jueves, 19 de septiembre de 2024

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 10

 ESCOLARES Y TURISTAS

Saliendo del Ibis para androides, tras un desayuno rodeado de plástico y futuros androides, disfrazados de hippy bajamos por las callejuelas pintadas con bicis en el suelo que nos indican que vamos por el buen camino. Llegamos con esas pintas a donde se encuentra la masa de población, que está en la parte anterior de la isla central de la ciudad. Al otro lado está la parte más antigua, y en una colina el Dom de la catedral, imponente desde abajo, y a la derecha en otra colina se encuentra la iglesia de San Miguel y el museo de la cervecería, Brauereimusseum. En el medio de la isla hay un antiguo edificio pintado por fuera que hace de puente y fue antiguo ayuntamiento. Es una zona muy animada, con casas entre cascadas de agua que sugieren que aquí hubo molinos para hacer cerveza. Antes cada uno, según he leído, se hacía su cerveza en casa, a parte la de los monjes que la fueron perfeccionando, a saber como. Todo el misterio, quizás, estribaba en que Dios estaba de su parte. 

Unas obras en el puente nos hacen dudar y dar algunas vueltas para recuperar la orientación. Es algo habitual en los recorridos ciclistas. Perderse. En esto me recuerda a la vida. Mejor dicho, a la falsedad del estilo de vida actual, que trata por todos los medios a su alcance, técnicos y de los otros, de convencernos de que todo lo tenemos todo controlados. Como dice Sloterdijk. nos convendría para que no haya vuelta atars y todo nos parezca como que no está sucediendo nada, lanzarnos a emplear la ingeniería genética y la eugenesia, sin ambages, para mejorar nuestra especie. Aprovechar la ciencia para convertirnos en personas más buenecitas. Hacernos más éticos a golpe de laboratorio. Todo un anticipo de los ideales transhumanistas que hoy campan por doquier.  El caso fue que recuperamos la orientación, es decir, volvimos a encontrarnos con las señalizaciones del carril bici del río Meno, que es como la estrella polar para los antiguos viajeros o para los Reyes Magos. Cuando nos ponemos en camino una antigua construcción fabril nos detiene. Es a la vez una esclusa en el río.

¿Para qué sirve un escolar? Me vino la pregunta a la cabeza cuando después de dejar las bicis en su aparcamiento correspondiente me fijé en un grupo de escolares que mostraban sin tapujos su nerviosismo, apoyados en la barandilla de la esclusa, esperando algo que estaba por llegar. ¿Para qué sirve un turista? Lo que provocaba el nerviosismo de los escolares, advertí después de estar unos minutos observando en los alrededores por donde iba a entrar el dinosaurio - la excitación se parecía mucho, tanto en su intensidad como en la gestualidad a la de la algarabía de un grupo de escolares que coincidieron conmigo en una exposición sobre el mundo y época de los dinosaurios. Pero no. De repente, el rugido de las puertas de las esclusas tomó el protagonismo del ruido ambiente cercano y los escolares empezaron a gritar desarboladnos enfocando su mirada hacia el río que quedaba al otro lado de la esclusa rugiente. De forma inmediata hice lo propio y ante el mundo y ante mi las dos preguntas anteriores quedaron respondidas al unísono. En efecto, los escolares mostraron toda la alegría de que fueron capaces ante el prodigio de lo que estaban viendo: una enorme barcaza que a duras penas cabía en el cauce del río, se acercaba , cargada de una multitud de señores y señoras semejantes a sus padres y abuelos, hacia el puente donde ellos habían estado pacientemente esperando durante una eternidad. Al meterse la barcaza por debajo del puente los escolares que estaban arriba explotaron en un sin fin de gritos y aplausos cruzando con rapidez el puente por arriba para disponerse a ver salir la barcaza del puente por abajo. Hecho que cuando se produjo unos segundos después hizo que lo escolares volvieran a repetir con la misma intensidad los,gritos y aplausos anteriores. Ni que decir tiene que los turistas correspondieron al recibimiento de los escolares con simulado interés pensado en la mayoría de los casos y la,vista de sus rostros que los escolares eran la sorpresa que la,organización del paseo por el río les tenía reservado en agradecimiento por haber utilizado sus servicios.


Después del espectáculo escolar-turístico que, mira por donde, también se podía entender como un detalle del ayuntamiento para quienes crucen el río por el puente de la esclusa a la hora señalizada de su apertura, nos tocaba continuar la ruta. Nos esperaba un día de sube y baja por el margen del río y en los últimos kilómetros bastante calor. El carril bici no siempre va pegado a los márgenes del río. De ese acercarse y separarse, de este movimiento sinusoide en parte tienen la culpa las recurrentes inundaciones por desbordamiento del río. Justo un mes antes de que empezáramos a pedalear, cerca de donde nos encontrábamos, unas lluvias torrenciales de final de primavera produjeron importantes desbordamientos del río Meno en la Alta Franconia, tal y como informaron los noticieros europeos. La construcción de los diques ha sido la solución para evitar tales catástrofes periódicas. Cuando el carril bici se encuentra con estos diques directamente se sube a su cresta y evita a los ciclistas tener que acercarse y separase de los márgenes del río. El dique se hermana con el carril bici y todos estamos más contentos. En estos casos para entrar a los pueblos hay indicaciones de entrada y de salida perfectamente señaladas al lado del dique-carril bici, definitivamente así hermanados.


El pedaleo hasta Hassfurt fue tranquilo y sin demasiadas alteraciones, excepción hecha de las que nos produjo el calor y el sube baja del trazado del carril bici, como ya nos advirtieron los mapas al inicio de la jornada. En cualquiera de los casos, nada que no pudiera reparase al final del día con una buena ducha, un buen helado y una buena cena, por este orden. Más, antes de irnos a dormir, un paseo de inspección de la Iglesia y la plaza del mercado, centros neurálgicos de este pequeño pueblo de traza urbanística alargada. Características estas, la urbanística y la demográfica, que se repiten en algunos de los pueblos ribereños del río Meno.