PENSAR LO NO PENSADO
Por mucho que lo queramos inflar emotivamente y hacer todo lo que aparece en la peli de Margarethe von Trotta, Hannah Arendt, muy comprensible desde el punto de vista de la Historia con mayúscula y de las historias con minúsculas, lo que nos cuenta la esta película no deja de partir de una anécdota, al igual que hizo Truman Capote cuando lo envían a investigar un asesinato en un pueblo de Kansas, de cuyo trabajo salió A sangre fría, y una nueva manera de contar historias. Si en lugar de llamarse esta peli Hannah Arendt, se hubiera titulado, pongamos, Pensar no ocupa lugar, o El rincón del pensar, o, simplemente, No sucedió como me lo contaron, es decir, si quitáramos de los títulos de crédito o de descrédito todo lo que pudiera convocar a los prejuicios y complejos que llevamos dentro, tal vez veríamos la película como nos la cuenta la narradora. Si en vez de nombrar explícitamente a los personajes con sus nombres históricos, lo hacemos con nombres que evoquen remotamente a Hannah Arendt y Adolf Eichmann, a saber, una periodista del New Yoker que va a Jerusalén a cubrir el juicio contra un presunto criminal de guerra, estaríamos ante el mismo esquema que Truman Capote y su A sangre fría. Dos hechos, por cierto, que se estuvieron dando de forma simultánea, aunque pienso que se llegaron a tener noticia uno del otro y viceversa. En fin, lo que quiero decir es que hubiera sucedido si el New Yoker envía a Jerusalén a una periodista de su plantilla en lugar de a Hannah Arendt, la afamada filósofa judeo alemana norteamericana, autora del afamado libro “Los orígenes del totalitarismo.”
Es este supuesto ultimo el que filma con solvencia Margarette Von Trotta acompañada con el talento actoral inestimable de Barbara Sukova. Dicho de otra manera, el New Yoker contrata conscientemente a la famosa filósofa Hannah Arendt para cubrir el juicio de Eichmann, pues una empresa es una empresa y pone siempre el ojo allí donde pueda obtener en el máximo beneficio. Pero Arendt asiste y escribe sobre el juicio como si Eichmann no fuera todavía Eichmann, es decir, como un sujeto-objeto aún no pensado. Jerusalén, como no, tampoco es lo que hoy significa hoy esta ciudad de Israel. El contexto del juicio es paradójico en este sentido. Facilita ese trabajo tanto como lo dificulta. Pero sin ninguna duda permite a la protagonista, y a los espectadores a su lado, elevarnos sobre las circunstancias y colocar nuestro pensamiento, nuestras reflexiones y el debate de nuestras ideas en el lugar que le corresponde, más allá de la actualidad pero desde la actualidad.
Ni que decir tiene que el pensamiento no se puede filmar, he aquí la paradoja, sin el contrapunto histórico donde acontece. Por eso las secuencias que representan la vida cotidiana de Arendt y los suyos, en Alemania (visita a Heidegger), en Nueva York (grupos de amigos intelectuales de la universidad) y en Jerusalén (amigos del entorno judío de la pensadora de sus años de exilio antes de instalarse en Nueva York), están todas puestas en escena para arropar la particular forma de pensar de Arendt en general y en particular en el caso del juicio de Eichmann. La forma de pensar de Arendt saca al juicio de su tentación de convertirse en un espectáculo mediático, y coloca a todos esos moscardones de semejante negocio, que por allí pululan, donde verdaderamente les corresponde. De ahí el colosal hurdana mediático que produjo tal decisión. Pero, al final, lo que prevalece es la invitación al espectador a convertirse en el lector del libro de Hannah Arendt. Es decir, a ponerse delante de su pensamiento y tirar para adelante. Y a ver que le pasa.