jueves, 24 de febrero de 2011

PERPENDICULAR A LA PANTALLA

En el libro Hipótesis de cine, que le mencioné el otro dia, el autor se imagina que lo que no ha sucedido en la escuela sucede realmente en las familias o entre amigos. Así la transmisión del amor por el cine sucede entre personas y con películas que se heredan o se comparten. ¡Ummm!, como se nota que este hombre enseña aquí al lado, en París. Que bien maneja la segunda fe después de todos los cataclismos en los que nos mete la vida. Que bien suena la música de sus palabras. Heredando y compartiendo, ese respeto al prójimo que no es otra cosa que respeto a uno mismo. Así es difícil que el tópico haga oir su palmito simplón, y tampoco salga a la palestra esa manera de hablar ladrando, usando las palabras como cascotes contra el enemigo de la otra tribu, ocultanto con ese ruido la ignorancia propia. El amor por el cine se hereda, ummm, que eterna primavera nos podría alegrar la vida. Ay, los genes, donde yo los viera ser transmisores de esa verdad, para acabar de una vez por todas con el fatal adanismo que nos aniquila: el mundo es eso que comenzó el mismo día que yo nací. Grita nauseabunda la colera de los Aquiles de turno.

Perpendicular a la pantalla, a una distancia igual a la medida de la pantalla mas un tercio. Ese es el mejor lugar para ver una película. Lo dice el octogenario Mallol, como si estuvira hablando a jóvenes de quince, que le prestan atención sin pestañear. Dignos herederos de su sabiduría artesana.

El capitalismo renano se dió cuenta antes de la crisis y jamás se le ocurrió cortarle el sumunistro a la educación ni a la investifgación ni a la cultura. El capitalismo del meditarreneo suroccidental no se enteró nunca de la crisis hasta que el capitalismo renano le dijo aquello de: o lo haces tu o lo hago yo. Y empezó, apabullado y zafio, a cortar sin ton ni son, creyendo que así es como se corta el bacalao en Europa.

Un amigo que lleva editando peliculas y series de TV desde que le salieron los primeros dientes me comenta que “las salas de cine se han convertido en pocilgas en las que a la banda sonora de la película se le añade una pista más de sorbos, crujidos y paquetería alimenticia variada, completamente independiente del momento emocional que se proyecta. La mala educación de los que llegan tarde, de los que se sientan donde no deben, de los que se quitan el abrigo tranquilamente en la fila delantera una vez comenzada la proyección, de los que apagan el móvil en el último instante (en las primeros compases de la película) o nunca... de todos ellos es el reino de la sala oscura”.

No es contra la educación ni contra la investigación ni contra la cultura, estúpidos. El capitalismo renano no os quiso decir eso con lo que os dijo, aquel aciago fin de semana de mayo. Es cara a cara, en perpendicular, y a una distancia igual a la medida de la crisis y de vuestras corrupciones, mas un tercio. O entonces, ¿para que le sirve a la vida el cine?, ¿para renovar las cochiqueras?.

Bergala llegó a soñar con el día en que “dos o tres niños, en lugar de ir al recreo, puedan mirar libremente, simplemente porque tienen ganas de hacerlo, sin necesidad de la presencia de un adulto, una escena de tres minutos de ¿Dónde está la casa de mi amigo?, de Kiarostami, de Los 400 golpes de Truffaut, de La pequeña vendedora de sol de Djibril Diop Mambety, o de Los contrabandistas de Moonfleet de Fritz Lang”. Se imagina.

Soñar así es soñar con paciencia, confianza y sentido común. Virtudes que el capitalismo meditarreneo suroccidental no se atreve a imaginar ni siquiera para ver como sería la vida sin el áspero pelo de su dehesa. Chulesco e imperioso en las declaraciones públicas, pero apremiante en cortar por donde menos corresponde, se enfrenta a la crisis cojo y con la cabeza metida dentro del ala, como un avestruz al que hubieran amputado una pata.

lunes, 21 de febrero de 2011

LEY

Aunque fuera de la ley, los representantes, que una vez elegidos nos toca padecer como tiranos, hacen todo lo que está a su alcance para que no aprendamos a leer, yo sigo creyendo que dentro de la ley hay hueco para que los ciudadanos que lo deseen puedan aprender a hacerlo. Salvamos así lo que de sabiduría pueda esconder la vida.

Es por eso que una vez al mes quedo con un grupo de ciudadanos y ciudadanas dentro de la ley. La gran puerta de esta ley, que ordena la creatividad literaria, permanece abierta, quedando a la entrada el guardia del burdel o mercado exterior, que por una vez se hace a un lado.

Si es verdad que la ley que yo tengo el encargo de hacer cumplir no admite réplicas, se ha de cumplir. Los beneficios que proporciona, si se cumple a rajatabla, son indiscutibles aunque no inmediatos en su percepción y satisfacción. Por eso hay muchos lectores que abandonan, continuando su trapicheo con las palabras al igual que hacen con las cebollas y las alcachofas, o las hipotecas y los salarios. Fuera de la ley, trajinan con las palabras como una mercancía mas.

Prohibido usar los tópicos, lugares comunes o frases hecha del tipo: nada es verdad ni mentira todo depende del color del cristal con que se mira, o lo bueno si breve dos veces bueno, o cada uno puede decir lo que le venga en gana en nombre de la sacrosanta libertad de expresión, y tal y tal. Terminantemente prohibido, repito, a la hora de decir algo que tenga que ver con lo que se ha leído. El uso despreocupado y arbitrario del tópico delata, la mayoría de las veces, la infelicidad del lector fuera de la ley. Y es porque ahí las palabras se venden al peso, y con mucho ruido y alharaca.

Prohibido repetir el argumento del texto a la hora de responder a la pregunta: ¿de qué va lo que has leído? Como ya he dicho, fuera de la ley el libro es una mercancía mas que tiene un precio. El argumento, la tramoya o la historieta, que de todos modos se dice, es la etiqueta que pone al manojo de hojas de papel a la venta en el kiosco, la librería, la gran superficie o en la calle sobre una manta. En las estanterías o sobre la manta hay muchos libros que tiene el mismo precio, son, por tanto, intercambiables, pero para darle el valor intransferible del que todo lector, lo sepa o no, es dueño, se ha de atrever a estar dentro de la ley, y entrar a pesar de las prohibiciones que le impone. Fuera de la ley hay una aparente libertad de precios, pero dentro únicamente existe la disciplinada y responsable conducta del lector delante del texto que tenga delante de sus ojos. Tu eliges, le dirá con perversa seducción y suaves ademanes el guardia de la puerta, que viste impecablemente como corresponde a cualquier vigilante de fuera de la ley.

Prohibido decir aquello tan a mano de: yo no estoy de acuerdo. Dentro de la ley no se puede aceptar lo que eso significa: quítate tu que ahora me pongo yo para llevarte la contraria. O tu o yo, no es admisible dentro de la ley. Fuera de la ley prima esa terrible humillación, y si se han de bajar los precios para hundir al enemigo se hace. Dentro de la ley solo se admite el respeto, que garantiza a cada lector mantener y revalorizar su condición de ser inteligente y sensible, por muy diferentes que puedan ser las lecturas que se hayan manifestado. El cumplimiento estricto de la ley tiene la virtud, rápidamente constatable, de hacer de las diferencias una necesidad demandada e irrenunciable entre cada uno de los lectores. No se puede llegar a ser lector sin ellas al lado.

No hay textos aburridos o largos o farragosos. Eso es lo que dicen los que sirven fuera de la ley. Únicamente hay lectores poco imaginativos o narradores incompetentes. O ambas conductas a la vez. Fuera de la ley están los especuladores de la memoria y la erudición. Visto y sufrido su monumental fracaso, dentro la ley se protege lo único que queda, los sentimientos de los lectores. Para que puedan leer tratando con las palabras, con todas las palabras, impidiendo que aquellos trileros se las roben, y que se desprendan de ellas gratuitamente.

Por último, no hace falta que le diga que está usted invitado a estar y leer dentro de la ley. Su condición de eterno sospechoso de delinquir, a que le someten sus representantes, quedará aliviada en parte. Al menos durante unas cuantas horas al mes.

viernes, 18 de febrero de 2011

EL DESTINO ES LO QUE NOS PASA

No dejo todavía a los Coen. Es lo que tienen, que pasan los dias y su historia me sigue zumbando debajo del cráneo. Se trata de no tener miedo a no estar protegido bajo el paraguas de la corrección política. De afrontar con coraje el darse cuenta del peligro totalitario que la acompaña, y llamar a las cosas por su nombre. De no intentar más encontrar una explicació satisfactoria a toda esta criminalidad organizada que dirige nuestro destino desde los grandes despachos. De dejar de emitir soplos de voz que no hacen otra cosa que intoxicar el aire que respiramos con su inalcanzable cantinela. Se trata, en fin, de quitarnos todas esas costras para ver un paisaje y un paisanaje no muy diferentes a los que nos muestran los Coen en Valor de Ley. Veremos, entonces, lo que le dije el otro dia, veremos lo que siempre ha estado ahí, desde el hombre de las cavernas. Sin menospreciar por ello sus tiempos de bonanza intermedios, que son como la noche de los goyas, ese excelente correlato de nuestra vidas en los últimos treinta años, con sus alegrías, emociones, llantos, amores domésticos, familiares, profesionales o ñoños expresados en lo alto de un escenario y para mayor gloria de esa efímera fama de unos segundos de éxito televisado. Unos tiempos que pensamos ingenuamente, bajo la influencia de esas flatus vocis, que eran nuestros para siempre. Y que ahora por prescripción monetaria, fatalmente se han acabado.

En el escenario del dia de después se quedan los que nunca se han ido. Los que hacen que el valor de la ley se trasmute en precio; nunca se les ve escondidos como estan en sus madrigeras convertidas en lujusos despachos. Los sheriffs, ahora disfrazados de aseados políticos encorbatados con sempiterna sonrisa que, como Rooster Cogburn, obeceden ciegamente, con total impiedad y crueldad, las ordenes que le llegan de los despachos; siempre se les ve, y siempre insultándose y perdonándose la vida unos a los otros. Los chorizos como Tom Chaney, que no han podido ser sheriff por que es un trabajo de plazas limitadas, pero que llegado el caso pueden compartir mesa y burdel con los de los despachos y los de las corbatas en los tiempos de asueto. Los chivos expiatorios, como los cuatro millones y medio de parados y toda su parentela. Y como gran obra de todos ellos, la bestia impune, que apenas sujeta la convencion social, y que campa por sus fueros entre padres y madres, hijos e hijas, amantes, profesores y alumnos, entre los de infanteria y los que vuelan alto, al margen de cualquier valor de la ley, convirtiéndo en la principal fuente de terror cotidiano a toda esa indiferencia acumulada.

No muy lejos de aquí está ese colectivo singular que desde El Cairo susurra al oído de la civilización un secreto victoriosamente desvelado: el destino es lo que nos pasa. No lo que pensamos y deseamos que nos pase. La tozudez de los hechos contra la obsesion canibal de nuestras creencias. Esas inmensas trituradoras que nos acaban comiendo la vida.

A nosotros nos pasó lo mismo hace treinta y cinco años. Entonces cruzamos los dedos en favor de todas esas expectitivas que nos ofrecía el nuevo mundo. Y ahora qué. ¿Podemos decir que el destino nos pertenece? Durante ese tiempo hemos hecho todo lo humanamente posible para que sea que no. Porque el destino es lo que pasa, sí, pero lo que pasa nos pertenece en la medida que hagamos algo con lo que pasa. Algo con sentido. Parece mentira, pero esa es una de las vias que nos dejan abiertas los toscos personajes de Valor de ley.

miércoles, 16 de febrero de 2011

VALOR DE LEY, de los hermanos Coen


UN WESTERN QUE NO ES UN WESTERN

Inopinadamente los Coen ofician al mismo tiempo que Eastwood en la ciudad donde vivo. Ir a ver lo que hacen tipos así es algo mas que ir al cine. Es como un espasmo antiguo, no relacionado con mi biografia sino con la del mundo. Con esa necesidad primera que tuvieron nuestros antepasados de hace quince mil años, al dejar sobre las paredes de la cueva aquellas pinturas, tan perfectas en su trazo como en su aliento. Está también, la presentación de la peli en sociedad. Los de Minessota se presentan a competir, en el centro actual de la creatividad cultural europea, con un western, mejor dicho, con un remake de un western. ¿Hay que tener un par y ganas de querer llamar la atención? ¿O lo que quieren es dedirle algo a esa élite cinematografica deslumbrante, que se reune a las orillas del Spree a principios de cada año, para ver quien enfoca y planifica mas moderno?

¿El remake de un western es otro western? Le aconsejo que lea las primeras páginas de la novela de Charles Portis y entenderá la oportunidad de la pregunta. Todavía no me he sentado en la butaca. Le estoy hablando de ese algo mas de ir al cine, que le dije al principio. Lei las diez primeras páginas de la novela en la librería. No seguí por deferencia al librero, así que opté por comprármela. Ahora, después de ver la película, estoy a punto de acabarla. En esas primeras páginas encontré lo que realmente pedía ser contado en la pantalla. Sin menoscabo para la voz de la narradora, y a diferencia de otras pelis, el alma de aquel relato con palabras intuí que debería tener su latido paralelo en las imágenes. A los cazadores del paleolítico no tenían quien les ecribiese, por eso solo nos quedan la hermosura y el esplendor de sus caballos y bisontes sobre la roca, que así se liberaron del yugo de ser solo de aquel tiempo para llegar a ser también del nuestro, para llegar a ser eternos. A los hombres y mujeres que forjaron el oeste norteamericano, por el contrario, si tuvieron desde el principio de su descomunal epopeya quien los escribiera, los pintara y los filmara. La mayoria se quedaron como un documento local e histórico. Solo unos pocos consiguieron alcanzar la condición de intemporales, es decir, de no ser porque estaban ahí desde siempre. Los Coen, junto con Eastwood, son de los pocos sacerdotes vivos que son capaces de ofrecernos semejante liturgia con sus pelis.

Ahora, si le parece, nos sentamos delante de la pantalla. Lo primero que vemos es una frase que representa un proverbio bíblico, que más o menos dice: el impío huye después de cometer su impiedad, solo, sin que haga falta que nadie lo persiga. Hay un momento en la vida — más o menos, al entrar en la treintena — en el que uno empieza a preguntarse qué tipo de persona es y prueba a verse a sí mismo como lo ven los demás. No es fácil. Lo importante es el esfuerzo que uno ponga en ello, pero no hay ninguna garantia de tener éxito sobre todo si ese esfuerzo esta mal dirigido. Si se mira todo lo que viene a continuación del proverbio bíblico a través de esta lente, ya no se ve un western, pongamos, a lo John Ford, muchos de cuyos western están a servicio y gloria de la naciente república americana, con sus coordenadas de racionalismo empírico y determinación religiosa. Veremos lo que siempre ha existido debajo de ese manto de coyunturas y objetivos de dominación sociopolítica y económica, y que da lo mismo se escenifique en Arkansas o en Berlin, en el siglo XIX o en el XXI. Ese tipo de personajes que pueblan las escenas que sostienen el esqueleto de la película, y que se parecen mas a la explosión de los volcanes o a un jauría de lobos que a la limpia y hermosa sintaxis de la Declaración de Independencia y la Constitucion Americana, no han merecido la atención preferente del cine hasta fechas muy tardías, cuando se pensaba que el western habia muerto para siempre, por que obedecía a una exigencia histórica. Los Coen han sabido romper con ese corsé historiscista y nos ofrecen este excelente poema a través de lo que recuerda una mujer madura cuando tenía catorze años. No esta nada mal el envite, después de quitarse de encima la pesadez y axfixia de la herrumbre histórica.

¿Por qué los recuerdos de la niña Mattie Ross, de catorce años, ponen la música y dirigen la sinfonia del viaje a la busca del impío, Tom Chaney, que mató a su padre? ¿Por que ella contrata y se pone al frente de esa fuerza desbocada de la naturaleza, implacable y cruel, que es el comisario Rooster Cogburn? ¿Por qué Francisco Goya, pionero en esto de llevar al ámbito del arte lo que el arte nunca quiso ver ni fijarse, dibujó en uno de los grabados, que representan los desastres de la guerra, la figura de una joven sensual, robando el diente de oro que atisba en la boca sangrante de un hombre colgado como un despojo en medio del camino?

Cuando el misterio se apodera de todo, no se me ocurre manera más acertada de hacer soportable el tránsito de la mirada entre la magia y la furia de semejante violencia tan ancestral como perenne, tan olvidada por nuestros remilgos como escasas veces así convocada y evocada. Y de poder volver, después, a la normalidad entero y con el suficente sentido del humor, como para desear contarlo.

lunes, 14 de febrero de 2011

TIEMPO DE AMAR


No soy como te amo. Señor, cuanta obcecación en seguir mirando el mundo a través de nuestro único y reducido objeto de pasión. Pero, ¿puede ser de otra manera? Bastaría con dedicarle un poco de nuestra arbitraria atención a esa primera frase para darnos cuenta de que debería serlo, que sería incluso de obligado cumplimiento, como el no fumar, aunque nada mas fuera para evitar hacernos daño mas tarde o mas temprano. Y es que somos tan malos gestores de ese daño, de ese dolor inmenso que acompaña al desengaño amoroso, que de verdad el gobierno debería sacar un decreto prohibiendo el enamoramiento sin previa consulta al Comité de Salud Pública. En comparación al amor, que se vive como si el tiempo se hubiera suspendido, su desengaño dura tanto y salpica a tanta gente inocente que rodea a los amantes, que se acaba percibiendo como una horripilante distopía.

Este Comité de Salud Pública debería de estar, sobre todo, contra la capacidad de producir daño gratuito y promover la adquisición de las habilidades necesarias para la gestión del dolor recibido que pueden llegar a padecer los aspirantes a quedarse enamorados. No en balde enamorarse y tener hijos establece de inmediato una sólida asociación, que tiene su reflejo en las cuentas estadísticas de los vigilantes del cotarro demográfico, departamento dependiente del Comité de Salud Pública.

¿Que es antes querer enamorarse o querer embarazarse? ¿No le parecen términos sinónimos, que sugieren sujetos irremisiblemente fundidos, dependientes y gimientes según su ventura y desventuras, patrocinándose mutuamente una justificación de su existencia y proporcionándose el calor que solos saben es inalcanzable? ¿Cuantas mujeres se enamoran del padre de sus hijos? ¿Cuantos hombres lo hacen de la mujer que cuidará mejor de sus herederos?. Fuera del sistema reproductivo se encuentran quienes buscan desesperadamente la mujer o el hombre de sus sueños. Son un peligro para ellos mismos y un latazo para los demás en la corta distancia. Pero, ¿que haríamos sin ellos los amantes del cine y de la literatura?

La variante de los nones que quieren tener hijos, o de los pares que no quieren tenerlos o no pueden tenerlos, es una prueba irrefutable de la persistencia de la indeterminación en la evolución de la especie humana. Sin negar, por supuesto, que puedan ser una precipitación no deseada de la deriva de cualquiera de las dos anteriores. Y, porque no, celebremos que el amor se ha convertido en una mercancía más y la gente tiene la opción de enamorarse a cambio de algo en los concursos de televisión. Para que luego digan los que abominan del capitalismo, si es que tiene soluciones para todo.

Disfrutemos de todas las alucinaciones amatorias que el destino nos tenga reservado, subamos a las mas altas cumbres borrascosas. Pero si en algún momento de ese trajín de fusiones intimas e intercambios psíquicos sentimos que ya solo nos dan el calor que proporcionan los erizos cuando se juntan, si notamos que es imposible perpetuar la venda sobre nuestros ojos, no nos desesperemos ni le metamos la navaja entre las costillas a quien creamos que es el culpable de nuestra descomunal desgracia. Ni nos obcequemos de nuevo buscando recambio de inmediato. Es tiempo de amar la vida tal y como es, con su ramillete de placeres y desdichas, con el vértigo de su elevación al cielo y de su caída en picado a los infiernos que siempre le acompaña, porque todo lo que sube baja, y tal. Esa vida que suma mas que dos vidas que nunca han sido como se han amado. En fin, eso que no es otra cosa que aprender a negar y rechazar todo lo que nos mata: la persistente catástrofe que nos acecha y rodea, la injusticia que se oculta en los grandes ideales vendidos y saqueados a diario, la ceguera de quienes lo aceptamos todo. Que San Valentín lo bendiga.

sábado, 12 de febrero de 2011

PALABRAS QUE HACEN MAPAS








http://circulobellasartes.com/benjamin/index.php

Cuando uno acude a los atlas o los mapas es porque quiere colocar el cuerpo en algun sitio o lugar, proporcionándote un conocimiento instantáneo de sus abscisas y coordenadas. Así te situas, conoces la topografia de la zona, ves sus calles, plazas, carreteras y cruces de caminos. Con ellos sabes de distancias, si son lejanas o próximas, cortas o largas. Y, sobre todo, sirve para saber todos los lugares donde nos has estado y lo minúsculo que es el territorio donde vives cada día. Si lo que quieres situar no es el cuerpo entero, sino una parte del mismo, recurres a los atlas o mapas de anatomía. Aquí también descubres las distancias que hay, por ejemplo, entre el corazón y el cerebro(distancia muy importante y a tener siempre bajo control del metro) y el misterio que protege a lo oculto o microscópico.

Ahora bien, si lo quieres es situar los sentimientos, tener un conocimento aproximado de sus coordenadas, saber algo de su imprevisible topografía, etc., no te queda mas remedio que acudir a las palabras, imágenes, sonidos, ... que te entran por los sentidos. Los atlas o mapas que resultan con las palabras se llamana poemas, novelas, diarios, ensayo. Los que derivan de las imágenes películas, documentales. Los que corresponden a los sonidos sinfonias, melodías, en fin, la música. O también una mezcla de todo junto.

Sin embargo, conscientes de sus limitaciones a la hora de organizar los mapas y sus itinerarios, las palabras guardan para si el privilegio de ser las que mejor representan la singularidad de la especie humana: su condición única de hablante entre todas las otras especies. También es verdad que las palabras son las que mas colaboran, dada su condición polisémica, a la confusión y al enfrentamiento entre los seres hablantes. Pero a pesar de una imagen acertada no podemos prescindir de mil palabras desafortunadas. Son nuestro ADN. Y nuestras velas, que la mayoria de las veces nos hacen naufragar en el mar enbravecido de la comunicación humana.

Todo lo anterior viene a cuento para presentarle un atlas especial de un escritor también especial, conocido en estos pagos por su trágica muerte, a causa de la consecuencia del fracaso mas estrepitoso y cruel que puede llegar a tener el uso e intercambio de las palabras entre los seres hablantes: la guerra. Me estoy refiriendo a Walter Benjamin. Se trata de una exposición que organiza el Circulo de Bellas Artes de Madrid y que titula Atlas Walter Benjamin Constelaciones. Una colección de citas que permite también situarse y asombrarse de su inmensa riqueza y, sobre todo, comprobar y celebrar la manera de la que se sirvió el pensador alemán para iniciar sus sugerentes investigaciones filosóficas, sus paseos, sus narraciones en un mundo en llamas. En definitiva, su forma singular de situarse en ese mundo mediante el mapa de su escritura.

jueves, 10 de febrero de 2011

ATRAPADO

Si hubiera sido educado en un lugar apartado, mezclado entre las ruinas de alguna montaña o junto a un lago, mis padres no hubieran quedado a salvo de los dardos de mi reproche. Pero, ya le digo, no fue así. Mi madre todavía me lo recuerda cuando la visito en su casa. A la hora del café le gusta sacar las fotografías de entonces y enseñárselas a sus nietos, renovando así su orgullo por mi carrera de estudiante. En la pared del comedor tiene colgados, en lugar preferente, los títulos que conseguí. Como si fuesen trofeos propios los ha enmarcado con mucho esmero y cuidado. Nunca se les ve afectados por mota de polvo alguna. Perfectamente alineados y equidistantes unos de otros, decoran la pared mas importante de la casa.

Formarme para llegar a ser como dios manda, no ha significado que en la meta me haya encontrado solo con el deber cumplido. Ni que la meta que me impusieron fuera siempre un lugar cercano. Cuando llegué allí había algo más, y aqui radica el fundamento de mi malestar y mi repoche. Como ya le dije, no me cupo ninguna duda de que ese algo más tenía que ver con quienes habian colaborado al triunfo de mi etapa educativa. No es que quiera ponerme transcendente, pero oí tantas veces que debía estar orgulloso porque había hecho lo que tenía que hacer, que acabé por hartarme.

El deber cumplido supe en seguida lo que era y los beneficios que me iba dando también. Mi débil curiosidad, sin embargo, me impidió darme cuenta de que aquella plenitud no coincidía exactamente con mi satisfación. Cualquier pregunta que surgiera donde fuera, dada la debilidad de mi pensamiento, quedaba compesanda con la primera respuesta, sin preocuparme lo mas mínimo por el sentido de todo ello. Así, sin percibirlo, me fui quedando encerrado dentro de una muralla impenetrable. Mi dí cuenta cuando empecé a quedarme en casa, dejando de lado mi intensa y exitosa vida social. Todo empezó como siempre ocurre con estas cosas, de forma inopinada. Contra toda costumbre por mi parte, un dia decidí no ir al cumpleaños de unos amigos alegando que tenía que acabar un informe del trabajo. Mi mujer si quería ir, así que dejó a los crios con mi madre y se fue, dejándome solo. Al igual que me pasa con la música, que a los pocos minutos me siento rodeado por un anillo que inutilmente intento traspasar para tratar de entenderla, de repente me sentí oprimido por las tenazas del aburrimiento, y después del miedo. No esperé mas, cogí el coche y me presenté en la fiesta de cumpleaños de mis amigos. Pero ya nada volvió a ser lo mismo. Lo que vino a continuación es facil de imaginar, dada la educación exitosa que había recibido.

Ahora no intento atravesar nada. Me quedo en casa y no tengo la necesidad de quedar con nadie. Mi mujer creo que vive con otro. A mis hijos, según ordenó el juez, los puedo ver una vez al mes. Simplemente permanezco tranquilo con mis pensamientos, que van discurriendo y desarrollándose en su estrechez sin que la perturbadora y obsesiva observación de mi mismo consiga afectar a su trabajo hacia todo lo demás. Sí, es verdad que estoy solo, pero ahora se que los días tienen música.

martes, 8 de febrero de 2011

MAS ALLÁ DE LA VIDA, de Clint Eastwood


TAMPOCO ES PARA TANTO

Si únicamente se trata de una mera superposición del lenguaje sobre la total incertidumbre, ver cine, leer, pintar, escribir, etc., ¿no le parece que puede ser solo eso? O ante la falta de tal habilidad, ¿un elemental intercambio psíquico que regula las relaciones entre los invitados a semejante aquelarre?.

Nada hay más pertinente que lo anterior para advertir al espectador ante la representación del trayecto que hay entre la vida y la muerte. Mire que es un territorio ocupado en su totalidad por el titubeo, la desconfianza, la perplejidad, la imprecisión y, sobre todo, el miedo, es igual, para muchos autores que meten la nariz dentro su resolución opera como si se tratase de un lío de costumbres vistos desde este lado del espejo. Eso si con todos los efectos especiales que sean necesarios. Como si de andar por casa se tratara relatan cargados con las fórmulas de esperanza maniqueas de siempre que sintetizan lo que hay por ahí y que vienen a decir que tampoco es para tanto, siempre y cuando al salir del cine se siga viviendo a salvo de todo ello. Y, ciertamente, como cóctel balsámico no me cabe duda de su eficacia, es saludable llegar a aceptar que morirse no es para tanto, sobre todo si has cumplido tu ciclo vital. El problema surge cuando se confunde ese apaño vital con su representación, con las formas y maneras de hacerlo visible en el cine o en la literatura o donde le pete a quien lo intente. Que la muerte sea nuestro único destino cierto y final, no justifica que se confunda la esperanza con la realidad, impidiéndonos el entendimiento de los destinos intermedios que son los propios de nuestra existencia.

El título de la peli de Eastwood sugiere un trayecto. Y en un trayecto hay un punto de partida y un punto de llegada. Y al construirlo se construye una distancia que se da entre esos dos puntos. Y será necesario, por tanto, diseñar las marcas que contienen esa distancia que acabará dando forma al trayecto. En al ámbito de la vida esto no es muy complicado, porque todo el mundo tiene como referencia el itinerario de la suya propia. Pero crear marcas, distancias y trayectos entre la vida y la muerte lo es más, sencillamente porque la mayoría de la gente no vive con la presencia de la muerte como algo irreductible. Viven como si no se fueran a morir. Con gente que se siente inmortal hablar del mas allá de la vida es como hablar de marcianos, y únicamente dentro de tales representaciones extraterrestres admiten que les hablen de lo que hay entre el aquí y el mas allá.

Eastwood es un tipo, que viviendo como ha querido, ha hecho un cine que siempre ha representado la vida con la muerte en los talones. Mucho se ha manchado las manos con ella. Por eso esta peli, su cine, no tiene estilo ni ideología (¿quien es quien sí se los quiere imponer a la vida y a la muerte?), aunque les parezca incomprensible a los que no dejan de verlo como un puto republicano de la costa oeste. Ahora que tiene ochenta tacos, le resulta de lo más natural dialogar con lo que hay mas allá de la vida. Es un viaje que ha hecho infinidad de veces, volviendo siempre con renovado talento. Y no es casual, que sean las manos prestadas del excepcional Matt Damon las auténticas protagonistas. Manos que tantas veces hemos visto apretar el gatillo para enviar al infierno al que se oponía al jinete pálido o al detective sucio. Manos como puños enseñando a una novata sobre un ring lo frágil que es la línea que separa la vida y la muerte. Manos para sujetar y apretar la cámara en el condado de Madison, fijando así para siempre la fragilidad de un amor tan inesperado como efímero pero sublime e intenso, para saber del dolor por su pérdida, del duelo y la pena que lo acompañan. Manos, siempre las manos del viejo Clint, que junto con su jeta son en sí mismas dos obras de arte.

Ahora las manos están vacías y solo tocan a las de su oponente, transformado en cómplice necesario. Saben tanto de la vida que nada más les hace falta tocar para saber que hay al otro lado. Manos que amaron tanto la vida que sedujeron tanto a la muerte, ahora rinden cuentas entrelazándose con las del otro, buscando la compasión recíproca. Mediante esas manos sabias podemos ver y sentir, podemos al fin saber sobre una pantalla que la vida y la muerte son algo mas que dos conceptos abstractos para usos existencialistas en un aula universitaria o en un confesionario laico o religioso, son las dos caras de una misma moneda que nos ponen al lado del biberón nada más nacer. Es nuestro tesoro secreto. Manos que nos dicen que si no es tan importante morirse es porque la vida tampoco es para tanto. Que toda vida es vivida si la muerte siempre ha sido presentida, mientras se vivía. Y Eastwood lo hace como siempre, sin despeinarse, como los grandes bardos antiguos, pasando de largo de las modas de coyuntura de las ciudades. Así es Clint Eastwood, a uno y otro lado de la vida.

Y de paso se ríe, sin despegar los labios, de todo ese mundo de vendedores de humo que forman sanadores, videntes con bola de cristal y echadores de cartas, y tal. Todo ese mundo de psicologías paralelas y entrecruzadas, formado por los antiguos trileros y vendedores de crecepelo de las barracas de feria, que para salir de la crisis no han encontrado mejor manera de reciclarse que buscar la clientela entre la peña, que anda igualmente desnortada entre la hipoteca y el embargo. Es decir, entre su vida y su muerte.

domingo, 6 de febrero de 2011

EDUCACIÓN

A veces me da por pensar que la educación que he recibido, lo mire como lo mire, no ha hecho nada mas que perjudicarme. No piense que me eduque en lugares apartados, perdidos en medio de la montaña. Al contrario, cumplí con todos los requisitos y etapas que se necesitan para hacer de mi un ciudadano ejemplar. Tuve becas, buenos profesores, estupendos compañeros. En términos generales mi carrera educativa, puedo decir, que fue notable. Mi reproche va contra el propio anhelo de alcanzar ese objetivo, de hacer de el mi único destino. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que semejantes propósitos llevan dentro el germen de su propia corrupción. Formar un ciudadano para que dirija sus esfuerzos hacia el bien no significa que al final del camino se vaya a encontrar también con la verdad. Y aqui radica el fundamento de mi malestar. A esa confusión entre bien y verdad han colaborado, paradójicamente, todos los que han hecho que mi etapa educativa fuera un éxito.

Entiendo que educar para el bien es lo que le conviene a la sociedad, pero no al individuo. Al individuo lo que necesita es que le proporcionen lo necesario para aprender a buscar la verdad, a sabiendas de que no la encontrara nunca. Y no entro a discutir si le conviene o no, porque no son magnitudes que puedan ponerse en contacto para tal menester. Además las posibles refutaciones vendrían del gremio de los bondadosos, al que yo, como puede intuir, por educación pertenezco. Mi reproche está a una réplica pegado. Educar para el bien comporta necesariamente saber que es el bien, y que existe en algún lugar que esta al alcance de quien se esfuerza. A educar para el bien le acompaña el correlato paralelo del triunfo, sin el cual no es posible. Así el bien se convierte en una propiedad que hay que defender, y que es intercambiable. A la búsqueda de la verdad, a sabiendas de que no la encontraremos nunca, le acompaña el correlato de lo que es oscuro y parecido destino que el de un avión en vuelo, que si se detiene para comprobar que va todo bien se desploma.

Por el bien de la verdad no se me ocurre otro remedio que desaprender todo lo que me han enseñado bajo el paraguas protector de la bondad educativa oficial. En esas estoy.

viernes, 4 de febrero de 2011

APRENDER A VER EL CINE


A cinco horas y media de donde vivo hay un tipo que ha escrito un libro y se ha atrevido ha subtitularlo, “pequeño tratado sobre la transmisión del cine en la escuela y fuera de ella”. El libro lleva por título “La hipotesis del cine”. Y el autor es un parisino que se llama Alain Bergala. Un vecino de aquí al lado.

Si el deporte por antonomasia es el fútbol, al cine lo podemos colocar en un categoria inferior, no me atrevo a decir donde, pero al igual que aquel es algo sobre lo que se suele opinar sin demasiado esfuerzo. En ese amplio desierto caben tanto los que siempre dicen que saben antes de sentarse en la butaca, como los que utilizan el método del pinto-pinto-gorgorito en el momento transcendental de elegir un peli entre las que propone la cartelera de la semana. Todos llevan una ciencia bajo el brazo. Y la falta de esfuerzo los nivela por abajo. Los que dicen que ya saben porque suelen ir al cine a levantar acta sobre si la peli cabe en el canjilón de su sabiduría. Si es que si la peli es una obra de arte sin discusión alguna, poniendo al decirlo cara de perdonavidas por si hay alguien que se le ocurra llevarles la contraria. No aceptan que, como la peli, son de arena, que no son de piedra. Si es que no, peor para la peli y para el director, que ya se puede dedicar a vender helados. Los del pinto-pinto-gorgorito porque su esfuerzo se lo lleva el run run de esa cantinela, hasta que la mano va a la peli o al revés, que nunca se sabe. Hay un tercer grupo - en los paises cainitas donde el debate esta permanentemente desenfocado siempre hay un tercer grupo, un gran grupo, el mayor grupo entre los opuestos e irreconciliables - que hace a pelo y a pluma, pero que nunca dice nada. A parte, claro está, tiene las revistas del gremio de críticos y los programas de radio y televisión. Aquí hay para todos lo gustos.

Yo creo honestamente que nadie sabe nada sobre lo que va a ver. Si sabe algo es de lo que ya ha visto, pero no de lo que quiere saber, que requiere esfuerzo. Y a veces se tiene éxito y a veces no. ¿No le parece que opinar luego sobre ello, sin despeinarse, suena parecido a lo del pinto-pinto-gorgorito? Que estemos atiborrados de imágenes no quiere decir que de esa peli concreta, vista ese dia concreto, sepamos algo. Es única y se merece un espectador único que quiera saber algo concreto. Una peli y un espectador son dos singularidades que se buscan y se necesitan, y que compiten entre ellas poniendo en cuestion sus respectivas competencias. De esa tensión surge el benefico mas interesante de ir al cine. ¿Sino, con quien compartimos el mundo?, ¿con los de al lado igualmente itoxicados de imágenes intoxicadas? Eso nos pasa por movernos constantemente dentro de la geometría de las generalidades y los lugares comunes, cuando cada película deberíamos verla dentro de la escala de nuestra propia experiencia, que es pequeña pero es la única que tenemos, que es mas ignorante que sabia, que es cambiante e imprevisible, sin perfiles claros y definitivos, ambigua y contradictoria, tentada constantemente por la corrupción, soñadora incansable del paraiso. Una experiencia a la que le sobran espolonos defensivos y le faltan grandes dosis de una segunda inocencia. La única manera honorable de volver a ponernos, otra vez, delante de una pantalla.

Como viene a decir Bergala, todo ello entraría en vias de solución si en la escuela se diera lo necesario para ver el cine. El cine no se enseña. Al final de este túnel dominado por listos y autistas, se puede aprender a verlo. Y dejar de enseñarlo para ilustrar ciertos conceptos o ideas abstractas, como sucede todavía en las universidades. Si algún dia se consigue que la educación deje de ser la puta de la política, se trataría, segun Bergala, de pensar el cine como una experiencia creativa compartida, impura si se quiere, pero repleta de matices, retazos y particularidades. Es cuando los sentimientos adquieren todo su sentido en una forma, en un ritmo, que sólo pueden existir en y por el cine.

miércoles, 2 de febrero de 2011

LANDA CABALGA DE NUEVO

Francisco. 71 años. Marchó a Alemania en 1964, se casó, tuvo dos hijos y allí se ha jubilado. Carlos. 27 años. Licenciado en Administración y Gestión de Empresas. Lleva diez meses en el paro. Acaba de solicitar en la Embajada germana uno de los empleos que ofrecerá Angela Merkel. Si todo va bien, Carlos pronto marchará a Alemania. A seguir los pasos de Francisco.

“Si Merkel me dice ven lo dejo todo, que al igual que Paco es nada”

Año 196.. Peralejos es un pueblo tranquilo del Alto Aragón donde nunca pasa nada hasta que un día aparece Angelito, un emigrante con un magnífico Mercedes, contando maravillas sobre Alemania y sus mujeres. Vente a Alemania, Pepe, le dice a su amigo. Y Pepe decide probar suerte en este país y, sobre todo, con las alemanas...Menudo es Pepe. Menudo es Landa. Su fantasma cabalga de nuevo. Esa otra manera de entender la modernidad y el progreso.

El miércoles dia 3 de febrero nos visita Frau Merkel. Viene a examinar al espectro de la Moncloa. A ver si ha hecho correctamente los deberes que le puso en mayo. Ya saben, cuando le dijo aquello de: o le metes tu la tijera al cotarro que teneis montado o se la meto yo. Se conforma con el aprobado raspón. A final de curso le exigira el notable. También vendrá a repetir en voz alta, por si acaso no nos habíamos enterado, su deseo más soñado: quiero a los mejores en Berlín. Si no los han querido, si no los quiren, y nosotros tenemos que ser la locomotora europea, yo los quiero a todos a mi lado. Antes del viaje ha enviado un breve cuestionario sobre el asunto por mensajero interpuesto, con sus comentarios adjuntos.

¿Qué falta hacen los mejores en una economía a punto de morir axfisiada entre los diques que la atenazan? Una economia que nos acabará jodiendo sino la metemos en el quirófano y le aplicamos un lifting de mil demonios. Mucha grasa, sobra mucha grasa. Creo que en una situación así el refinamiento e inteligencia de los mejores serían un gran estorbo, antes que un ayuda. Algo similar a lo que les ocurre a los que dejan una prolongada huelga de hambre, están para poco mas que agua y un poco de caldo, un buen churrasco con patatas los dejaría fulminados en el acto.

No lo entiendan como una nueva forma de imperialismo. Comprendan que bajo mi influencia luterana y educada en el modelo de economia renana, me cueste entender que los mejores de por ahí hayan estado al frente del desastre en el que están a punto de sucumbir. ¿Donde han estado, entonces, durante todos estos años de abundancia ecónomica? ¿Hay alguien de ustedes que se digne a contestarme?

Pero volverán, no se preocupen que volveran. Cuando el mal de la mezquindad se les haya curado, y si son capaces de recibirlos como se merecen. A todo el mundo le gusta volver. Sería deseable, para ustedes y para Europa. Les aportarían la excelencia de su trabajo, pero también algo que les hace mucha falta: aire fresco. Mucho aire fresco. Y una visión menos intoxicada de las personas y las cosas.

El espectro de la moncloa, aislado en su despacho desde hace días, le da los últimos toques al examen online que le ha llegado desde la cancillería alemana. Cuando le pasan el cuestionario de Frau Merkel unicamente se le ocurre decir: a mi que me registren, yo he llegado el último y me estoy comiendo solo el marrón. Que responda Alfredo el químico.