Nos reconocemos dando una pequeña vuelta por los alrededores de la central, y concluimos que podemos ser buenos amigos. Nuestras constantes de humano y máquina se avienen y se reconocen como vejas amigas. Al salir de la central de alquiler dando las primeras pedaladas en dirección al DB sur, donde teníamos que coger el tren que nos llevaría a Bayreuth, me vino a la memoria, a modo de homenaje y despedida provisional, lo que cuenta Goethe en sus memorias respecto a su forma de viajar. A caballo y a pie eran las restringidas ofertas de las agencias de viajes del siglo XVIII y siglo XIX, valga la broma irónica para entendernos.


En la taquilla de la DB nos informaron con precisión germánica  como seria en este trayecto el asunto siempre inquietante de los transbordos: ¿tendremos tiempo para hacerlo o lo perderemos y nos tocará esperar al próximo tren o al próximo día? Son temores que no desparecen a pesar de la confianza que ha arraigado en tu interior después de la experiencia de viajar con la DB? Esta vez haremos un solo transbordo. En Bamberg. Lo que te anima a seguir leyendo el libro de Houston Stewart Chamberlain, “Wagner y mi camino hacia Bayreuth”, de cuyas páginas resaltas la siguiente cita: “Cuando luego en Schopenhauer y en Wagner leí las abísmales palabras sobre la música como revelación de las ocultas esencias del mundo, en todo momento lo recordé y busqué el alcanzable significado en el entendimiento ajeno al concepto.” 


Como ya dije al principio de esta crónica, no soy un gran aficionado a la ópera en general ni a Wagner en particular, pero el acercamiento de este filósofo inglés a la una y al otro no ha dejado de conmoverme. Hombre de letras el inglés, por tanto, que vivió entre el siglo XIX y el siglo XX y no tuvo contacto con la música de forma temprana como reconoce en su libro, a pesar de las condiciones favorables de la familia donde nació: “Yo era un niño feliz que creció entre hombres refinados, sensatos y bondadosos. No es necesario asegurar que las buenas maneras del alma inocente y la serena educación solo podrían alterarse en escasas ocasiones. Pero tampoco ha de desdeñarse la importancia que aquella vivencia habría de tener en mi transformación y mi crecimiento, en especial mi ascenso a las oscuras profundidades de ese embrión que participaría en la construcción de mi personalidad.” Sin embargo, sus palabras dichas en aquel siglo XIX si prestas la debida atención tienen una resonancia ineludible en este siglo XXI, produciendo una sonoridad de tal manera que te acariciaba la mente al compás del traqueteo del tren, que se iba llenando de pasajeros de distinto pelaje y condición. Entonces te preguntas si las palabras de Chamberlain rumbo a Bayreuth entraban en contradicción con la diversidad de vidas que iban subiendo al tren que tenía el mismo destino. No lo sentías así. Chamberlain es un romántico empedernido que admiraba a Goethe e inicia su camino a Bayreuth en pleno fervor europeo del Segundo  romanticismo en Europa. Ya sabemos que el eje vertebrador de la mentalidad romántica se fundamente en el genio del artista como ser único e irrepetible capaz de sustituir al dios bíblico y milenario, que la revolución francesa había dado muerte por guillotina de la cabeza de su delegado en la tierra el Capeto Luis XVI. “Que hoy nadie se atreva a desdeñar el genio de Wagner nos permite más que nunca estar convencidos de qué y de quién es tan potente artista y cual lugar ocupa en la historia.” Así escribe Chamberlain la segunda de las citas introductorias de su libro mencionado. Si le sumamos la tercera cita: “El sol de mi vida era y es Richard Wagner. En él vibraba la vida de la cabeza y a los pies.” Y la primera cita recordando a Goethe: “Allí donde amamos está la patria.”  Tenemos la brújula cabal con que se conduce el filósofo Chamberlain en su viaje a Bayreuth. Nada que ver con la brújula que teníamos nosotros en el nuestro. Bien podía ser descrita con las palabras fetiche de nuestra época. A saber, libertad para ir y venir, subir y bajar donde te pete y cuando te pete. Igualdad para que lo haga cualquiera siempre y cuando el revisor de la DB le pida su billete lo tengas y se lo entregues para que acredite su validez. Y vulgaridad como resultado de la ausencia del romanticismo decimonónico definitivamente alejado de nuestras vidas. ¿Significa eso que no podamos aspirar a la excelencia? Te hubiera gustado preguntarle a la revisora, con el libro de Chamberlain en la mano, justo en el momento de bajar del tren para hacer el único transbordo, en la ciudad de Bamberg, que nos pondría enfilados, ahora si, directamente hacia Bayreuth. Nada que recuerde al romanticismo de Chamberlain en estos transbordos llenos de gente por todos los andenes, con sus bicis, con sus maletas, con sus prisas, y, como no, con sus equivocaciones de ida y vuelta. En efecto, después de comer algo, nos dirigimos al andén por donde creíamos pasaría el tren dirección Bayreuth, pero no era ahí donde debíamos colocarnos juntos añusgaras bicis. En fin, que esto es la sociedad de masas, sí, llena de individuos que van cada cual a lo suyo chocando con lo otro suyo del contrario, sí, pero que no consiguen apagar la llama de la excelencia, me imagino que me hubiera contestado la taquillera de la DB. Todo es cuestión de no desfallecer ante estas avalanchas humanas llenas de vigor y de inocencia en el interior de su sinsentido, créame se lo digo por experiencia. Sigo imaginando que estas habrían sido las palabras de despedida de la frau taquillera de la DB.