Digámoslo así. La autocracia del YO-ZARISTA: la relación mística del Uno con su Ego, puede poseer la Razón Absoluta el solo, (absolutismo llama a absolutismo), de hecho es a lo que se dedica todo el día de forma autoafirmativa y autocomplaciente. A tal sujeto no le hace falta, por tanto, ningún club de lectores, ni que le convoque ningún narrador. Nada de lo anterior impide, sin embargo, que la verdad narrativa siga siendo algo que se siente individualmente al leer, pero que se busca entre los otros lectores, con el narrador al frente de su historia.
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La democracia lectora es el sistema de convivencia y civilización basado en la aceptación de quienes son lectores distintos. Persuadir y ser persuadidos, nos hace usar la razón individual en beneficio de alcanzar ser razonables en compañía de los otros lectores. No nos es dado al nacer, hay que aprenderlo, al igual que aprendemos a leer y a escribir de forma mecánica. Eso es lo que se conoce como la ética de la educación. Un club de lectores me parece, para tal propósito, una herramienta insustituible. De la complejidad inherente a esta democracia lectora se deben hacer cargo los propios lectores, no un comité de expertos.
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Como lector siempre me ha fascinado y al mismo tiempo me ha llenado de temor, el momento en el que uno cualquiera de los lectores asistentes al club de lectores se pregunte o le pregunten ¿que es la verdad?, como derivada de la propia conversación mantenida hasta ese momento, y en lugar de continuar conversando, opta por abandonar la reunión, no sin un cambio visible en su semblante, tendente a la molestia o la ofensa.