miércoles, 8 de mayo de 2024

RELATO DE UN JARDINERO MAYOR y 2

 ADULTOS ALFABETIZADOS E INFORMADOS

Muy lejos de la imagen externa de los adultos de la época en que Anton Chéjov escribió el “Relato de un jardinero mayor” - la inmensa mayoría analfabetos y desinformados - no es óbice para que este cuento oriente, desde entonces, la atención de quien lo lea hacia sus sentimientos adultos. Entendiendo esta forma de sentir, ser adultos, la propia de una etapa de la vida humana en la que se es plenamente consciente - se sepa leer o no, se este informado o no - de la mortalidad, finitud, imperfección e interdependencia de la tal condición humana. Ser adulto como una forma de intemporalidad cuyos ingredientes eternos forman el carácter de los acontecimientos particulares de cada época. Para entendernos, ser adulto en 1894 (cuando se escribió el cuento) y serlo en 2024 (cuando tenemos una nueva experiencia al leerlo) no es lo mismo en cuando a la apariencia de ser adulto, pero sigue siendo lo mismo en cuanto a la consciencia íntima de serlo: mortalidad, finitud,…etc.


Se puede deducir como lector, a partir del razonamiento anterior, que la intención de Chéjov al escribir este cuento es colocar los problemas cotidianos de elección moral, por ejemplo, el comportamiento de la justicia humana referida a la muerte del médico Wilson, en el seno de un dilema superior como es el sentido último de las cosas que ilumina la infinita bondad de Dios, que en última instancia contempla todos los actos humanos. Para lo cual hace uso de una compleja red de narradores, que otorgan al relato una mayor competencia y verosimilitud narrativas ante el lector. 


A saber, el narrador del cuento dice al lector que el jardinero mayor le cuenta una simpática leyenda que le contó su abuela hace tiempo, inspirada en la sentencia absolutoria dictada a favor de un tipo medio gitano que pasaba cerca de la floristería donde estaba conversando, además de con el jardinero mayor, con un joven comerciante de madera y un terrateniente vecino del narrador. El jardinero mayor habló así:

“Si los letrados ponen más fe en el hombre que en las pruebas y los discursos, ¿no es acaso, esta fe superior en sí misma a todos los cálculos humanos?…Pero está fe está solo al alcance de unos cuantos…, de los que son capaces de comprender y llevar a Cristo dentro de sí.

  • Es una bella idea - dijo el narrador.
  • Pero no nueva, sin embargo. Creo recordar haber oído un día, hace ya mucho tiempo, una leyenda sobre el tema semejante. 

Todos le pedimos que la contara, pese a la aspereza del idioma ruso” - dijo el narrador.


Dentro de esa leyenda hay que destacar que los letrados que dirigieron las pesquisas y los procedimientos judiciales, y los médicos que se encargaron de examinar el cadáver del médico haciendo un autopsia pormenorizada, tal y como le contó la abuela al jardinero mayor, convencieron a los habitantes de la ciudad que: “Se antojaba a todos inverosímil que pudiera existir un ser con suficiente bajeza y villanía para matar al doctor. ¡Hasta la villanía tiene sus límites! No es verdad.” Dijo el jardinero mayor, según decía el relato que le contó su abuela.


Si algo puede aprender de la lectura de este cuento el lector adulto contemporáneo es la toma de conciencia de la pérdida del sentido último de las personas y las cosas que caracteriza a la época que le ha tocado vivir. Siendo sustituido por un sentido inmediato y útil de uno mismo, al que puede acceder cualquiera que se lo proponga mediante la simple puesta en marcha de su voluntad y deseo.