lunes, 31 de enero de 2011

LOS GESTOS Y SUS GASTOS

Robespierre lo enunció en su axioma: un Estado puede sólo asentarse sobre dos fundamentos: la corrupción o el terror, que es el nombre político de la virtud. Tenga además en cuenta, que al joven abogado de Arras lo llamaban el incorruptible. El mismo pertenecía a la Asamblea Nacional Francesa que dio a conocer al mundo la Declaración Universal de los derechos del hombre. La modernidad occidental está hecha con estos mimbres. De una serie interminable de gestos y de los gastos que cuesta formularlos. En guita y en vidas humanas. Ahí nos encontramos. Stalin, ese moderno del Caúcaso, lo resumió en una frase: un muerto es una tragedia, un millón de muertos es una estadística. Desde entonces, y en nombre de la modernidad, se acabó el sentimiento de culpa. Únicamente cuenta el gesto del verdugo y el gasto del aniquilamiento.

El Estado actual, heredero natural de la mezcla de estos dos lumbreras, aplica a rajatabla sus recetas. Con otros gestos y otros gastos. Fíjese en el espectro de la moncloa, por poner un ejemplo al azar. Todo en él es una cuidada combinación de gestos y gastos. Veamos. Un parado es una desgracia personal, un inconmensurable pozo de dolor y de tinieblas. No vea exageración en la metáfora, es su representación cabal, se de que hablo. Por tanto, casi cinco millones de parados no son una desgracia colectiva como podría inferirse, es una estadística, a la que le corresponde un gesto, no un gasto, por ejemplo: aumentar la edad de jubilación. Un ingeniero habrá costado al Estado español, nos habrá costado, 50000 euros la final de su carrera. Una gasto. Angela Merkel quiere a los mejores a su lado, y no se como no están ya haciendo cola en la puerta de Brandeburgo. Dos gestos, los mejores gestos. Ante la noticia, el espectro de la moncloa ni ha movido alguna de sus cejas circunflejas. Y Alfredo el químico, solo ha seguido moviendo las manos. Otros dos gestos, los peores gestos. Los más estériles.

Lo que no sabe el espectro de la moncloa, porque Alfredo el químico no se atreve a decírselo, es que hay un punto crítico en la relación entre gestos y gastos, que atañe al futuro de ambos: es cuando un señor cuesta dinero y no produce nada. A eso el Estado lo considera que ya solo eres una unidad de gasto, sin ninguna posibilidad de gestos. O el espíritu de Robespierre y Stalin cabalgando de nuevo.

Por eso el espectro de la moncloa no convoca elecciones anticipadas, porque para ello tiene que hacer algún gesto. Por eso Alfredo el químico se desespera, ya que se le está acabando el repertorio de los suyos. Gastos aparte.

sábado, 29 de enero de 2011

COPIA CERTIFICADA, de Abbas Kiarostami


LA IDEA DEL LIBRO O EL LIBRO DE LA VIDA

O el intento de asociar lo uno con lo otro. Se de buena tinta que al señor Takeshi le ha entusiasmado la peli. Pero, sobre todo, se que ha quedado prendado de madame Binoche. Estoy prudentemente a su lado en lo segundo, aunque necesitaría verla otra vez para poder hacer algo parecido con la primera aseveración. Si hay alguna posibilidad se lo agradecería.

Hasta que llegue ese momento me apunto a lo de las Vidas paralelas de Plutarco, que yo creo no es un mal método para ir avanzando. Es una manera de poner de manifiesto, por medio del contraste, cualidades y analogías que de otro modo quedarían ocultas. Yo creo que la comparación entre las cosas y las personas, enriquece más , llega más lejos que la mera definición mediante la aplicación de alguna fórmula. Le dejo alguna de mis preferidas: Alejandro el Magno y Julio Cesar, Sócrates y Platon, Demóstenes y Ciceron, Dante y Petrarca, Goethe y Hörderlin, Churchill y Hitler, Allen y DeNiro, en fin a lo que iba, Binoche y Huppert.

Binoche la veo casi siempre en el ámbito sentimental de la luz, pulido, transitable sin demasiados obstáculos, ese ámbito o itinerario que produce, como le decia el otro día, las emociones indiscutibles que nos proporcionan la seguridad que necesitamos en el trato con nuestros sentimientos, siempre dispuestos a eruptar violentamente por un quítame allá esas pajas, siempre amenazando nuestra fragil estabilidad emocional. La geografía de la cara de Binoche, sus andares, su mirada, me tranquilizan, me proporcionan esa confianza mínima que todos necesitamos. ¿Quien puede estar en contra, lo haga mejor o peor es otra cuestión, de alguien que quiere recuperar al padre ausente de su hijo? ¿cómo me puedo oponer a que Binoche recupere al hombre de su vida?

Huppert es el lado oscuro, incomprensible de la vida. Sus personajes son un peligro, representan el riesgo. Siendo igualmente una cara hermosa me deja perplejo ¿La sigo o no la sigo? ¿adonde me llevara esta mujer si la acompaño? Hay algo peor que abandonar al marido (Gabrielle), volver e instalarse de nuevo en su casa. No quisiera yo estar en su piel, con esa mujer de vuelta, viviendo en la habitación de al lado. O si no hay más remedio, ¿que hacer? Si me acojono quieto parao, uno mas a engrosar las estadístiocas. Si quiero entender tengo que mover el culo y la cabeza, hacer algo. Meterme en la oscuridad, arriesgarme, y salir con el sentido en las manos. O vacías, depende como me lo piense, como lo imagine. Vaya tela.

Vuelvo a la peli que nos ocupa. Fíjese en la primera secuencia. Me extenderé porque me parece que aquí esta la madre del cordero del comjunto del relato. Todo esta preparado para un acto cultural de corte académico de un cierto nivel: presentación del último libro de un intelectual teórico del arte. Por si no queda claro, durante la subida de los títulos de crédito la cámara no abandona la mesa de la conferencia, en la que hay dos micrófonos y el libro que se va a presentar: Copia certificada. Después de un par de bromas con su retraso y tal, lo cual ayuda a bajar la solemenidad del acto, el escritor empieza a hablar. Cuatro o cinco frases después la cámara, sin explicación, deja al escritor y busca a una mujer que entra y se sienta en la fila VIPS, al lado del que antes se ha presentado como el traductor del libro. No en la de los mancos, la última, en la primera. La cámara parece no tener intención de dejarla. Mientras, en off, seguimos escuchando la charla del escritor. La camara sigue con la mujer que se muestra nerviosa, inquieta en el asiento, como si tuviera hormigas debajo. De repente llega un adolescente con la intención de sentarse a su lado. Pero ella le dice que se vaya, que quiere estar sola, que se vaya a otro asiento. Y su forma de decirlo no puede ser mas seductora, mira y sabe que le está mirando el escritor. El escritor sigue con su charla fuera de la pantalla sobre el futuro del arte. El chico se resiste al principio, pero la final cede y se aparta a un lateral, se aparta pero no deja de “molestar” a la mujer, mientras maneja lo que parece un chisme digital de esos de chicos. Se ha dado cuenta, junto al espectador, que esta nerviosa por algo, por algo que le resulta excitante. En un momento del juego va el chico y le dice que lo que le gustaría sería volver a enamorar al escritor. El escritor impertérrito sigue a lo suyo. El traductor y presentador del acto también. El público asistente no mueve una ceja. La mujer y el chico siguen con su toma y daca. El espectador ya ha elegido lo que le interesa y a sus cómplices. Poco después chico y mujer abandonan la sala y se van a un bar a comer algo. Y la cámara va detrás, y a la mujer ya no la abandonara hasta el final. Que le den al escritor y sus elucubraciones artísticas, parece decirnos.

¿Qué es esto? ¿A que viene esta manera de arrancar tan, digamos, extraña? ¿A que fin sirve forma tan heterodoxa?: abandonar una conferencia sobre el futuro del arte, pongamos, ante los medios de reproducción técnica, o algo así, por los chanchullos y cuitas de una madre cualquiera y su hijo cualquiera. ¿Podía haber empezado la peli de otra manera? ¿Hubiera afectado al desarrollo posterior? Preguntas, siempre preguntas, para llegar algún sitio que valga la pena, si es que lo hubiere. Un sitio donde se pueda ligar todo ese mundo, aparentemente transparente y sin relación alguna, de la idea y la vida, de lo que representa el filosofo y lo que desea la mujer. Un sitio que no acabé de ver siguiéndoles en su itinerario toscano posterior. No se si la idea pesó demasiado sobre la vida intentando absorberla, o si la vida de la mujer pecó de ingenua frente al nihilismo que sustentaba la idea del teórico del arte. O si fui yo que me perdí algo. Ya le digo, me gustaría verla de nuevo.

Binoche quiere volver a enamorar a su marido, escéptico y distante, mediante un paseo por las calles de un pueblo de la Toscana, haciéndole partícipe de lo que observa. El con todo su equipaje intelectual encima, que parece encorvarle la espalda. Ella con sus sentimientos malheridos, pero esperanzada en obtener el éxito que desea. Loable.

Huppert, decide volver a instalarse en el frío y desangelado caserón del suyo después de que le haya dicho por carta, abruptamente y sin previo aviso: ya no te quiero y me marcho. Incomprensible.

Así, juntas, ¿se entiende mejor el lado oscuro de la acción loable y meritoria de Binoche? ¿Existe y asiste al espectador que le acompaña en su itinerario? ¿Se va con más detalle lo que de crisitalino pueda tener la decisión incomprensible y cruel de Hupert? ¿Lo percibe el espectador, allí encerrado en el caserón con su marido, enfurecido y fuera de sí, herido de muerte en lo que mas valor tiene, su honor?

En sus manos se lo dejo. No diga que no me preocupo de poner chicha para el fin de semana, por si no tiene otra cosa que hacer en los tiempos muertos, o sencillamente solo espera que llegue la tarde del domingo para empezar a pensar en el antro del lunes.

miércoles, 26 de enero de 2011

BREVE APUNTE SOBRE LOS SENTIMIENTOS

Discrepaba el otro dia no tanto sobre lo que mi interlocutor sintiese y pensase, sino mas bien sobre el lugar donde se aloja todo ese conclomerado. La cosa se ha puesto tan mal entre los humanos que nadie arriesga un frase ni una imagen sobre lo que siente y piensa, sino es a cambio de algo. Lo de las entrañas vendría a ser, entonces, como una especie de caja fuerte donde guardamos nuestro tesoro dorado, que nos asegura y garantiza la liquidez cuando salimos a trajinar al mercado de los sentimientos. Éstos se han convertido, así, en un activo más, cotizable en la bolsa de la lucha diaria. Aunque le parezca mentira en estos lances nadie quiere endeudarse. Por tanto, y tal y como esta el patio, no seré yo quien me oponga a que cada cual le saque el mejor provecho a lo que tiene en sus adentros, cuando quiera y donde le plazca. Corrompiéndose hasta el calcañal si es preciso.

A lo que yo me refiero es otra manera de tratar con los sentimientos. Tiene que ver con el sentido que les damos, es decir, con la forma de pensar que elegimos en ese trato. También con los sentidos que utilizamos y con el espacio que definimos al poner en marcha todo ello. Tiene que ver, como ya le dije, con la comunicación entre humanos, mejor dicho, con la comunicación entre las representaciones de su realidad, no con su mercadeo que es cosa bien distinta y que se tiende a confundir con mucha frecuencia. Ya le digo, hoy nadie arriesga nada sino se lleva algo al coleto de forma inmediata. Sea en el mercado de frutas o de digitales, sea viendo una peli, leyendo un libro, mirando un cuadro, oyendo una sinfonia, sea lo que sea. Nadie quiere pasar por lo que realmente és. Dejo este apunte sobre el asunto, que espero le pueda ser útil a quien quiera aprender a contener las urgencias de sentir algo a cualquier precio, para después guardarlo en la caja fuerte de las entrañas a la espera de las nuevas cotizaciones.

Yo pienso que todo sentimiento altera la percepción y toda alteración en la percepción induce un sentimiento. Los sentimientos humanos se manifiesten en dos ámbitos. Uno es el mas obvio, iluminado como si fuese una superficie más o menos pulida y siempre transitable, es el que nos garantiza la seguridad de las conmociones indiscutibles. Las lágrimas y las carcajadas son sus respuestas orgánicas más comunes. El otro es como un magma oscuro que se cuece por debajo de lo que se ve, es una forma de riesgo. Se trata de la emoción delante del misterio de la existencia del mundo y de la vida, delante de la perplejidad que nos produce su condición inabarcable. Pero se trata, también, de la necesidad de encontrar un sentido que ligue los acontecimientos y las cosas que pasan delante de cada uno de nosotros. Los dos ámbitos sentimentales viven juntos en cada persona, los distingue su analisis racional, no los trasiegos de la vida cotidiana.

¿Qué se ve sólo bajo la influencia de la luz? Todo, se puede contestar. ¿Qué se ve sólo bajo la influencia de la obscuridad? Nada, también se puede contestar. ¿Qué hace un ser humano delante de Todo? ¿Qué hace delante de Nada? ¿Todo y Nada son atributos propios de los seres humanos? ¿Están a su alcance? Coja un poco de aire.

Con Todo, ¿queremos decir todo lo que nos conviene? ¿qué ilumina, entonces, lo que no nos conviene? Con Nada, ¿queremos decir nada de lo que nos perjudique? ¿que obscurece, entonces, lo que de verdad nos perjudica? ¿Que quiere decir lo que nos conviene? ¿Qué quiere decir lo que nos perjudique? ¿Lo que no nos conviene es lo mismo que lo que no nos perjudica? Vale ya, lo dejo por hoy. Ya ve que el pensamiento sobre los sentimientos y sus conexiones no se para nunca, y, por tanto, las preguntes que nos interperlan tampoco. Relájese, ya acabo.

No hace falta que le diga que nuestros sentimientos están hechos de una sustancia escurridiza e inaprensible. Y sus itinerarios son imposibles de medir y de contar como lo son una cuenta de resultados empresarial. Si se fija con atención, aquí el negocio es otro. Y se llama comunicación con todo lo que no es uno mismo. Y significa llegar a conseguir su aceptación y reconocimiento. Ya se que es muy difícil, imposible incluso, conseguirla con razonable satisfación. Pero el mero hecho de constatar tal limitación no es óbice para no intentarlo una y otra vez. La alternativa a eso ya sabe cual es: hablar con uno mismo. Hablar solos. La locura.

De otra manera. Hay gente que mira el mar. Y hay gente que se mira así misma mirando el mar. Pero vistas desde una barca hacen lo mismo. Ya ve.

lunes, 24 de enero de 2011

SOBRE LO QUE HABITA EN LAS ENTRAÑAS

No se si le pasa con frecuencia en el trato personal con amigos, conocidos y demás parentela. En un momento de la conversación va el otro y dice, más o menos, aquello de: eso es lo que tu piensas, pero lo que yo pienso es mío y esta aquí dentro, apuntando con el dedo a ese lugar intermedio del esternón, entre el corazón y el estómago, que coincide con lo que comúnmente se entiende por las entrañas. Yo, entonces, parafraseando el final de las añejas conversaciones con los curas, me digo que con las entrañas hemos topado. Siempre que mi interlocutor recurre a sus entrañas (fíjese que no digo sus arbaitas, delante de gente que tiene tan alto el nivel de testosterona no se que decir) para resolver un conflicto de entendederas me retiro a mis aposentos a que escampe.

Yo creo que en las entrañas nada mas habitan las entrañas. Como lo oye. Ese conglomerado endocrino, sanguíneo y respiratorio, que me parece bastante conocido por el personal. Ahora bien le digo también que, aunque mi interlocutor apunte con el dedo en la dirección equivocada, eso no significa que no exista y no le asista lo que dice. Claro que sí. Claro que piensa y claro que ha de estar en algún sitio eso que piensa. El problema surge cuando pongo en tela de juicio si lo que piensa es solo suyo y si el lugar donde se aloja esta solo dentro de él. Esta patrimonialización exclusiva y excluyente del contenido y el continente tanto de lo que uno piensa como de lo que no se puede explicar, así como del lugar que ocupan, es lo que hace que me ponga a escribir a ver si me aclaro. Y usted que lo lea.

De otra manera, pensar que existe ese oculto y secreto refugio dentro de uno desde donde partir a la conquista del mundo, o al que acudir cuando todo lo que está fuera ha sido devastado por la aniquiladora acción colectiva, forma parte de una imaginación desbordante mas propia del lejano cerebro infantil, ese ámbito tan amplio y tan vacío como una catedral sin devotos suplicantes, donde se agitan y chocan atolondradamente grandiosas y pomposas ideas, lo que produce una doble e ilusoria sensación de libertad y protección. Todo ello significa no querer aceptar que, por mucho que uno quiera atacar o salvarse desde o en hueco tan honorable, el tiempo acaba por horadarlo todo.

No hay nada “en si” dentro de nosotros que pueda vivir aislado, que no pueda darse a conocer a los otros, ni dada que nos haga excepcionales delante de los otros. No hay, igualmente, refugio, ni salvación, ahí dentro. Excepción hecha para aquellos que, desahuciados, se pasan la vida hablando solos. Únicamente disponemos de la capacidad de comunicación entre nosotros mismos. Si somos buenos estrategas y usamos el lenguaje adecuado se abre la posibilidad de conectar con los otros, de comunicarnos. Si no es así, la cagamos. Y no vale, entonces, refugiarse en el fondo oscuro de nuestras entrañas ni acudir al sanador de turno para que nos ilumine ni de quejarse por ser uno de esos tipos divinos siempre incomprendido. Hay que empezar de nuevo. Somos lo que somos porque somos seres hablantes y asociados a un sistema de signos que nos acoge y nos acuna desde que nacemos. Las palabras y los signos son de todos y no debemos permitir que nadie nos los robe y los utilice en nuestro nombre, revelándonos lo que debemos descubrir por nuestra cuenta. A través del esfuerzo permanente de comunicación con los otros (mucho mejor si no son de la misma tribu), mediante la puesta en práctica de estrategias y lenguajes convenientes, protegiendo los espacios y lugares que hagan todo eso posible. A eso lo llamo tener y compartir experiencias creativas. Una vez que el ARTE con mayúsculas ha muerto, llevándose consigo toda su pesada y perenne carga de trascendencia, eso es lo primero, y más necesario, que tiene que conseguir hoy quien quiera que lo llamen lo de ser un artista. Tampoco estos atributos son patrimonio de nadie, están al alcance de cualquiera. De cualquiera que no se empeñe en seguir hablando solo, con lo que dice que habita en sus entrañas.

viernes, 21 de enero de 2011

LA MIRADA TUBERCULOSA SOBRE LA VIDA


Le hablaba el otro día sobre la manera que tenía Kafka de ver el mundo: el dia que saltó la noticia del comienzo de la primera gran carnicería de siglo XX, él se fue a la piscina. No es una chulería eslava como se ha de entender tal conducta. Es el mirada tuberculosa sobre la vida. Dicho sea como una metáfora, aunque fuera esta enfermedad la que acabó con el autor de la Metamorfosis diez años mas tarde.

Cuando nos asomamos a algunas de la ventanas informativas de que disponemos, ¿qué es lo que queremos? Que alguien nos hable y nos diga algo. ¿Y ese alguien que quiere?, evidentemente que le escuchemos. Evidentemente quiere que le escuchemos, pero, ¿por qué quiere que le escuchemos? No es tan evidente. Quiere que lo escuchemos o solo quiere hablar. Y nosotros, ¿queremos realmente escucharle o solo queremos pasar el rato, entretenernos? Lo cierto es que él ha decidido colarse en la ventana informativa y darle al pico, y nosotros hemos decidido abrirla. Si no hay mas responsabilidad que esta, ya se puede imaginar lo que puede dar de si semejante conjunción. La gran intuición de Kafka fue darse cuenta, mucho antes de que fuera una realidad atosigante, de la cantidad de inanidad, a parte de corrupción, que hay en los medios de comunicación de masas. Ese desplante, iendose a la piscina el mismo dia que estalla lo mas grave que puede estallar entre humanos lo dice todo. Por la misma razón, no lo dude, el dia que nos digan que nos han echado del euro, dia que ya está mas cerca, el menda se va la playa o a esquiar, dependiendo de la inclinación del sol.

Todo sentimiento altera la percepción y toda alteración en la percepción induce un sentimiento. Estos sentimientos se manifiestan en dos ámbitos. Uno es el más obvio, iluminado com si fuese una superficie mas o menos pulida y siempre transitable, es el que nos garantiza la seguridad de las conmociones indiscutibles. Es el ámbito de los medios de comunicación de masas. El otro es como un magma oscuro que se cuece por debajo de lo que se ve, es una forma de riesgo. Es el ámbito de la guerra y de todos sus aliados necesarios. Se trata de la emoción delante del misterio de la existencia del mundo y de la vida, delante de la perplejidad que nos produce su condición inabarcable. Pero se trata, también, de la necesidad de encontrar un sentido que ligue los acontecimientos y las cosas que pasan delante del lector. Los dos ámbitos sentimentales viven juntos en el lector, los distingue su analisis racional, no el ajetreo de la vida cotidiana.

Los profesionales de la información buscando la pureza de la verdad para contarla acaban siempre en el banco de la desolacion y la podredumbre. Es su trágico destino, queriendo poder verlo todo, acaban ciegos. Esta distición es lo que llevó a Kafka a tomar la decisión de irse a la piscina y coger la pluma, en lugar de coger las armas o leer febrilmente los periódicos. La metamorfosis, 1915, fue el resultado de tan oportuna decisión. Un trozo de auténtica verdad sin salir del territorio de si mismo. Mientras, soldados y periodistas quedaron atrapados para siempre en el fango y el frio de las trincheras europeas.

miércoles, 19 de enero de 2011

DONDE YO LO VIERA

El dia 2 de agosto de 1914 Franz Kafka apunta en su diario: "Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, Escuela de Natación".

En proporción al contenido de la entrada, no hay ninguna otra entre 1910 y 1923 que sea tan escueta. Me atrevería a decir, incluso, que es la entrada más escueta.

En otro momento de sus anotaciones dice:
"No es necesario que salgas de casa. Quédate junto a tu mesa y escucha atentamente. No escuches siquiera, espera sólo. No esperes siquiera, quédate totalmente en silencio y solo. El mundo se te ofrecerá para que le quites la máscara, no tendrá más remedio, extático se retorcerá ante ti".

De nada vale seguir intentándolo, ya lo he dicho, o sino lo hago ahora, desde que el mundo es mundo los hombres y las mujeres que lo habitamos hemos hecho y hacemos todo lo posible para no entendernos. Ahora que ya no se sabe cual es la linde que separa lo público de lo privado y cual lo privado de lo íntimo, mas nos valdria, como dice Kafka, quedarnos mucho más tiempo en casa, solos y en silencio. Se pongan como se pongan los profesionales de la palabra y de la imagen, esos que creen que tienen que dar testimonio, prevenir, enseñar el camino para salir de la catástrofe en que nos encontramos, buscar una manera mejor de organizar la sociedad, es inutil, todo su trabajo acabará inexorablemente en el albañal del espectáculo, ese lugar de falsos brillos, sin lindes y sin tiempo. No se como no lo han entendido todavía. Kafka, que nunca tuvo tales tentaciones, lo refiere a su modo en otro rincon de su diario: "El Mesías vendrá cuando ya no se le necesite, vendrá un día después de su venida, no vendrá el último sino el ultimísimo día".

Una época como la de Kafka, en la que la fe en que el mundo pudiera ser otro era incontestable, en la que la guerra y la revolución se confundian por tener el único protagonismo para que aquel propósito fuera posible, en la que muchos de los que se consideraban escritores o artistas sucumbieron a la ilusión de que la historia era algo superior al hombre y la verdad de las ideas revolucionarias más importante que la vida humana, en una época así, el de Praga trazó y defendió lo más íntimo del espacio humano.

Aquel propósito al final se cumplió y el mundo consiguió, a base toneladas de escombros y cadáveres, ser otro. Kafka no escribió nada mas sobre el horror y la devastación de la guerra, ni sobre las víctimas, ni sobre el dolor de sus familiares. Ni siquiera lo llamaron a filas. Pero quieto y solo en su casa, en silencio, comprobó como el mundo y sus bichos se ofrecían para que los despojara del caparazón de sus falacias.

lunes, 17 de enero de 2011

NOTHING PERSONAL, de Urszula Antoniak


AMOR EN EL CAMPO

Nuestra heroína, esa solitaria con mochila, ¿a cuento de qué sale de la ciudad y se mete en el campo, que tampoco perece entusiasmarle? Arranco así este apunte, porque durante los noventa minutos que duró la peli tuve la sensación de que esta chica gastaba tanta mala hostia por qué la habían echado de un lugar en el que había puesto todas las esperanzas de su corta existencia. Llegué a pensar, dada la belleza y refinamiento de la actriz en cuyo cuerpo serrano y melenaza al viento se encarna el personaje de Ann, que hubiera perdido un concurso de esos en una agencia de modelos, cogiéndose tan monumental cabreo que le impulsó a desaparecer hasta digerirlo, o lo que fuera eso que hacia deambulando por el campo. Incluso no podía dejar de ver en ella a una niña mimada de papá, que no estaba acostumbrada a que le lleven la contraria, desplegando cuando llega el caso una furia inusitada capaz de llevarse todo lo que se ponga por delante. La escena del presunto violador es una excelente secuencia que muestra lo que le digo. ¿De donde le sale a esta estilizada señorita ese aullido primordial, mas propio del crisol de las cavernas que de la pasarela de moda? Digo más, no se me fue de la cabeza que sus familiares y amigos ya hubiesen dado la voz de alarma y, junto a la policía, estuviesen detrás de su rastro por los alrededores.

No se de donde venía, pero si sabía que no era del mismo sitio de donde vienen todos esos solitarios, y alguna que otra solitaria, que el western clásico y el urbano nos han dibujado de forma tan pertinente. También supe desde el principio que la directora había elegido esta plantilla para llevar cabo su trabajo. Ya le dije que el western es una de las pasiones contemporáneas tan universales como ocultas, una misa pagana a la que van a recibir la bendición los directores que quieren explicar los altos vuelos y los bajos fondos de la condición humana, y mostrar, de paso, una visión irrisoria de la civilización occidental. Por eso me sorprendió que Ann hiciera un camino tan extraño.

Si recuerda a cualquiera de esos solitarios que le he mencionado, comprobará que hay mucho tiempo de por medio entre la imagen irreductible de impar que muestran y las causas que la originaron. El extremismo de los sentidos de antaño se ha petrificado en la geografía de los surcos su rostro actual, en la forma distinguida de abrirse paso al andar, o en la de remar a contracorriente con las manos. Ninguna Idea Gorda justifica su modo de estar en el mundo. El solitario se sustenta por si mismo. Como un árbol añoso, como una roca milenaria, como el viento, como un río, como una manada de búfalos, como una tormenta, como la sangre sobre el asfalto. Todos los verdaderos solitarios forman parte de esa manera de ser. Sin porqué.

Sentí esa falta de solidificación, de mineralizacion si quiere, en la soledad que exhibe y de la que presume la elegante y solitaria Anne. Sentí que todo lo que había provocado aquella estampida era fruto de una rabieta, y los hechos que se la habían originado habían sucedido hacía pocos días, horas me atrevería a decir. El encuentro con el menorero y ermitaño Martin no arregló las cosas. Con el roce, la sangre de ambos fue haciéndose mas líquida, con menos presión, y metidos en la casa se fueron desentendiendo de la hermosura y de la fuerza salvaje del entorno natural donde se encontraban. ¿De que me vale reconocer, al igual que la reseña que recogí en la taquilla, que la fotografía de Daniel Bouquet es majestuosa en la capacidad de transmitir imponentes sensaciones telúricas, si los dos protagonistas van mutando en dos residentes de fin de semana?

Me vino a la cabeza, porque los páramos que nos muestra Bouquet así me lo evocaron, el recuerdo de Cathy y Heathcliff en las Cumbres borrascosas. Dos solitarios de los pies a la cabeza, sin fisuras. Uniendo su destino a una naturaleza cambiante, que está siempre a la busca de formas, cuyo rostro se modifica a cada paso y donde ellos, tan pronto se introducen se pierden. El de Cumbres Borrascosas es el territorio en el que las pasiones humanas se anegan en contacto con una dimensión que las supera de principio a fin. Pero Ann y Martin, ay, lo que quieren es ligar en el campo, protegidos bajo el techo de la dacha como dos urbanitas desencantados, pero con el run run de la ciudad a golpe de oído.

sábado, 15 de enero de 2011

UNA DE PIRATAS

No se porque insisten si tienen perdida la batalla. De todas las palabras que forman el diccionario del malditismo y la delicuencia, Pirata es sin duda la de permanete y consolidado prestigio. Como prueba del delito Jack Sparrow esta a punto de volver en olor a multitud. Lo sea o no, en publico nadie quiere que le acusen de mafioso, de chorizo, de pederasta, de proxeneta, de camello, de maversador de fondos, de sicario, de chapero... Pero pirata, a nadie le molesta que le digan que es un pirata. A los niños incluso la tienen como primera opción profesional cuando se les pregunta que quieren ser el dia de mañana. Lo comprobé el otro dia en la reunión que le anuncié con media docena de chavales, para compartir la lectura del libro La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson. Señores de la SGAE y asociados: es el mar, es la red, es la fascinación de su inmensidad a la que nunca podrán vencer, sencillamente porque es mas grande que todos ustedes. Un pirata solo es el mensajero necesario al servcio de tales magnitudes, que viene a darnos prueba concluyentes de los botines que existen en el mas allá o en el mas acá.

Se repite la historia, queridos inquisidores. Hay un mar inmenso con una linea recta y verde al fondo por donde parece que se cuela la eternidad. Hay un barco con su capitan al frente, un puñado de aguerridos lobos de mar, un cocinero con una pata de palo y un grumete. Hay un mapa con su metáfora asociada de representar un espacio ignoto y muy lejano, y dentro del mapa una señal en aspa: allí hay un tesoro. ¿Quien se resiste a ir a buscar el tesoro?: los guardianes del imperio de su británica majestad. Pues si ladran, zarpemos, nos viene a decir John Silver. Hay una red de redes que ha convertido la eternidad en presente. Hay millones de individuos a muchas y diversas pantallas pegados. Hay una apabullante cultura de masas en permanente estado de producción. ¿Quien se resiste a bajarse el disco de su vida para regalarselo a la mujer o al hombre de sus sueños?: los guardanes del nuevo imperio de su majestad, la SGAE. Ya que berrean, nos lo bajamos todo.

Con la que está cayendo no se puede llamar estafa a bajarse un CD o un DVD, porque nos dejan sin adjetivos para calificar a las razones por las que, a diferencia de otros trabajadores, los hay que pueden aspirar a que el esfuerzo de unas cuantas semanas les rente durante el resto de su vida.

Fijándome con atención en los chavales lo entendí con mas claridad que nunca lo que significa sentirse pirata. Sentirse pirata es el placebo que queda a los adultos cuando, despues de todo lo que hemos sido, no esperamos nada ni a nadie. Sentirse pirata es la única salida que tienen muchos parados para seguir comiendo de la sopa boba de la cultura de masas, ya que los han echado de los comedores del sistema productivo. Sentirse piratas es mejor que poner bombas. Sentirse pirata es, en fin, llegar a la isla, comprobar que no existe el tesoro, pero volver siendo pirata.

Como los niños, sentirse pirata es la mejor protección contra los que nos quieren hacer daño. En el mar, porque no existe ni la memoria ni el resentimiento, solo la proximidad fascinante del tesoro. En la red porque podemos zafarnos y ajustar cuentas contra quienes nos han robado a base de fuerza y de sumisión. Contra los modernos mangantes hacedores de gobiernos, contra el aburrimiento que producen, solo nos queda el combate que puedan librar los piratas de internet con pata de palo, parche en el ojo, cara de malos, los viejos truhanes, capitanes de un barco que tuviera por bandera una par de tibias y una calavera.

jueves, 13 de enero de 2011

EL OK CORRAL DE ARIZONA

Aparentemente sin venir a cuento, dos dias despues de que nos visitaran los Reyes de Oriente y debajo de la Torre Eiffel (ese contundente símbolo del progreso rotundo y sin fisuras) me llega la noticia de la matanza de Arizona. En el próximo y en el lejano Oriente eso pasa cada dia, y no mueren seis, mueren a mansalva. Pero de allí vienen los magos reales, y, por tanto, debe ser que bajo su advocación otros son los estropicios y estragos que causa la violencia inopinada. Otras también las maneras de contarlo.

El caso es que uno de 22 años se ha cargado a seis, entre ellos una niña que nació el dia 11 de septiemfre de 2001, y ha dejado gravemente herida a la congresista Gifford, de 40 años. Si en la matanza de Arizona no hubiese participado como víctima la congresista Gifford, la noticia se habria colocado y archivado en la carpeta de lo social y sus enfermedades. Michael Moore tendria motivos para volver a predicar desde lo mas alto de la gran pantalla. Pero, lamentablemente, bajo el radio de acción de la matanza se encontraba contra su voluntad una representante del poder, por lo que su carpeta de gestión tiene que ser la de sus inquinas y psicopatías. Es entonces cuando cobra todo el protagonismo el lenguaje militar del poder civil: no hay mejor adversario político que el que está muerto. Ese deseo inconfesable. Entra, entonces, en escena con toda su virulencia lo que da de si el lenguaje de los insultos vertidos y las pistolas desenfundadas para explicar lo sucedido, que pareciera inexplicable entre gente siempre encorbatada. No hace falta que le diga que aquí somos primera potencia en la materia. Nunca faltan los pistoleros envenenados, ni el veneno en su flatriquera.

Pienso, desde que me lo enseñó Pascal, que el poder es manicomial. Cualquier poder. El poder siempre condena a quien lo tiene y pone en peligro la dignidad de quien lo padece. A uno lo condena a ser un canalla, a ser un necio, a vivir de ser un canalla y de ser un necio. Lo cual empuja al otro no solo al abismo de la pobreza, sino, mas abajo, a la sima que lo convierte también en un miserable. A las palabras del que parece cuerdo, que el gentío tanto jalea, le siguen indefectiblemente los hechos criminales del que dicen que está loco. Y es que su simiente ya la habia puesto antes el consentimiento teoríco de aquellas, por parte de los que piensan que estan lúcidos.

O dicho de manera mas poética, si han de morir los niños y... ha de crecer la hierba, que sea así y por ese orden.

martes, 11 de enero de 2011

PARIS, OTRA VEZ


El mismo día que emprendo el viaje, un jerarca chino llamado Li llega para comprarnos parte de la deuda. Cuando viajé por primera vez, hace ya casi cuarenta años, otro chino mandarín, en plan gran timonel, era el rey entre los estudiantes mas republicanos del mundo, que seguían imaginando lo imposible. Entre medias, el roce con otros dos o tres viajes, un puñado de libros y pelis han ido transformando aquella perplejidad del turista indocumentado primero en cariño, después en complicidad amistosa y por fin en un gran amor.

Existe el amor por la personas pero también el amor por las ciudades y las cosas que tienen dentro. Existe el amor por las ciudades y las cosas bien hechas. Existe en mi y me asiste. Es lo que hace que el turista indocumentado se transforme en paseante curioso, y comience su nueva experiencia. Es lo que diferencia la explosión arrebatadora del enamoramiento de la serenidad concentrada del amor. Son distintos los esfuerzos y diferentes las expectativas.

No basta, entonces, con el ojo de la cámara. Es insuficiente la fijación de aquel primer instante. El amor a las ciudades y sus cosas empieza cuando acaba ese instante irrepetible del turista enamorado, que me sigue pareciendo tan conmovedor como necesario. La primera vez se es turista en todo. Una experiencia que quiero rescatar, para su dignificación, de las fauces del intrépido viajero y aventurero mediático actual, que no se muy bien que hace ni a donde va en esta aldea planetaria, permanentemente interconectada. Acabado el instante del enamoramiento, decía, viene el del amor a la memoria. A la del paseante y a la de la ciudad y sus cosas. Y comienza la lucha por elegir el mejor itinerario que acompañará al retorno. Es el momento de la lucha contra todas la perversiones sustitutivas que le acechan. Quiero decir, que lo que llamamos realidad está poblado de monstruos, de espectros, de invisibles, de figuras inciertas, de paisajes sin alma, de objetos reincidentes que parlotean todo el rato. No están más del lado de los sueños que el sueño mismo. Forman parte del equipaje invisible que nos acompaña a donde vayamos. Así, el amor por la ciudad y sus cosas se pone a prueba en cada nueva visita. Más importante que haber estado es, entonces, saber porque se vuelve.

Paris es una ciudad bien hecha. No digo perfecta, digo que en su seno tengo la sensación de que estoy al amparo del embrutecimiento. Será cosa de chinos pero, inopinadamente, me la han acercado a casa. Cinco horas y media en tren. No he podido resistir la tentación de volver a pisar sus calles y confundirme entre sus gentes. Y no dejar de observar a sus cosas.

martes, 4 de enero de 2011

¡VIVAN LOS REYES MAGOS!


Vuelvo sobre lo ya dicho, para coger carrerilla y decir algo mas. Desde pequeños nos dicen que hay que leer, que leer es bueno, que leer nos hará cultos, que nos hará libres, y todo eso y no se cuantas cosas mas. Los maestros insisten, las instituciones gastan lo que no tienen para fomentar la lectura, los editores se quejan, los libreros ni le cuento. No leer se ha convertido en una culpa, en un pecado, en una mancha. Y nadie quiere sentir ser culpable. Pero el problema empieza entonces: ¿que leer?

Cuando algún lector o lectora me hace la fatídica pregunta, yo me levanto y en tono solemne le respondo: la única opción posible que tiene es intentar leer los libros necesarios. Es igual, va y me contesta: no me jodas, toda la vida leyendo y ahora me dices que no he leído lo que tenía que leer. No es con la libido, respondo, sino sabiendo las preguntas con que el lector convive como se puede orientar en la selva editorial y en la herencia literaria. Por esta vez preferiblemente sin joder, leyendo y escuchando a los que han leído.

Todo empezó el día en que, sin explicación alguna, nos abandono aquel mundo donde únicamente predominaba la ley del impulso, que nos lanzaba en busca de tesoros y a confraternizar con fantasmas. Para entendernos y, por seguir a pie del calendario, era el mundo de los Reyes Magos. Inopinadamente alguien nos dijo que los fantasmas no pertenecen a ningún lugar concreto sino que están dentro de las personas, que los tesoros hay que ganarselos con el sudor de la frente y nunca serán como nos los imaginamos sino que olerán como el sudor y que los Reyes Magos eran los padres. Tres inconmensurables putadas que ya no podremos digerir en lo que nos quede de vida. Ahora si, joder, joder, joder.

Lo que vino a continuación es la vigilia permanente, despiertos para siempre en un mundo donde ha desaparecido ese impulso irreflexivo y único que hacia que todo fuera posible, que nos proporcionaba un placer despiadado como, quizá, no hemos vuelto a conocer otro. Mas tarde nos ofrecieron otros mundos absolutos e irreflexivos, hicimos los cambios de chaqueta oportunos, pero no volvieron a proporcionarnos la antigua satisfacción de los primeros años. Y llego la frustración y el desencanto, que conviven con los restos de odio y resentimiento que aun quedan.

Me pregunto, entonces, si cuando un adulto me pide orientación sobre que leer y le contesto, pensado que de verdad estoy delante de un adulto, y el me responde por sexuales, ¿no será que quiere volver a leer como un niño? Antes de caerme del guindo, se me ocurren seis o ochos libros necesarios que sugerirle, advirtiendole que la primera lectura tiene un efecto secundario, no necesariamente permanente en las sucesivas, muy temido en nuestra sociedad: el aburrimiento. Para ello tengo preparado el ejemplo de las vacunas o los antibióticos, por si el lector se me pone tarasca. Son necesarios pero hay que asumir sus efectos colaterales, si queremos quitarnos de encima la enfermedad. También tengo en la recamara lo de que es conveniente leer en voz alta y en compañía, como siempre se ha hecho con la primera lectura de los libros necesarios.

Al final lo dejo, y me apunto a lo que decía Mark Twain en el prologo de su libro, "Las aventuras de Tom Sawyer", que su propósito era que lo leyeran los muchachos, aunque esperaba que no fuera despreciado por los adultos, a quienes se les presentaba la ocasión de recordar su pasado y en particular cómo sentían.

Descubrimos el mundo adulto cuando un día se planta delante de nosotros el mal arbitrario, el mal porque si, cuando conocemos a tipos que necesitan hacer el mal para estar vivos. Se acabo, entonces, el cotarro de los tesoros y los fantasmas. De sopetón, nos damos cuenta de que la vida va en serio. Tal vez por ello, aun hoy es mas fácil matar a un niño que educarlo. Quiero decir, que hay formas de educar que valen por un asesinato.

Dentro de unos días he quedado con media docena de chavales para comentar "La isla del tesoro", de Robert Louis Stevenson. Sea el tópico por esta vez: una experiencia única. Le aseguro que todos saldrán vivos y, espero no tener que perdonarme porque lo diga, mas sabios e inteligentes.

domingo, 2 de enero de 2011

LA LLAVE DE SHARAH, de Guilles Paquet-Benner


Vuelta al origen, allí donde se estaban desvaneciendo las ultimas esperanzas gordas, que iban a llevar a la humanidad a la madre de toda las esperanzas: ser como dioses. Paris 1942, Redada del Velódromo de Invierno, muchos judíos hacinados esperando iniciar el camino hacia la muerte. Ya sabe. Los fantasmas del pasado buscan el presente. ¿Para qué? ¿A qué vienen? ¿Por qué no quieren que los olvidemos o por qué no sabemos olvidar?

Decidí ir a verla por lo que he venido hablando estos días. Me interesaba, sobre todo, como un director francés se enfrentaba a ese pasado y como lo hacia de la mano de Kristin Scott Thomas, una actriz que reúne en su rostro y en su mirada buena parte de la melancolía y nostalgia que debe tener quien se ponga de frente a lo que ya no está, pero que, al mismo tiempo, resulta difícilmente imaginable. El personaje que encarna, una periodista norteamericana que quiere hacer un reportaje sobre aquellos hechos, me hacía prever que la determinación, que es necesaria en estos casos, también estaba garantizada, al igual que un inmejorable punto de vista. Los europeos pensamos de los norteamericanos que son como niños grandes y ellos piensan de nosotros que somos demasiado listos, y que por eso nos pasó lo que nos pasó. Sea como fuere, lo cierto es que ellos son buenos sabuesos y tienen en su haber las mejores investigaciones periodísticas que se han hecho sobre los asuntos turbios del poder. A nosotros nos pone la logomaquia, cuando se trata de tapar con palabras lo que no queremos que se sepa. Sigo pensando que a los europeos nos falta el valor necesario para llamar a las cosas por su nombre, la única forma de que acudan a nuestra llamada.

Al final se llevo el gato al agua el celo distorsionador del director que se impuso a la audacia investigadora de la periodista. Y la mejor manera fue abrir el melón de muchas historias en el punto peor de maduración, así cuando se cruzaban o se repelían o se mostraban indiferentes a lo que les tocaba. Es decir, el soduko no salia.

Para que un régimen como el nazi llegue hasta donde llegó, se necesita la colaboración activa o pasiva de mucha gente importante y desconocida. No solo en Alemania, sino en toda Europa. Esto es algo que los europeos nos negamos a entender, tendemos a la teoría del loco solitario. Los norteamericanos se encuentran mas cómodos en la visión conspirativa. Están mas cerca de la costumbre de los grandes depredadores: si si se ha de cazar a lo grande que haya, al menos, dos que se lo proponen. Aniquilar a toda la comunidad judía del continente europeo es un empresa, desde el punto de vista de la conciencia humana, inconmensurable. Para que sea de verdad atroz tenemos que hacerla pequeña. Sencillamente hay que hacer ver y sentir como la familia vecina de Sharah, que es nada menos que la del padre del marido de la periodista, fue responsable, aunque dicen que no se enteraron de nada, de lo que le sucede a la niña y a su familia. Y que esa responsabilidad pequeña nos afecta todavía, porque seguimos sin llamarla por su nombre en lo que nos pasa ahora. Se trata de como representar el perdón y el duelo ante las víctimas que sufrieron aquella barbarie. Unicamente por eso vale la pena dejar que nos visite el pasado. Para saber ponernos cara a cara frente al mal y al dolor, que no porque desapareció el de entonces cesa en nuestros días de dañar quien lo ha sustituido. Para lo bueno y lo malo, ya sabe, se nos ve mas el plumero sueltos que apretujados en el anonimato que proporciona la masa.


Guilles Paquet-Benner lo tenía fácil. El mismo deja ver como el presidente Chirac, en 1995, desmontó el mito del no colaboracionismo francés en la Francia ocupada por los nazis. ¿Falta de valor, de coraje? ¿O falta de talento para pasar de lo inconmensurable a lo pequeño? Lo cierto es que se pierde en el camino y la historia deriva, como tantas otras veces, hacia el territorio de los sentimientos a los que nadie puede oponerse, porque todo el mundo los conoce y son los que nos anestesian cada mañana.