Como un acuario
La luz de la tarde escoge algunas plantas
y en algunas de sus hojas penetra.
Como un acuario encendido por sus peces;
como un fluir
de la noche
entre rastros de estrellas,
transcurre
en su quietud
la maleza.
Como un acuario
La luz de la tarde escoge algunas plantas
y en algunas de sus hojas penetra.
Como un acuario encendido por sus peces;
como un fluir
de la noche
entre rastros de estrellas,
transcurre
en su quietud
la maleza.
Cuando uno no sabe adónde va es algo muy triste, por mucho que las agencias de viajes te vendan alegría a mansalva si les compras lo que te ofrecen. Debido al tabaco y al sobre peso, llegué con la lengua fuera a las puertas de la Iglesia de Todos Los Santos, en la ciudad de Wittenberg, para rendir mi particular homenaje a Martín Lutero que clavó en aquellas las 95 tesis que impugnaban la autoridad del Vaticano e iniciaban así la Reforma Protestante que cambiaría el mundo. Desde que hace años entendí que viajar está asociado al mito - sin cuya existencia no podemos entender lo que nos pasa - y que el mito está vinculado al lugar de los hechos que lo crearon, soy el viajero más feliz de la Tierra.
PROTESTA Y ALABANZA (fragmento)
Este triste y colérico consuelo
(algo así dijo Geoffrey Hill que es la poesía)
reúne luz y sombras en la página,
incendia la memoria con sus músicas
y excava las raíces de un jardín inverso.
Busca la duración,
pesa sílabas y alza imágenes sutiles,
pero nos deja intacto el daño de los días
y jamás restituye,
pleno,
aquel instante en que supimos un desnudo,
la rosa del amanecer en esos labios,
todos los sueños de la juventud insumisa.
Era más que una bendición pues exigía que se debía cumplir ya de forma inexorable, pues no era otra cosa lo que había estado soñando desde que ascendió a director de la sucursal del banco de su barrio. Me estaba hablando, para eso me había citado en la cafetería debajo de su casa, del viaje a Atenas que estaba preparando y de la ilusión que le hacía, desde que descubrió su existencia en el instituto, hacerse una foto con el Partenón a su espalda, y de inmediato colgarla en su cuenta de Instagram. No me dijo nada del significado que para él tuvo aquel descubrimiento temprano, ni si lo descubrió en tratos librescos posteriores con el edificio ateniense a lo largo de su vida. Para él, deduje, el Partenón era una foto fija en la que faltaba una pieza, que no era otra que el mismo delante. Esta intuición me parece el epítome publicitario de todas las agencias de viajes. Lo que no sé es el porqué ninguna la ha incorporado, al menos yo no lo he visto, en sus incansables y agresivas campañas de promoción viajera. Siendo tan explícita, tal vez los creativos de tales agencias, tan suspicaces ellos para los detalles de sus ocurrencias, piensen que los consumidores puedan entender - como dijo Madame de Stael, una mujer que se movió mucho a lo largo de su vida -, que viajar con tal propósito sea, al fin y al cabo, uno de los placeres más tristes de la vida. Viajar es triste, sí, cuando uno no sabe adónde va.
ORBES DEL SUEÑO
Así respondió Kant, en septiembre de 1784, a la pregunta ¿Qué es la ilustración?, que le habían encargado en una revista de la época:
“Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro. Sapere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la ilustración. Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto menores de edad durante toda su vida, pese a que la naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros el erigirse en tutores suyos. Es tan cómodo ser menor de edad.”
Es tan cómodo y, por tanto, tan previsible, que los menores de edad, pero físicamente Adultos, no alcanzan a ser otra cosa que resentidos y resabiados. De repente, al ser vulgar de toda la vida se le llena el bolsillo de dinero y deviene un ser estúpido. Dinero mas estupidez, pereza mas cobardía. En esas estamos, más de doscientos cuarenta años después que Kant abriera la traza para caminar solitos, sin tutelas eclesiales y laicas, por las sendas de la modernidad. Sapere Aude.
Los lectores adultos pequeño burgueses de hoy en día, por decirlo así, son moderaditos porque piensan que lo más importante en el acto de la lectura es evitar sobresaltos y mantener las palabras de las paginas del libro, que los ha reunido en el club de lectura, con la literalidad que aparecen escritas. Aunque luego les guste aparecer en público, llenándose la boca con las últimas palabras de la moda cultural con las que creen tener derecho a que no los echen de su paraíso.
Lo decía el gran Mingote en una viñeta de hace ya décadas. En ella, dos señoronas hablan entre sí, y una tranquiliza a la otra: «Al cielo, lo que se dice ir al cielo, iremos los de siempre». Al lector ateo pequeño burgués actual, heredero de las palabras de aquellas señoronas de antaño, eso le apacigua: si uno llega al club de lectura y se encuentra a los mismos amigotes de siempre la lectura en compañía de hace mucho más tranquilizadora y divertida.
Para que yo te cante…
Para que yo te cante me mantienes
en vela y me regalas más latidos
de los que caben en mi corazón.
Es de noche y los pájaros regresan
a sus nidos, las barcas a la orilla.
Pero mi cuerpo no regresa al sueño
porque sigue enredado en la memoria
del néctar de tus risas y tus lágrimas.
Para que yo te cante te mantienes
escondida detrás de mi tristeza.