jueves, 26 de septiembre de 2024

LUIS YARZA

 Porque se emigra para no volver.

Porque toda la casa es un aplauso
O un aplauso, estas aguas desplomando
Orillas, peces, charcos para ser.

Y para ser te pido una palabra,
Esa que siempre llevas en la lengua
Cuando el aguamanil es una página
Y la página, el sueño de la higuera.

Hoy se celebra que te soy: me expando
En la playa, en el Ángel, en la senda;
Y siendo senda cuanto vive: Amo.

La fiesta de los cuerpos es un bien
Secreto como el alma del poema:
No quiero más de mí, soy en la sed.

YOLANDA PANTIN

 SOLILOQUIO DEL VAMPIRO (fragmento)


Borges

—¿Cómo puede lo bello
estar tan cerca
que pueda yo extender
los brazos y tocarlo

y más aún querer nombrarlo
darle voz a un sentimiento
pretérito y confuso
más allá de la vida de dios
de todo?

Yo tendría que mirar
solamente la belleza
contemplar lo que a los ojos
semeja lo divino
el misterio de la vida
aquí a mi lado


Borg—¿Cómo puede lo bello


CRÓNICAS DEL RÍO MENO 12

 MÚSICA, VINO Y UN MONASTERIO BENEDICTINO

Iniciamos la nueva etapa subiendo a uno de los vehículos habituales que nos encontramos de vez en cuando en los recorridos cicloturistas. Me refiero al fähre. Un especie de puente móvil y flotante para que crucen el río las personas y sus transportes particulares (coche, moto, bicicleta, piernas) evitando así el impacto visual que supondría la proliferación de puentes fijos. Estos puentes móviles y flotantes son de raigambre medieval, que te recuerda a los barqueros fluviales tan apegados como los pescadores a la cultura ribereña de los ríos. El fähre tiene una estructura de barcaza que se mueve a motor y en casos cada vez más inusuales mediante la manipulación de una tirolina. El motor es accionado por el barquero que s en untar dentro de una cabina situada en un lado de la barcaza, desde donde también suele cobrar el precio del ticket del viaje. Cada viajero entra en la plataforma de la barcaza y ocupa su sitio al igual que su medio de transporte que ocupa el suyo. Cuando la plataforma está llena el barquero emprende el viaje hacia la otra orilla del rio. Allí se apean los viajeros y sus vehículos, y entran los nuevos viajeros con los suyos. Una vez llena la plataforma el barquero emprende la trayecto de vuelta. Así durante el horario que tenga estipulado, que suele ocupar la mañana y la tarde de cada día, coincidiendo con la duración de la luz diurna. 


Hoy hay mucha animación ciclista en el carril bici del Meno. El día anima. Hace menos calor y el paisaje se transforma en beneficio del cultivo, elaboración y distribución del vino. Pasamos por tres o cuatro pueblos pequeños. Entre medias se pueden observar laderas de gran pendiente llenas de plantaciones vinícolas, en las que se observa con claridad el complejo mecanismo que los del lugar han construido para llevar a cabo cada año la sagrada operación de la vendimia. La cual tiene como destino las bodegas que hay repartidas por el camino que realizamos. Así llegamos a Vollbach, uno de esos pequeños pueblos que he mencionado. Sus vecinos se encuentran en plena celebración de la fiesta del vino repartida por la plaza del pueblo y calles aledañas, dándole a la música y a la cata de sus caldos. Nos sumamos durante un rato a la fiesta y poco después seguimos pedaleando hasta llegar al monasterio benedictino de Schwarach.


La abadía, dedicada al Santo Salvador, la Virgen María y Santa Felicidad, fue fundada antes del 788 como convento de monjas. Era una fundación privada de la casa gobernante carolingia: las abadesas eran hijas de la familia imperial, por ejemplo Theodrada,, una hija de Carlomagno. Después de la muerte de la última abadesa carolingia, Bertha, en 877, las monjas abandonaron la abadía y fue tomada por benedictinos de "Megingaudshausen". Entramos en una nave en yeso rugoso, solo en blanco, sin casi colores, adornos que no sobresalen, no dorados, la mayoría metal y plata, es idóneo para androides monjes. Fuera el espacio acoge un gymnasium. Y unos asientos rodean un platanero que nos sirve de comedor, nos sentamos y comemos los bocadillos, un poco de agua, y listos para el último tramo.


Conviene destacar la huella carolingia por estos pagos de la Alta Franconia, en la ribera del río Meno. Como europeo occidental preocupado por los destinos de este lado del continente euroasiático que conocemos hoy por Unión Europea, siento una especial predilección por la figura de Carlomagno, aceptado por muchos historiadores como “el padre de Europa.” El fue quien tuvo por primera vez una visión de la unidad europea, lo cual me colma me colma de esperanza, en un momento donde la mayoría de las voces de mi alrededor no paran de pronosticar el fin de ese gran sueño. A ese pesimismo colabora la estructura de contrapunto del poder terrenal que el Imperio de Carlomagno opuso al poder espiritual del Papa de Roma, y que no siempre se resolvió como el gran emperador había imaginado. De todos es conocido la ambición sin límites de muchos de los inquilinos del Vaticano, que no dudaron en adueñarse de los dos poderes mencionados. Esa herencia acaparadora y sanguinaria vaticanista ha favorecido la visión nihilista de un laicismo disgregador mal entendido de matriz revolucionaria, que surge de nuevo siempre que la idea de una Europa Unida pierde aliento. Hoy la visión unitaria de Europa de matriz cristiana que imaginó Carlomagno, sale de nuevo al paso de la gran crisis que estamos padeciendo, e inspira, ya sin el fardo del poder del Papa recluido en las habitaciones del Vaticano, la recuperación de aquella herencia carolingia, ahora sin Dios, y sin Papa, tal y como lo anuncian sus actuales promotores. 


El monasterio benedictino de Schwarach, se convirtió en un centro de reforma monástica durante el siglo XII, cuando el obispo Adalbero de Würzburg, que estaba en estrecho contacto con los movimientos de reforma benedictina de Cluny, Gorze e Hirsau, nombró abad a Egberto de Gorze. Egbert no solo reformó y renovó la vida espiritual del monasterio de Schwarach, sino que luego, a través de la difusión de las posteriores reformas del propio monasterio, ejerció una influencia mucho más allá de su propia jurisdicción.


Para recorrer el último tramo pasamos a la rivera derecha del rio, para llegar a Kitzingen, final de etapa. No hace mucho calor, hay zonas de sombras y algunos trozos al lado de la carretera, pero siempre cerca el río, algunos piragüistas en medio del río dan sus paladas en la misma dirección que vamos nosotros. Al llegar a Kitzingen se accede por un parque que lleva directo al enorme puente que comunica la parte vieja y la nueva. En seguida nos damos cuenta que desde el puente se observa la mejor vista de la ciudad. Volveremos después de la ducha correspondiente y un pequeño descanso reparador, y antes de la visitas a las dos iglesias con estatuas en las que destaca el color blanco en su ornamentación, como debe ser, y los restos de las murallas de la antigua ciudad fortificada.  Lo último, como siempre, reparar fuerzas cenando acompañados de una botella de Riesling.


lunes, 23 de septiembre de 2024

RAINER MARÍA RILKE

 TORSO DE APOLO ARCAICO

No conocemos la inaudita cabeza,
en que maduraron los ojos. Pero
su torso arde aún como  candelabro
en el que la vista, tan sólo reducida,

persiste y brilla. De lo contrario, no te
deslumbraría la saliente de su pecho,
ni por la suave curva de las  caderas viajaría
una sonrisa hacia aquel punto donde colgara el sexo.

Si no siguiera en pie esta piedra desfigurada y rota
bajo el arco transparente de los hombros
ni brillara como piel de fiera;

ni centellara por cada uno de sus lados
como una estrella: porque aquí no hay un sólo
lugar que no te vea. Debes cambiar tu vida.

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 11

 LA PENSION DE HILDEGARDA

El nombre de Hildegarda en Alemania es, para entendernos, como el de Teresa en España. Nada más oírlo las dos te remiten a épocas remotas. A la baja Edad Media en una caso y a la literatura ascética mística del siglo XVI en el otro. Solo después de estos flashback pones los pies en la tierra y te dispones a escuchar a quien te habla. Hildegarda de Wipfeld, Hilde para los amigos y clientes, nos recibe en su pensión a la antigua a usanza, por decirlo así. No se olvide que veníamos de dormir en un Ibis, el hotel que frecuentan los turistas androides y los intergalácticos. Antes de llegar a casa de Hilde, el calor fue el protagonista que acompañó a nuestros pedaleos. He de decir que aunque lo prefiero al frío o a la lluvia para ir encima de una bici, cuando la temperatura pasa de treinta grados y se acerca peligrosamente a treinta y cinco lo que prefiero es sentarme en una terraza de esas que hay a la vera del río y beberme un vino blanco Riesling, escuchando el rumor del agua y el canto de los pájaros, dejar que pase el calor y llegar al destino fijado cuando empieza a caer la tarde. Pero esta vez no pudo ser, ya que con Hilde habíamos quedado en llegar a la pensión antes de la hora de la comida, pues más tarde no nos podría recibir en persona y no tenia un lugar donde dejarnos la llave de entrada a la pensión. Ya digo, una patrona a la antigua usanza. Menos mal que la etapa que nos tocaba recorrer no era muy larga y discurría en su mayor parte dentro del ámbito de la naturaleza, aunque en ésta ocasión poco arbolada. Solo uno o dos pueblos pequeños, con sus iglesias y plazas mayores como únicos elementos vertebradores de su trama urbana, que en la mayoría de los casos tendía a alargarse siguiendo el cauce del río. La visita a las iglesias fue obligada, pues veníamos observando desde que salimos Bayreuth que todas, en esta zona de la Alta Franconia, tenían en común a parte de su estructura de culto católico, diferente del protestante, la blancura de sus estatuas, que resaltaban a la vista realzando sobre la arquitectura de la Iglesia, más o menos exhuberante, que las acogía. Un gesto muy propio de la catolicidad de la zona donde nos encontrábamos. Las diferencias abiertas por la reforma luterana en la sociedad alemana son habituales en los recorridos ciclistas que hemos hecho. Y el mejor escaparate par observarlas al turista despistado que pasa por allí son las iglesias. Las austeridad de los protestantes contrasta con el gusto de los católicos por la ornamentación y el recargado rococó de las imágenes. Esto se hace muy evidente cuando se entra en una iglesia de culto protestante y a continuación se puede entrar en una de culto católico que no suelen quedar muy lejos. Esta pluralidad de cultos no es tan palpable en el estado libre de Baviera. No digo que en alguna ciudad se pueda dar, pero a las que la bici me ha llevado no creo recordar haberlo visto. El predomino de los símbolos católicos es dominante, incluso, diría yo, apabullante en algunos pueblos y cruce de camino . Se sabe, sin embargo, que una de las características que introdujo Lutero con su reforma fue la austeridad en la maneras y en la representación simbólica de sus nuevas creencias, en el aspecto visible del culto para entendernos, por contraste con el despilfarro de los jerarcas del Vaticano, que él y sus seguidores no dejaron nunca de denunciar. Fue por ello que nos sorprendió este giro en la coloración de las estatuas que decoran el interior de las Iglesias que visitamos desde que salimos de Bayreuth. A lo que estamos acostumbrados es a la policromía descolorida por el paso del tiempo.


Hilde nos esperaba con la llave de la habitación y de la casa en una mano y el mapa del pueblo en la otra. Entre medias, una sonrisa de las de verdad, no de selfie, en el cuerpo. No duchamos para amortiguar el calor que llevamos encima y un poco de reposo. El mapa que nos entregó Hilde, donde ella misma nos señaló el recorrido para ver el pueblo, nos llevó a la parte alta donde se encontraba la iglesia y sus estatua pintadas de color blanco, como no podía ser de otra manera si seguíamos pedaleando en esa parte de Baviera. También nos sentamos en el mirador que nos señaló Hilde, desde donde se veían una de las estampas características de esta zona: los viñedos trepando por las empinadas rampas de la colina, donde el sol pega de lleno para hacer madura la uva. 


jueves, 19 de septiembre de 2024

ANDREA VALBUENA

 Aire

Los muros van cayendo,

las puertas se abren,

esta habitación empieza a ventilarse.

Ya no huele a abandono,

hay alguien que quiere entrar:

soy yo.

Ahora susurro estos poemas

para que lo entiendas.

Bajito,

pero con el propósito de que puedas conocerme

cuando escribo en minúsculas,

porque en aquello que intento

hacer pasar por alto

está el sustantivo de todo lo que soy.

T. S. ELIOT

 CUATRO CUARTETOS (fragmento)

De muerte y nacimiento.
Dices que repito
Algo que he dicho. Lo diré nuevamente.
¿Lo diré nuevamente? Para llegar ahí,
Para llegar adonde estás,
Para salir desde donde no estás,
Debes ir por un camino en donde no hay éxtasis,
Para llegar a lo que no sabes
Debes ir por un camino que es el de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
Debes ir por el camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no eres
Debes ir por el camino en que no eres.
Y lo único que sabes es lo que no sabes.....
Y lo único que posees es lo que no posees
Y en donde estás es en donde no estás.

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 10

 ESCOLARES Y TURISTAS

Saliendo del Ibis para androides, tras un desayuno rodeado de plástico y futuros androides, disfrazados de hippy bajamos por las callejuelas pintadas con bicis en el suelo que nos indican que vamos por el buen camino. Llegamos con esas pintas a donde se encuentra la masa de población, que está en la parte anterior de la isla central de la ciudad. Al otro lado está la parte más antigua, y en una colina el Dom de la catedral, imponente desde abajo, y a la derecha en otra colina se encuentra la iglesia de San Miguel y el museo de la cervecería, Brauereimusseum. En el medio de la isla hay un antiguo edificio pintado por fuera que hace de puente y fue antiguo ayuntamiento. Es una zona muy animada, con casas entre cascadas de agua que sugieren que aquí hubo molinos para hacer cerveza. Antes cada uno, según he leído, se hacía su cerveza en casa, a parte la de los monjes que la fueron perfeccionando, a saber como. Todo el misterio, quizás, estribaba en que Dios estaba de su parte. 

Unas obras en el puente nos hacen dudar y dar algunas vueltas para recuperar la orientación. Es algo habitual en los recorridos ciclistas. Perderse. En esto me recuerda a la vida. Mejor dicho, a la falsedad del estilo de vida actual, que trata por todos los medios a su alcance, técnicos y de los otros, de convencernos de que todo lo tenemos todo controlados. Como dice Sloterdijk. nos convendría para que no haya vuelta atars y todo nos parezca como que no está sucediendo nada, lanzarnos a emplear la ingeniería genética y la eugenesia, sin ambages, para mejorar nuestra especie. Aprovechar la ciencia para convertirnos en personas más buenecitas. Hacernos más éticos a golpe de laboratorio. Todo un anticipo de los ideales transhumanistas que hoy campan por doquier.  El caso fue que recuperamos la orientación, es decir, volvimos a encontrarnos con las señalizaciones del carril bici del río Meno, que es como la estrella polar para los antiguos viajeros o para los Reyes Magos. Cuando nos ponemos en camino una antigua construcción fabril nos detiene. Es a la vez una esclusa en el río.

¿Para qué sirve un escolar? Me vino la pregunta a la cabeza cuando después de dejar las bicis en su aparcamiento correspondiente me fijé en un grupo de escolares que mostraban sin tapujos su nerviosismo, apoyados en la barandilla de la esclusa, esperando algo que estaba por llegar. ¿Para qué sirve un turista? Lo que provocaba el nerviosismo de los escolares, advertí después de estar unos minutos observando en los alrededores por donde iba a entrar el dinosaurio - la excitación se parecía mucho, tanto en su intensidad como en la gestualidad a la de la algarabía de un grupo de escolares que coincidieron conmigo en una exposición sobre el mundo y época de los dinosaurios. Pero no. De repente, el rugido de las puertas de las esclusas tomó el protagonismo del ruido ambiente cercano y los escolares empezaron a gritar desarboladnos enfocando su mirada hacia el río que quedaba al otro lado de la esclusa rugiente. De forma inmediata hice lo propio y ante el mundo y ante mi las dos preguntas anteriores quedaron respondidas al unísono. En efecto, los escolares mostraron toda la alegría de que fueron capaces ante el prodigio de lo que estaban viendo: una enorme barcaza que a duras penas cabía en el cauce del río, se acercaba , cargada de una multitud de señores y señoras semejantes a sus padres y abuelos, hacia el puente donde ellos habían estado pacientemente esperando durante una eternidad. Al meterse la barcaza por debajo del puente los escolares que estaban arriba explotaron en un sin fin de gritos y aplausos cruzando con rapidez el puente por arriba para disponerse a ver salir la barcaza del puente por abajo. Hecho que cuando se produjo unos segundos después hizo que lo escolares volvieran a repetir con la misma intensidad los,gritos y aplausos anteriores. Ni que decir tiene que los turistas correspondieron al recibimiento de los escolares con simulado interés pensado en la mayoría de los casos y la,vista de sus rostros que los escolares eran la sorpresa que la,organización del paseo por el río les tenía reservado en agradecimiento por haber utilizado sus servicios.


Después del espectáculo escolar-turístico que, mira por donde, también se podía entender como un detalle del ayuntamiento para quienes crucen el río por el puente de la esclusa a la hora señalizada de su apertura, nos tocaba continuar la ruta. Nos esperaba un día de sube y baja por el margen del río y en los últimos kilómetros bastante calor. El carril bici no siempre va pegado a los márgenes del río. De ese acercarse y separarse, de este movimiento sinusoide en parte tienen la culpa las recurrentes inundaciones por desbordamiento del río. Justo un mes antes de que empezáramos a pedalear, cerca de donde nos encontrábamos, unas lluvias torrenciales de final de primavera produjeron importantes desbordamientos del río Meno en la Alta Franconia, tal y como informaron los noticieros europeos. La construcción de los diques ha sido la solución para evitar tales catástrofes periódicas. Cuando el carril bici se encuentra con estos diques directamente se sube a su cresta y evita a los ciclistas tener que acercarse y separase de los márgenes del río. El dique se hermana con el carril bici y todos estamos más contentos. En estos casos para entrar a los pueblos hay indicaciones de entrada y de salida perfectamente señaladas al lado del dique-carril bici, definitivamente así hermanados.


El pedaleo hasta Hassfurt fue tranquilo y sin demasiadas alteraciones, excepción hecha de las que nos produjo el calor y el sube baja del trazado del carril bici, como ya nos advirtieron los mapas al inicio de la jornada. En cualquiera de los casos, nada que no pudiera reparase al final del día con una buena ducha, un buen helado y una buena cena, por este orden. Más, antes de irnos a dormir, un paseo de inspección de la Iglesia y la plaza del mercado, centros neurálgicos de este pequeño pueblo de traza urbanística alargada. Características estas, la urbanística y la demográfica, que se repiten en algunos de los pueblos ribereños del río Meno.


sábado, 14 de septiembre de 2024

KARIN BOYE

 Si esta vida es la única…

¡Si esta vida es la única…!
Oh estas horas tan cortas…
Una hora, ¡cuánto puede dar de sí una hora!
Los hondos manantiales de los que aún no ha bebido nadie,
las inmensidades de luz que nadie ha sondeado,
esperan tras nuestro destino.
Y nosotros dormitamos, indolentes, en la cobardía.
Oh estas horas tan cortas…
¡Tú, mundo de posibilidades ocultas,
tú, Dios en devenir,
danos valentía y devoción,
una voluntad pura,
e invítanos a la aventura del espíritu!

S. T. COLERIDGE

 TRABAJO SIN ESPERANZA

Versos compuestos el 21 de febrero de 1827

Hoy la Naturaleza trabaja sin descanso.
Los caracoles salen — revolotea la abeja —
los pájaros ya vuelan — ¡y el Invierno se duerme al aire libre
y sonríe su rostro, que sueña con Abril.
Y mientras tanto yo, el único aquí ocioso,
no elaboro la miel, ni construyo ni canto.

Pero conozco bien
las orillas floridas de amarantos.
¡Floreced, amarantos! ¡Floreced para todos,
pero no para mí!¡Fluïd también
vosotros, los arroyos! Yo vago por aquí,
no hay ya brillo en mis labios ni laurel en mi frente.
¿Aprenderéis vosotros los conjuros que adormecen el alma?
Obrar sin esperanza vierte el néctar
en algún colador; sin un objeto
la esperanza jamás podrá vivir.

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 9

 DE OBISPOS, ESTUDIANTES Y ANDROIDES AHUMADOS

Cuando piensas hacer un viaje a Baviera podrás pensar en qué ruta seguirán tus pasos o que río acompañarán a tus golpes de pedal, pero lo que no se te ocurre pensar, o recordar lo que alguna vez ya habías pensado, que es el más católico de los estados federados de la República Federal Alemana. Lo cual supone, como no puede ser de otra manera, encontrarte con la cruz de Cristo en cada cruce de caminos o en los lugares que menos te lo esperas, dada tu imaginación de agnóstico o laico o cualquier de las variantes donde militen tus creencias. Sirva lo primero para orientar y consolar a los peregrinos que en su día fueron y a los que hoy pudieran serlo por causa de las contradicciones mundanas tan apabullantes en su contenido como aceleradas en su manifestación, y lo segundo para homenajear a un notable del lugar o resaltar un acontecimiento pretérito que realce ese lugar en el mapa de la geografía y en las crónicas de la historia del país. Esa catolicidad, por decirlo así, se manifiesta, entre otros símbolos y significados, en las catedrales y los obispos, sobre todo en los obispos. Los unos ocultan su quehacer ecuménico detrás de las otras, que se ofrecen al ciclista con toda la evidencia que les permite su forma de viajar sobre la bici así como con todo el misterio del que son capaces estas milenarias piedras, que cobijaron en su interior, en tiempos de bonanza como en tiempos de pendencias, a quienes tuvieron la fuerza suficiente para desplazarse hasta allí y poder presentar el carnet de catolicidad preceptivo ante las autoridades episcopales del momento. En Bamberg ese ocultamiento episcopal no solo no se da sino que se hace explícito en dos majestuosos edificios cerca de la catedral, a saber, la residencia antigua y la residencia nueva, que fue el lugar donde vivieron los señores obispos hasta el siglo XVII, en el caso de la primera, y después del siglo XVII en la segunda.Téngase en cuenta que alrededor del siglo XIII, los obispos presionaron al Imperio, permitiendo así construir grandes edificaciones en Bamberg. Esa fuerza de la que hicieron gala en aquellos siglos, se percibe hoy todavía al pasear entre los amplios espacios empedrados que hay entre las dos residencias episcopales y la catedral. También puede intuirse el trapicheo de compraventa de propiedades entre instituciones de que está hecha la ciudad actual, guerras incluidas, a partir de ese tempranero patrimonio episcopal.


En 1647, se funda la universidad de Bamberg, en un principio con el nombre de Academia Bambergensis. Cuenta hoy con cuatro facultades y una población estudiantil que asciende a más de 12000 estudiantes. Al ser verano. no se percibe con toda su intensidad el impacto de esa demografía estudiantil en la vida cotidiana de la ciudad. Aunque la información recabada nos dice  que en Bamberg, en la residencia nueva episcopal, se encuentra La Biblioteca Estatal que se encarga del abastecimiento de la ciudad y de la región administrativa de Alta Franconia con bibliografía para la realización de proyectos científicos, profesionales o personales. De esta manera el edifico antiguo de los obispos y la biblioteca moderna de los estudiantes queda vinculada o entrelazada en ese edificio emblemático. En Baviera este tipo de asociaciones mentales y urbanísticas no debe sorprendernos. La catolicidad de este estado lo hace posible. En un estado federal de mayoría protestante, Baviera mantiene su lealtad al catolicismo de forma tranquila, diría yo. Lo folletos turísticos así lo subrayan y animan a los visitantes a tomarse en serio esta particularidad de la región. Los que venimos de regiones que también participan de esta tradición de la cristiandad no deja de producirnos cierta extrañeza esta anomalía, por decirlo así, en un estado como el alemán que se encuentra bajo la influencia de la cosmovisión de la Reforma protestante luterana. Por eso nos hubiera gustado poder hablar con algún estudiante, sobre cómo es su vida cotidiana durante el curso académico en una ciudad tan episcopal como Bamberg. Sabemos que hoy los artefactos digitales uniformizan las conductas externas, pero no es menos cierto que, siguiendo el dicho cristiano, la procesión del sentir interior va por dentro. De tal manera que es muy difícil distinguir a un creyente de un ateo, por tirar de las dicotomías dominantes. Cuando bajamos desde la explanada de las residencias episcopales hacia el centro nos encontramos con la prole turística agolpada en las tabernas y bares, o paseando por las calles o fisgando en los comercios cuyos escaparates no pueden la ocasión de secuestrar la atención de aquellos. Como debe ser. Tomamos un vino y luego buscamos sitio en la taberna Schlenkerla, que es famosa en Bamberg por su cerveza ahumada, además de por todo tipo de ahumados. Tuvimos que esperar unos minutos pues la cola así nos lo impuso.

La pernocta la habíamos reservado en un hotel de la franquicia Ibis, a las afueras de la ciudad. Son hoteles para hombres y mujeres sin corazón. Si los llamas androides estas retratando con acierto lo que son los,sujetos que caminan por ahí y ocupan lo de mas allá, todo con un único objetivo apoderarse del planeta una vez que conviertan a los humanos en simios serviciales. Kafka ya lo adelantó en su “informe para la academia” y C. S. Lewis lo dejó escrito en su libro “la abolición del hombre”. La cita de este último dice así: “Hacemos hombres sin corazón y esperamos de ellos virtud y arrojo. Nos reímos del honor y nos sorprendemos de ver traidores entre nosotros. Castramos a las personas y luego les pedimos que sean fértiles.” Pues eso el hotel de Bamberg estaba preparado para recibir androides. No vimos a ninguno, a no ser que fuéramos nosotros y no lo sabíamos. No en balde en la recepción no nos pidieron el carnet de identidad, sino que miráramos a través de una lente que había sobre la mesa. Se duerme bien en este tipo de hoteles, no hay ruidos extraños ni apariciones repentinas. Todo parece como si nada estuviera cambiando, aunque al salir de nuevo a la calle y encaminarnos al centro de la ciudad vemos de nuevo a los androides ocupando las aceras y los demás espacios públicos. Se me ocurre pensar bromeando en serio, al volver al carril bici del río Meno, que estos androides se les nota menos su inhumanidad porque están bajo la influencia de los vapores que salen de la taberna de ahumados Schlenkerla y que afecta tosca la ciudad, aunque no lo parezca.


martes, 10 de septiembre de 2024

LUIS ARTURO GUICHARD

 LO DEMÁS TE LO ENSEÑARÁ EL RELÁMPAGO 

Para viajar hace falta creer:
creer en la promesa de lo no visto
todavía, en eso apenas intuido
al quitarse los zapatos el día anterior.

Creer de la misma manera que para enamorarse
o escribir libros: al filo del descreimiento,
en la frontera de la duda con el fulgor.

Viajar, escribir libros, enamorarse son bellas ficciones
que nos ayudan a vivir: si son buenas,
se convierten en verdades
por las que vale la pena casi cualquier otra cosa.
Incluso a riesgo de ser un amante lastimoso,
un mal poeta y un viajero extraviado.

Yo he sido los tres en un parpadeo.

Viajo poco últimamente. Gasto casi todas las energías
que me quedan en las otras dos ficciones.

MERCEDES CARRANZA

 PRECEDENTES DE LA PHILIPS

Las investigaciones de la Philips prueban
que la luz no la creó Dios en el primer
día. Fue Turner –desvelado en una noche
de
Venecia– el que dijo hágase la luz y
la luz fue hecha. En el principio
fue su pincel y hasta las nieblas de
Londres lo reconocieron. Luego
hubo un hombre llamado Monet que
vino a dar testimonio de la luz
entre los suyos y los suyos sí
le recibieron. Desde entonces la luz
habita entre nosotros llena
de Van Gogh con sus tristezas y todo.

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 8

 LA CULTURA DEL MIMBRE

Al salir de Kulmbach el mundo mental ciclista de esa mañana dio un giro ante nosotros, pues estábamos a punto de seguir el curso medio del río Meno. Ya lo sabíamos, pues los mapas nos habían anticipado que a tres kilometros de Kulmbach los dos ríos Menos, el Meno rojo y el Meno blanco, que han nacido más de 70 kilometras antes, en la Alta Franconia al norte de Baviera, se unían en el definitivo río Meno, sin adjetivos ni colores. La anticipación cartográfica no rebaja un ápice la expectación de los ciclistas por ver cómo será el adulto compañero fluvial de ruta en esta nueva etapa. El calificativo que acompaña antes a ambos ríos, y los distingue entre sí, es el mismo que el color de la tierra que arrastra su caudal de agua a lo largo de esos kilómetros desde su nacimiento. No pretendo que ustedes me entiendan del todo, simplemente a lo que aspiro es a que si se pierden me sigan dando pedales desde casa, encima de su bici estática. Pedalear es perderse, como la vida misma. No es la primera vez que nos pasa. También seguimos el cauce del Danubio desde su nacimiento, y el del Rin empezamos en el lago Constanza, que no es donde nace pero nosotros así lo bautizamos, hasta su desembocadura en Rotherdam. Y así fue como experimentamos el crecimiento de dos de los ríos más grandes de Europa. Se parece mucho a como ver crecer a un hijo. No digo una flor o un árbol, porque creo que un río se parece mucho, en términos biológicos y emocionales, a un ser humano. En Alemania los dos ríos, como ya he dicho, que mejor representan esto son el Rin, el río puro, y el Danubio, el rio mestizo. El río Meno al ser un afluente del primero no alcanza las dimensiones de la madurez y vejez de aquel, muere antes, más joven, por decirlo así, como Novalis, como Jim Morrison, y en este sentido se podría llamar un río romántico, de vida corta y azarosa. Pero no tanto. En Frankfurt se encuentra con Goethe y con el Banco Central Europeo, y se hacen colegas. Valga decir, por tanto, que el Meno es un río post moderno. Algo del asunto ya hemos hablado. Pero volviendo al Rin, al río puro, al río del romanticismo alemán, al río de Hölderlein, si es destacable la experiencia de su nacimiento en los Gascones alpinos, su desagüe en caída libre en el lago Constanza y las cataratas más grandes de Europa a la salida del lago, para  muchos kilómetros después verlo desembocar con el cansancio y la corrupta suciedad industrial propia de la vida moderna, formado estuario en Rotherdam, en el mar del norte. Es parecido al revolucionario y hipppie, lleno de pureza, cuando tenia veinte años, que al llegar a los setenta no se reconoce en el burgués acomodado, ahíto de corrupción y cinismo, totalmente insensible frente a los avatares de la vida que han seguido sucediendo a su lado.


En esta ocasión hemos dormido en la pensión Doña María. No es que se llame así, es el nombre imaginario que le hemos puesto a una cadena de hospedaje que suele haber en los circuitos ciclistas y que de vez en cuando utilizamos como refugio y refrigerio de final de etapas. El rótulo de Doña María se lo damos a aquellas pensiones que están regentadas por mujeres y que te hacen sentir como si hubieras vuelto a casa por unas horas. A la amabilidad profesional habitual estas mujeres ofrecen al viajero un plus de familiaridad, que te invita a quedarte allí para volver a revivir tu infancia. Todo en ellas son parabienes y cucamonas para que el viaje nos salga como habíamos previsto y lleguemos al final sanos y salvos. Doña María se despide de nosotros con zapatillas y mandil, moviendo la mano como una hada buena delante de la puerta de la pensión, mientras nosotros nos aupamos a la bici e iniciamos un día más la marcha hacia nuestro destino, que no es otro que volver a recuperar las señales que nos lleven al cauce del río Meno. Al recuperar el carril bici nos damos cuenta de dos cosas. Una, que efectivamente el río Meno se ha hecho mayor. Dos, que hay mas tráfico ciclista que otros días. Dar pedales al lado de un río que inicia su vida adulta transmite una sensación de falsa confianza turística - como todas las sensaciones turísticas por otra parte - pues en este tramo del río empiezan a aparecer unas señalizaciones nunca vistas en el curso alto. Me refiero, de ahí la alusión anterior a la falsedad, a esas marcas que indican la altura y el año donde llegaron las inundaciones en tiempos pasados. Dicho de otra manera, al entrar en el curso alto del río el ciclista entra también en una zona de peligro. Esas aguas que en verano se desplazan bendiciendo el ritmo de tus pedaladas, en época de lluvias torrenciales mejor ni te acerques por estos pagos no siendo que tu y tu bicicleta acaben siendo arrastradas por ellas. Menos mal que la red de diques - otra de las novedades del curso medio del río -  sobre los que han construido el carril bici, se supone que garantizan la seguridad del ciclista durante todo el año. 


Nada más entrar en Lichtenfels la cultura del mimbre, más que recibirnos de forma discreta, se echa sobre nosotros como cada vez hacen más los señuelos turísticos. Quieres creer que las monumentales Piezas que no reciben han sido tejidas a golpe de muñeca por un artesano sin nombre. En esto, a la industria turística le gusta seguir como en la Edad Media, buscando el anonimato de las obras artesanales, lo del apabullamientos del autor es cosa del romanticismo más tronado. Sin embargo, esas enormes piezas de mimbre, y de escala 1:1, se pueden reciclar perfectamente para que ocupen cualquiera de los espacios que no muy lejos de allí, en Kassel, organiza la feria de arte contemporáneo más importante del mundo, Documenta, cada cinco años, la próxima en 2015. En Lichtenfels, de momento, la cosa está contenida y enmarcada en lo propio del alma medieval. Así una señora, que trasmite el aura de nuestra Doña María de principio de la mañana, con traje de artesana local hilvana con valor y coraje, y con fuerza mucha fuerza en los brazos en la plaza de la Iglesia, las piezas: cestas, bolas, armarios, figuras de animales y antropomórficas, etc, que va dejando esparcidas de forma aleatoria en la plaza de la Iglesia del pueblo. El visitante no tiene nada más que pararse y observar con atención la conmovedora estampa que todo el conjunto va compareciendo ante sus ojos. También si quiere darle un tono más institucional y pedagógico a su mirada, el visitante puede visitar el museo del Korb, dedicado a la cultura del mimbre y sus hacedores, los cesteros.


jueves, 5 de septiembre de 2024

ANTONIO MANILLA

 LENGUAS EN LOS ÁRBOLES 

Ensueña el sedentario
en las viajeras nubes
ser nómada algún día,
dejarlo todo atrás
en un momento
y no volver la vista.

Es como ese árbol
de profundas raíces
que solitario se alza
—libre es su copa—
en lo alto de una peña
fecunda por un águila.

No tiene compañía.
Vilanos que se arriesgan
a un breve vuelo,
un ave que se arroja
desde una rama,
habitan en sus sueños.

MARÍA SOTOMAYOR

 LA FURIA

Ahora al fin aprendo que amar y escribir es lo mismo
un momento exacto que sale de tu cuerpo
y deja de existir en tu cuerpo
para vivir en otro.

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 7

EL CASTILLO DE PLASSENBURGO

Según empezamos a subir la empinada cuesta imagino a los ministeriales de la familia de los Plassenberg, aupados en sus coches de caballos, adelantándonos por la derecha. El día está claro pero unas nubes de tormenta amenazan por el oeste. Un poco más atrás un agrimensor con su impedimenta profesional colgada en forma de bandolera, camina algo más ligero que nosotros lo que me da que pensar que no es la primera vez que hace ese camino. El pueblo de Kulmbach va quedando abajo con su forma alargada, destacando la torre de la Iglesia más o menos en el medio de la traza urbana. Afortunadamente es verano y no hay nieve, pero el agrimensor al pasar cerca de nosotros nos advierte de la dureza de la subida cuando un capa de nieve cubre el asfalto. No se si lo dice para que no se nos olvide si se nos ocurre venir para Navidad, o para que nos compadezcamos de su desdicha, porque sus palabras ocultan ese sentimiento que parece antiguo. Él lo lleva haciendo desde hace unos años, nos dice, tratando de que los ministeriales le abran la puerta del castillo que le de acceso al despacho donde recibe el señor Plessenberg dueño del castillo. Tiene el encargo del mismo dueño de tomar unas medidas para hacer unas obras de mantenimiento en una de las alas del castillo. A medida que subimos la fatiga aumenta, haciendo la respiración más difícil lo que afecta directamente también a la imaginación. El agrimensor se distancia y el coche de caballos de los ministeriales ha desparecido de nuestra vista después de dar una vuelta cerrada. Al mismo tiempo una capa de niebla va cubriendo abajo los tejados de las casas de Kulmbach y  arriba el sol ilumina con fuerza las murallas del castillo aumentando la nobleza de su estatura medieval, que no se arruga ante el concierto de música rock que están preparando en medio del patio de armas. Hemos llegado justo en uno de esos días del año, nos dice el agrimensor, en el que los ministeriales abren las puertas del castillo y facilitan la entrada gratuita a los vecinos del pueblo. Mas tarde el agrimensor nos dice que son de esos días en los que el mundo medieval da cobijo a lo más exitoso del capitalismo anímico actual, hecho de hedonismo ruidoso y narcisismo a raudales sin tregua. Más tarde, mientras cenábamos en la plaza alargada del pueblo, después de haber dejado el equipaje bicis incluidas en el hotel, lo pudimos comprobar con la subida hacia el castillo de muchos autobuses cargados de fans del concierto que se iba a celebrar al anochecer. La cena la hicimos en un falso griego pues no había musaka. Destacar que un año más en nuestras visita a Alemania, no hay tortillerías, ni tapearías ni tintos de verano a la vista, aunque sí abundan las pizzerías. Lo cual significa que, a parte del fútbol, somos incapaces de exportar a Europa lo mejor y más popular de nuestra gastronomía.


Fue el peor día para el agrimensor, pensaste, pues siendo como es, según nos confesó, un gran aficionado a la música electrónica comprueba, al entrar al castillo después del paseo en autobús, que su condición profesional queda humillada sin remisión en medio del patio de armas. Como agrimensor no ha podido pasar de la puerta, pues los ministeriales le cierran el camino con la disculpa que el señor margrave del castillo está ocupado con su colección de soldados de metal, la más importante del mundo, o ausente en alguna de sus partidas de caza. El agrimensor puede dar gracias al señor margrave que no esté enzarzado en alguna de las guerras contra sus vecinos margraves por asuntos de lindes o de honor nobiliario. Debido a tal intermedio de paz, puede el agrimensor estar agradecido de poder hacer su trabajo en el castillo, pero tiene que tener paciencia, le dice uno de los ministeriales a la entrada del castillo. Por hoy basta grita el agrimensor, dejó los trastos abajo y se subió en autobús a escuchar a los músicos. Dicho y hecho.


Al sur de Kulmbach el río Meno se forma mediante la confluencia de los arroyos Meno blanco y Meno rojo, enfilándose después  hacia su destino. A nosotros los ciclistas abnegados, solo nos queda seguir la traza que nos indica su cauce.


martes, 3 de septiembre de 2024

PAUL VALÉRY

 ENCANTAMIENTO


Vierte la luna débil sus albores sagrados
como una basquiña ,de vaporoso argento
sobre moles de mármol que cruza el soñoliento
paso de alguna virgen en velos nacarados.

A los cisnes sedeños que abren los juncales
con su quilla de pluma donde la luz reposa
les deshoja su mano la más nevada rosa,
y en el agua los pétalos difunden espirales.

Soledad extasiada, dulcificante duna,
cuando el agua hervorosa bruñida por la luna
sus voces cristalinas sin término propaga,

-¿qué alma padeciera la magia inexorable
de la rútila noche con su cielo implacable
sin exhalar un grito puro como una daga?

ANGELINA GATELL

 

Generación (fragmento)

A mi hermano

Nada está hecho y ya nosotros
abandonamos la tarea.
Más que luchar, hemos soñado.
De nuestros sueños poco queda.

Más que cantar, es el silencio
nuestro destino y nuestra meta.
Más que vivir hemos pasado
sobre el cansancio de la tierra.

Más que sembrar, hemos dejado
henchido el cuerpo de tristeza.
Más que morir, hemos vivido
con tanta oscura muerte a cuestas.

COMO SOMOS

 Hizo que todo volviese a ser lo mismo al volver, aunque no sé sí fue lo acertado - dijo Everett 

Era lo que ella quería - le respondí. Pues no he dejado de pensar en las noches que pasó sola cuando se fue.

La vida es así - dijo Everett

La vida es como te la cuentas - le dije 


¿Por eso crees que Victoria me abandonó? - dijo Everett


Si, creo que Victoria se fue porque no sabía por donde empezar a contar su vida - le dije.


Entonces, ¿qué has pensado de su vuelta? - dijo Everett


Que decidió empezar por el final - le dije